En The Fly un científico se utiliza a sí mismo como conejillo de indias en la realización de un complejo experimento de teletransportación. La prueba es un éxito, pero empieza a sufrir unos extraños cambios en su cuerpo. Al mismo tiempo, descubre que dentro de la cápsula donde realizó el experimento con él se introdujo una mosca.

  • IMDb Rating: 7,6
  • RottenTomatoes: 83%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

En esta sección, a propósito de Invasión of the BodySnatchers (1978), ya puntualizamos que, en algunas ocasiones, un remake puede igualar en calidad a la película original y en muchos aspectos, superarla. Fueron muchas las nuevas versiones de clásicos de la ciencia ficción de los 50 que pudimos disfrutar en los 80. The Thing (1982), Invaders From Mars (1986) o The Blob (1988) corrieron desigual suerte en las pantallas de cine. Mientras que la película de John Carpenter logró hacer olvidar a aquella The Thing from Another World (1951) de Howard Hawks, el resto de revisiones salieron peor paradas en las comparaciones con las cintas originales. Junto a The Thing, el mejor remake que se hizo fue, sin duda, The Fly (1986), donde el controvertido David Cronenberg se llevaba a su terreno la historia corta de George Langelaan, de idéntico título, que ya había conocido una primera traslación al celuloide en 1958 de la mano de Kurt Neumann. Un magnífico clásico, mucho más fiel al relato que la película que hoy tratamos.

El director canadiense David Cronenberg se había labrado una interesantísima carrera dentro del género fantástico, con clásicos del calibre de Shivers (1975), Rabia (1977), The Brood (1979), Scanners (1981), Videodrome (1983) y la adaptación de Stephen King The Dead Zone (1983). En 1985, la productora de Mel Brooks (sí, el cómico de Young Frankenstein) le contrata para llevar a cabo la difícil empresa de versionar de nuevo The Fly, con un presupuesto de 15 millones de dólares y el protagonismo de Jeff Goldblum y Geena Davis, pareja en la vida real por aquel entonces. La historia nos presenta a Seth Brundle, un introvertido científico que busca culminar el invento más revolucionario jamás visto: unas cabinas que permitan teletransportar a las personas de un lugar a otro al instante y que acabarían con los tradicionales viajes. Verónica Quaife es una ambiciosa periodista que, interesada por el reportaje que puede conseguir de este descubrimiento, se hace cómplice del trabajo de Seth y termina entablando una relación amorosa con él. Un amor que se tornará en imposible cuando el científico experimente en sus propias carnes las consecuencias de un terrible error de teletransporte, donde su cuerpo se fusiona con el de una mosca que se cuela por accidente en la cabina.

Mientras que en el clásico de Neumann se centraba más en los aspectos psicológicos de la tragedia, donde la transformación del protagonista en insecto era parcial (cabeza y un brazo de mosca), Cronenberg se recrea (como era habitual en su obra) en la paulatina degeneración física del personaje de Seth hasta convertirse en un desagradable amasijo de carne putrefacta. No por nada, el director era conocido como el maestro del terror quirúrgico. Jeff Goldblum realizó uno de sus trabajos más complejos y recordados en un excéntrico personaje que pasa de caer simpático al espectador a convertirse en un ser egocéntrico, violento y enloquecido, que se siente superior al resto de los mortales por las capacidades especiales que ha adquirido tras su experimento (agilidad, energía y fuerza sobrehumanas). Geena Davis pone el contrapunto sensato a la trama, destilando una gran química con su compañero de reparto. El correcto John Gertz completa el triángulo amoroso, en el rol de Stathis Borans, editor de la revista para la que escribe Verónica y despechada antigua pareja suya. Es un acierto de la película, la gran importancia que se le otorga a la historia de amor, que adquiere unos tintes trágicos considerables ante la impotencia de la mujer por no poder salvar a su amado de un más que seguro trágico desenlace. Cronenberg carga también las tintas en los aspectos más sórdidos y violentos, convirtiendo a su protagonista en un depravado sexual de insaciable apetito y un peligro para los que le rodean, llegando a partirle un brazo a un tipo durante un pulso en la escena del bar. El director se mueve a sus anchas en esto de mostrar lo peor del ser humano, pero tiene la suficiente maestría para que finalmente, el público sienta compasión por semejante monstruo. Destacan una intensa música de Howard Shore y, sobre todo, unos magníficos efectos especiales a cargo del especialista Chris Walas, que vio recompensado su impecable trabajo con un Óscar al mejor maquillaje. Sin duda, estamos ante una de las criaturas mejor diseñadas de la historia del género. Como anécdota, señalar que el propio David Cronenberg aparece en un breve papel de médico durante la escena en que Verónica tiene una pesadilla donde da a luz a una enorme larva.

Pese a tratarse de una obra con un gran contenido violento y gore, con escenas no aptas para estómagos sensibles, The Fly se convirtió en el mayor éxito de su director hasta el momento, con más de 60 millones de dólares recaudados. Chris Walas se encargó de dirigir una floja continuación en 1989 con Eric Stolz interpretando al hijo de Seth y Verónica. Sobra decir que la acogida crítica y comercial fue mucho menor. Últimamente, tras una etapa más sobria de su cine con títulos como A History of Violence (2005) o Eastern Promises (2007), nos llegan noticias de que Cronenberg planea un remake de su gran éxito The Fly. Dudo que con las nuevas tecnologías se logren unos resultados más escalofriantes que los de esta joya de los 80, al igual que no creo que a este director le haga falta rehacer una obra que tal y como la conocemos, pertenece a lo mejorcito del cine fantástico de todos los tiempos. ¿Se habrá vendido finalmente a la industria tras esa Cosmópolis (2012) donde Robert Pattinson fue un inútil reclamo para la taquilla? Tiempo al tiempo. (José Antonio Martín – ElAntepenúltimoMohicano.com)