En The Collector, Freddie Clegg, un empleado del Banco de Londres, es un hombre introvertido y triste que se dedica a coleccionar mariposas. Su vida cambia bruscamente cuando le toca la lotería, pues entonces decide secuestrar a Miranda Grey, una joven estudiante de arte por la que se siente atraído desde hace tiempo. Compra una casa en las afueras de Londres y retiene a la chica en el sótano un mes. Durante ese tiempo afloran en los dos personajes sentimientos encontrados.
Mejos Actor y Mejor Actriz en el Festival de Cine de Cannes 1965Mejor Actriz en los Globos de Oro 1965
- IMDb Rating: 7,6
- RottenTomatoes: 100%
Lo he dicho en infinitud de ocasiones, y jamás me cansaré de repetirlo. William Wyler fue el director perfecto. Deberíamos recoger firmas para que su foto apareciese junto al termino director de cine en todas las enciclopedias del mundo por decreto. The Little Foxes (1941), Mrs. Miniver (1942), The Best Years of our Lives (1946), Ben Hur (1959), The Children´s Hour (1961), son solo algunas de sus películas que ya hemos comentado con anterioridad en esta página, y afortunadamente aún quedan muchas más. Siempre tendremos nuestros directores favoritos en cuyas filmografías encontremos mejores y peores cintas. En mi caso siempre primará Billy Wilder, mas hay películas suyas que no soporto. El caso de Wyler es diferente. No lo admiras porque te gusten todas sus películas, ya que eso depende de cada uno y resultaría casi imposible. Pero si hay algo más complicado aún es encontrar una cinta con su nombre que baje del 8/10. Wyler fue un director que jamás tuvo un problema durante un rodaje. Siempre se atuvo a las fechas de rodaje y a los presupuestos. Era el director soñado por los estudios de cine. Y además tenía talento. Talento para dirigir y gestionar todo lo que estuviera a su alcance. Mitad artista, mitad empresario, fue seguramente esta dualidad suya, y capacidad de adaptación en el trabajo lo que le permitió afrontar con mayor facilidad los numerosos retos que se le presentaron a lo largo de su vida. Ya fuera rodar en el desierto, en una Inglaterra atacada por los alemanes, a bordo de un bombardero y recibiendo metralla, o en un cómodo estudio de cine. Y por supuesto, ser capaz de filmar todo tipo de historias, ya fuera la de un joven príncipe judío que ansía venganza, la de una familia británica que trata de sobrevivir a la guerra, dos maestras acusadas de homosexualidad, o en el caso que se nos presenta hoy, el de un psicópata romántico.
Freddie Clegg (Terence Stamp) es un introvertido empleado de banco. Su vida resulta gris y anodina. No tiene amigos, debido a su dificultad para relacionarse con el resto de personas, por lo que además es víctima de numerosas burlas. No es hasta el día que gana una gran fortuna gracias a las quinielas cuando su vida da un giro. Compra una hermosa casa en el campo donde puede aislarse del mundo para llevar a cabo su gran afición: coleccionar mariposas. Pero con el tiempo resulta insuficiente. Busca captar y poseer la belleza, mas una que sea menos efímera que la de una mariposa. Busca una belleza viva. La de una mujer. Y la escogida es una antigua conocida de su infancia, Miranda Grey (Samantha Eggar), una joven y hermosa estudiante de arte de la que siempre ha estado enamorado, y a la que secuestra. No se trata de un rapto cualquiera. Carente de todo tipo de compresión emocional, Freddie cree que proporcionando a Miranda todo lo quiera, ropa, joyas, comida, material de lectura y pintura, esta aceptará su secuestro con mayor facilidad. Es a partir de aquí donde Wyler muestra sus cartas. Poco a poco, pero sin interrupciones.
A raíz de un punto de partida claro, como es el secuestro de una mujer por un hombre, comienzan a surgir pequeñas historias que ayudan aún más a comprender el carácter de Freddie, y a meterse en la piel de Miranda. Él es una persona cohibida de clase media-baja con una educación básica, mientras que la chica pertenece a una familia acomodada, estudia en la universidad, y es popular entre sus compañeros. Esto permite presentar un doble juego interesantísimo en Freddie. Si bien es el secuestrador y por ende, el dominador, siempre se presenta a Miranda con excelentes modales, vestido de traje, y dispuesto a concederle todo lo que pida salvo el liberarla. Por lo que el personaje dominante se muestra en numerosas ocasiones dominado por la víctima. Ella decide seguirle la corriente en parte consciente de que no tiene otra opción. Acuerdan que la liberará al cabo de unas semanas si ella le sigue el juego. Esto no hará más que permitir a Miranda conocer y comprender un poco más la compleja personalidad de su captor, por el que empezará a sentir lástima. No podemos afirmar que sufra del conocido síndrome de Estocolmo, ya que en su mente siempre está presente la idea de huir, pero si llega a aceptar las ideas románticas de Freddie inconscientemente para que facilitar su secuestro. Este último sufre en su interior ante una compleja lucha de aceptación. Por un lado desea que ella se enamore de él y vivir juntos por siempre en aquella casa, pero también sabe que eso es casi imposible, y aunque así fuera, son demasiado distintos. Sus fuertes complejos de una vida entera sufriendo el desprecio de los que eran superiores a él no hacen más que recordarle lo imposible de su deseo. Especialmente esclarecedor en este sentido es el momento en el que ella se ofrece sinceramente a él y este no la cree, simplemente porque no quiere.
Wyler sorprendió a todos cuatro años antes con la adaptación de The Children´s Hour, de Lillian Hellman, la cual ya había llevado a la pantalla en los años 30 con mayor dificultad. En los 60 vuelve con dos de las actrices más cotizadas del momento, Audrey Hepburn y Shirley McLaine. A pesar del renombre del director y las actrices, y de que la sociedad americana comenzaba a abrir un poco sus conservadoras mentes, esto no fue suficiente para que la cinta alcanzase una aceptación total. Wyler siempre vio demasiado fácil dirigir una historia que gustase a todos como Mrs. Miniver o Ben Hur, y buscó aquellas historias en la que transmitiera un mensaje menos popular. Casi como un oasis en el desierto, Wyler se atrevió a contar algo más. Y si en su anterior cinta lo intentó por segunda vez con una historia de temática homosexual, en su siguiente trabajo lo intentó mostrando, analizando, y hasta justificando el carácter de un secuestrador. Visionario.
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