En Take Shelter, Curtis LaForche vive en un pequeño pueblo de Ohio con su mujer y su hija, una niña sorda de seis años. Un día, empieza a sufrir alucinaciones apocalípticas en forma de sueños. Sin saber si sus pesadillas son fruto de una enfermedad mental o verdaderas premoniciones, Curtis se esconde en su seguro refugio antitornados para afrontar una eventual tormenta apocalíptica.
Premio FIPRESCI, Gran Premio del Jurado Semana de la Crítica Festival de Cannes 2011
Premio Especial del Jurado Festival de Gijón 2011
- IMDB Rating: 7,4
- Rottentomatoes: 91%
El fin del mundo es algo que apasiona. Desata el morbo. Genera una perturbadora curiosidad. Sin duda lo que más fascina al ser humano es aquello que parece imposible y titánico. Por ello el advenimiento de una catástrofe provoca un magnetismo malsano que la literatura y el cine, a lo largo del tiempo, han aprovechado. Sobre todo tras el disparate mediático desatado con la supuesta predicción del fin del mundo, para diciembre de 2012, por parte de los mayas. El halo místico y religioso que se asocia al fin de la humanidad ha sido reformulado en favor de mundos posapocalípticos, distópicos en el que un puñado de supervivientes luchan contra las consecuencias de la hecatombe. Esta concepción tan «comercial», tan fantástica, tan inverosímil se me antoja atractiva y evasiva a partes iguales. Evasiva en tanto en cuanto los apocalipsis, relativizando su condición destructiva hasta la extinción, se han dado y se dan a lo largo de la historia. Existen los cataclismo personales y de determinados grupos sociales. Y también se han contado en películas y libros. Una simbiosis de ambas concepciones del ocaso, aderezadas con una muy personal, es la que nos encontramos en Take Shelter, fenomenal película de Jeff Nichols. Un drama, mixturado con otros géneros como el thriller psicológico o, incluso, el cine de terror. Una cinta alegórica. De lo sobrenatural a lo cotidiano. De lo personal a lo comunitario.
Tras su espléndida opera prima, Shotguns Stories (2007), y antes de su recién estrenada y también brillante Mud (2012), Jeff Nichols escribió y dirigió otra joya ambientada en la América más profunda y rural. El director nacido en Arkansas nos cuenta la historia de un obrero, llamado Curtis, que vive tranquilamente con su familia -su mujer y su hija sorda- hasta que una suerte de pesadillas premonitorias –principalmente sobre tormentas y tornados– empiezan a estropearlo todo y lo conducen hasta la obsesiva necesidad de construir un refugio como protección ante lo que supuestamente se avecina. Para llevarlo a cabo se empeña económicamente y su estabilidad familiar y mental comienzan a derrumbarse. La metáfora para muchos está clara, para aquellos que no la acaben de ver el propio director afirmó en distintas entrevistas promocionales que tuvo muy presente la crisis económica actual a la hora de confeccionar el guion. Sin duda las catástrofes naturales son la equivalencia de las calamidades económicas que asolan a Occidente. Usa lo sobrenatural para hablar de lo mundano. Es un relato en clave de ficción de algo tan real como la vida misma. Nichols quiere hacernos ver que Curtis podría ser cualquier padre de familia, naufragando en la enajenación de dilapidarlo todo. El espectador es testigo del descenso al infierno de la precariedad de la economía familiar. Por culpa de fenómenos aparentemente indomables, uno presencia las trágicas consecuencias de la solicitud de un crédito en condiciones desfavorables, un despido y la consabida pérdida del seguro médico. Todo ello al borde de una operación para que su hija recupere la audición. Un drama diario.
No obstante, esta metáfora de rigurosa actualidad no es lo único sobresaliente de Take Shelter. Destaca el pequeño elenco actoral, con una medidísima actuación de Shannon –protagonista también de Shotgun Stories, acompañado de una sobria y perfecta Jessica Chastain. Shanon ya no sorprende, y qué decir de Jessica Chastain, omnipresente en la cartelera de los últimos tiempos. Ambos son los pilares interpretativos de una cinta que se mueve al ritmo del péndulo que se debate entre la demencia y la cordura. Otro de los elementos interesantes de Take Shelter: esa desasosegada lucha de Curtis por tratar de dar coherencia a sus miedos, a sabiendas de que escapan a cualquier discernimiento ¿Serán síntomas de una enfermedad mental o son premoniciones con visos de realidad? Su esposa tampoco parece tener respuestas, simplemente hace un sobreesfuerzo sincronizando sus aprensiones con las de su marido. Trata de entender, quiere creer que a su compañero de lecho no se le escurre la razón entre sueños. Un hombre se desmorona ante el estupor comunitario y parece no tener freno. No se trata solo de pesadillas, ni de alucinaciones. Se trata la ansiedad inherente al miedo a perderlo todo.
Las sensaciones, las emociones con las que se juega en esta narración generan un desasosiego claustrofóbico. La puesta en escena invita a la turbulencia emocional, al desasosiego y la zozobra. Un relato turbio, que asusta. Planos tormentosos que mantienen la tensión y la turbación en esta vertiginosa trama. Escrita y dirigida con la gramática de los grandes, Nichols se confirma como uno de los grandes cineastas americanos del presente, y Mud confirma su voluntad de permanencia. Take Shelter es una disección de los cobijos más recónditos de la mente humana en confrontación con lo sobrenatural. Una angustiosa reflexión sobre una sociedad escéptica de su oscuro porvenir, un tratado sobre la neurosis apocalíptica desde la subjetividad demencial de un hombre marcianamente profético. Galardonada con el premio FIPRESCI en el Festival de Cannes y con el Premio Especial del Jurado en el Festival de Gijón. Verdaderamente una de las mejores películas de 2011. No es una obra maestra, pero sí una joya harto recomendable habida cuenta de sus quilates.
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