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  • News of the World (Paul Greengrass – 2020)

    News of the World (Paul Greengrass – 2020)

    News of the World transcurre cinco años después del fin de la Guerra Civil estadounidense. El capitán Jefferson Kyle Kidd, veterano de tres guerras, viaja de ciudad en ciudad narrando noticias, hablando de presidentes y reinas, de luchas gloriosas, devastadoras catástrofes y apasionantes aventuras que tienen lugar en cualquier rincón del mundo. Un día, en las llanuras de Texas, el capitán conoce a Johanna, una niña de diez años secuestrada seis años atrás por la tribu Kiowa, y que durante ese tiempo fue educada como uno de ellos. Johanna, en contra de su voluntad, debe irse a vivir a casa de sus tíos, un lugar hostil y desconocido para ella. El capitán Kidd acepta entregar a la niña a sus tutores legales. En el viaje, ambos recorrerán cientos de kilómetros a través de una inhóspita naturaleza, y deberán enfrentarse a enormes dificultades, humanas y naturales, en búsqueda de un lugar al que puedan llamar “hogar”.

    Top 10 Mejores Películas del Año y Mejor Guion Adaptado (National Board of Review 2020)

    • IMDb Rating: 6,9
    • Rotten Tomatoes: 88%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Suerte de inversión y homenaje a Mas Corazón que Odio, de John Ford, News of the World, el western realizado por el director de Bourne: El Ultimátum y United 93, utiliza el género y una historia que transcurre en 1870, poco después del final de la Guerra Civil, para narrar la extraña relación entre dos seres solitarios y a la vez hacer algunos comentarios políticos de relevancia actual. Con Tom Hanks de nuevo en un rol de Capitán (como en Capitan Phillips, dirigida también por Greengrass) se trata de un relato que intenta ser épico e íntimo a la vez, un viaje peligroso por un territorio violento que sin embargo tiene un fin noble: regresar a una niña a su casa. O algo parecido a eso.

    La situación, sin embargo, no es tan clara de entrada. Cuando el Capitán Kidd se topa con la pequeña Johanna (tal es el nombre que figura en sus papeles), la chica está sola en medio de un camino perdido de Texas en el que un hombre negro ha sido brutalmente asesinado y colgado. Ella es rubia y de ojos celestes pero habla el idioma de la tribu kiowa y no entiende una sola palabra de inglés. Solo gracias a la documentación que encuentra a su lado, Kidd empieza a entender qué pudo haber pasado con ella: se trata de una chica de familia alemana que ha sido secuestrada por esa tribu de muy pequeña, creció con ellos y ahora ha quedado a la deriva luego de que los indígenas fueron masacrados y el hombre que se la llevaba, como vimos, asesinado.

    Kidd tiene un curioso trabajo y tener que hacerse cargo de la chica se lo complica. El título del film, «las noticias del mundo», refiere a eso. El hombre viaja de pueblo en pueblo leyéndoles a sus habitantes las noticias que considera relevantes de diarios de todo el país, algunas importantes (una epidemia de meningitis, sin ir más lejos) y otras más folclóricas, pequeñas historias humanas para entretener a aldeanos que necesitan distracción después de años de combates, pérdidas y sufrimientos. El lo sabe porque también luchó en la Guerra Civil y, si bien lo esconde, ha sufrido bastante. Como si fuera un show en gira –o un noticiero móvil–, los oyentes le pagan diez centavos por entrar al evento y así Kidd sobrevive.

    Pero el tipo no logra deshacerse en ningún lado de la tal Johanna que en realidad responde al nombre de Cicada (la encarna la pequeña e intensa actriz alemana Helena Zengel, descubierta en System Crasher) y no le queda otra que llevarla a través de 400 peligrosas millas hacia el sur, desde Wichita Falls hasta Castroville (cerca de San Antonio), donde ella tiene parientes, sumándola de paso a sus performances de lectura ambulante. Pero a lo largo del viaje ambos deberán superar bastantes contratiempos, algunos de ellos naturales y prácticos pero la mayoría, humanos.

    News of the World enfrenta a un personaje como Kidd que, en la piel de Hanks, es tan noble, humano y generoso como uno podría imaginar, con un mundo violento, individualista y hasta criminal en el que los poderosos y los bandidos parecen tener a la gente hundida en el temor y la pobreza. Greengrass (y seguramente la novela en la que la película se basa, escrita por Paulette Jiles) ve a Kidd como un personaje ilustrado y responsable luchando batallas que muchas veces parecen perdidas frente a ciertas fuerzas racistas, abusivas o que apuestan por la ignorancia como forma de control social. Cualquier comparación con la actualidad –y las fricciones políticas entre demócratas y republicanos de Trump– no es casual.

    Si bien es un western de paisajes impactantes –fotografiados por Dariusz Wolski– que engloban a los dos personajes perdidos en medio de los gigantescos y peligrosos escenarios, el centro de Greengrass pasa por elaborar de a poco esa relación de mutua necesidad que se va generando entre Kidd y Cicada. Con muy poca capacidad de dialogar entre sí por el tema idiomático, los dos se conectan a través de episodios de valentía o de solidaridad que van dejando en claro que tienen entre sí mucho más en común de lo que en principio suponen y que se necesitan el uno al otro. Los que vieron The Mandalorian notarán también varias similitudes entre ambas historias.

    Y en ese sentido es que News of the World invierte el juego del film de John Ford que mencioné al principio. En ese clásico de 1956, John Wayne iba a buscar a una niña raptada por una tribu para traerla de regreso a su familia. Allí, Ethan Edwards (así se llamaba su inolvidable personaje) funcionaba como una rémora del pasado, un hombre violento que no podía sumarse a esos Estados Unidos que iban empezando a ser una sociedad más «civilizada» y, al cumplir su misión, decidía apartarse de ese mundo. Acá el viaje es similar pero el resultado es distinto. Kyle Kidd representa a ese «mundo nuevo» que estaba apareciendo y su función en la historia seguramente deberá ser otra. Y su «masculinidad», si se quiere, está más en consonancia a la de estos tiempos que a la que, uno imagina, debe haber sido esperable en la Texas profunda de 1870.

    A diferencia de sus películas más conocidas en la que se caracterizó por el uso de una cámara nerviosa, manual y agitada, Greengrass prefiere acá el clasicismo más típico de un western que no le escapa a cierta solemnidad. A través de sus 110 minutos, coloca tres o cuatro escenas de acción y/o suspenso que le permiten intensificar el drama, pero lo hace de un modo mucho más tradicional que en, digamos, la frenética saga Bourne. Es un film más reposado y efectivo que tiene en Hanks, curiosamente, su mejor y su peor arma. Lo primero es obvio: pocos actores tienen su carisma y talento para sostener un relato casi por sí solos y con mínimos diálogos. Y lo segundo es más complicado: es un personaje sin dobleces hecho por un actor que proyecta nobleza en cada escena. Y eso, que puede ser ideal de encontrar en una persona en la vida real, es un tanto más problemático en un personaje que, se supone, debe ser complejo para ser interesante, especialmente en un western. Al final quizás ella sea el arma secreta –imprevisible, rara, impenetrable– de esta sólida película. (Diego Lerer – micropsiacine.com)

  • Diamond Flash (Carlos Vermut – 2011)

    Diamond Flash (Carlos Vermut – 2011)

    En Diamond Flash, Violeta está dispuesta a lo que sea por encontrar a su hija desaparecida. Elena guarda un extraño secreto. Lola quiere saldar cuentas con su pasado. Juana necesita que alguien la quiera sin condiciones ni preguntas, y Enriqueta sólo busca que le hagan reír. Estas cinco mujeres tienen algo en común: todas están relacionadas con Diamond Flash, un misterioso personaje que cambiará sus vidas para siempre.

    • IMDb Rating: 6,6

    Película 

    El cine está cambiando. Al nivel de las superproducciones, por ejemplo, llevan varios años intentando encasquetarnos el 3D, con cada vez más directores de renombre apuntándose a la moda y cada vez más avances técnicos introducidos para volver a ese concepto de espectáculo en el séptimo arte. En el lado contrario, el de las producciones más modestas, también hay nuevos mecanismos como el crowdfunding o las estrategias de marketing, y nuevas cámaras que permiten rodar con cada vez menos presupuesto. Centrándonos en este segundo nivel, la clave es hacer más con menos, sobre todo si se trata de una ópera prima. Al arrancar un proyecto, las dificultades son numerosas, por lo que lo mejor es apostar por algo nuevo, algo original, que sorprenda y sea lo suficientemente memorable como para financiar un segundo proyecto, teniendo en cuenta que el primero no puede haber costado demasiado. Y Carlos Vermut es muy consciente de ello. Dibujante contrastado, ha debutado tras las cámaras hace un par de años con Diamond Flash, todo un hito en el cine de consumo online. Y lo ha hecho confiando plenamente en su experiencia creativa, asumiendo la responsabilidad de todos los departamentos principales del filme: la fotografía, el montaje, el guion, la producción y la dirección. Un esfuerzo titánico que demuestra la increíble capacidad de este hombre todoterreno, y que ha permitido tanto asegurar una visión libre y única de la película como abaratar al máximo sus costes.
    Pero la nimiedad de su presupuesto queda también patente al comprobar la limitación de sus decorados, la sobriedad de sus acciones e incluso su acabado visual. Los primeros son casi todos interiores naturales con apenas atrezo, con una ambientación intencionadamente cutre y una iluminación mínima y resolutiva. Las segundas se basan en largas y a veces reiteradas conversaciones entre dos personajes sentados frente a frente, sin apenas moverse del sitio. Y el último resulta del dispositivo de video que proporciona una cámara fotográfica en HD. Sin duda existen pocos largometrajes con menos medios que éste, el cual no tiene en cambio nada que envidiarle a los que cuentan con muchos más medios ni a los que tienen un presupuesto mucho más holgado. ¿Por qué podemos afirmar esto? Pues porque Vermut tiene el talento y la sabiduría necesarias para apoyar su filme en una historia que basa todo su poderío en sus personajes y sus diálogos. Recordemos con todo que dicha historia, especialmente en una ópera prima, no puede ser anodina y debe llamar la atención, y a menudo ello se logra recurriendo a un estilo innovador o a una técnica heterodoxa. Sin embargo, en el caso de Vermut, la originalidad proviene casi únicamente de los dos aspectos mencionados: en lo que respecta a la planificación técnica, la misma sigue con escasas excepciones la regla más llana y segura, la del plano/contraplano. Por tanto, la capacidad de sorpresa y de éxito queda incluso más circunscrita, y su realización tiene incluso más mérito.
    En concreto, Diamond Flash nos cuenta una historia de mujeres, con vidas a priori independientes pero que acaban entrelazándose a través del oscuro antihéroe/superhéroe que da título a la película. La misma está dividida en cuatro capítulos, y sigue las tramas de una madre soltera cuya hija ha sido secuestrada, de una mujer maltratada por su pareja, de dos lesbianas afincadas en un restaurante abandonado y de una asesina que pretende que la hagan reír. La narrativa adquiere de hecho un decidido aire tarantiniano, aunque su ritmo y montaje son mucho más pausados, y su alcance más cercano e intimista. Los diálogos también tienen algo de Tarantino, mezclando con envidiable verosimilitud el realismo y la estilización, y algunos de los personajes tampoco estarían muy alejados del universo del de Tennessee. Pero es más bien en sus contadas secuencias, individualmente consideradas, donde encontramos lo realmente asombroso de esta película. Se trata de ese halo misterioso, de creciente intensidad, que Vermut consigue imprimir a cada momento, dándole la vuelta a situaciones aparentemente triviales e imaginando giros y secretos que otorgan un significado mucho más profundo e intrigante a dichas secuencias. Esto se consigue diseñando cada una de ellas en base a motivaciones claras: las citadas conversaciones, aunque a veces puedan parecer vagas e intrascendentes, son siempre sinceras y francas, y sobre todo se producen con acciones o propósitos en la mente de los personajes, no con simples ideas o pensamientos. Por ello, Diamond Flash, pese a sus apuntadas premisas, consigue estar repleta de energía y de dinamismo.
    Ahondando en los dos aspectos anteriormente destacados, nos encontramos asimismo con unas actrices en estado de gracia, todas desconocidas pero bendecidas con unos personajes fuertes y vibrantes que facilitan su interpretación. Los mismos están cuidadosamente elaborados, y se expresan con tanta naturalidad que cosechan enseguida nuestra simpatía por muy oscura o reprochable que sea su naturaleza. Por su parte, los diálogos discurren con el mismo tipo de naturalidad, pero se detienen cuando la secuencia en cuestión alcanza su punto climático, y la misma pasa a resolverse con unas lágrimas, unos gemidos, unas risas, un silencio o incluso un pedo. Esto último nos indica igualmente que Vermut se atreve con algunos momentos que podrían resultar pueriles o absurdos, pero que más bien resultan hipnóticos quizás por inesperados, aunque todos los minutos anteriores, por ese magnetismo oculto del que hablábamos, nos hayan ido conduciendo hacia tal desenlace. Además, esa sensación recurrente en todo el metraje permite que el mismo no parezca nunca inconexo, por mucho que a menudo la relación entre las tramas sea argumentalmente débil. Dicho de otro modo, nos creemos que una cosa lleva a otra, que una escena conduce a la siguiente, por esa fascinación anhelante que nos producen, aunque su causalidad sea relativa. Lo que lleva a cabo Vermut es en definitiva una manipulación del relato cinematográfico, no tanto transformándolo, sino sacándole el máximo jugo posible a sus elementos más esenciales. Pues, al fin y al cabo, el cine está cambiando pero no tanto como para abandonar sus señas de identidad.
  • The Wicker Man (Robin Hardy – 1973)

    The Wicker Man (Robin Hardy – 1973)

    Una carta que hace sospechar que una joven desaparecida ha sido asesinada lleva al sargento Howie de Scotland Yard hasta Summerisle, una isla en la costa de Inglaterra. Allí el inspector se entera de que hay una especie de culto pagano, y conoce a Lord Summerisle, el líder religioso de la isla. The Wicker Man es, sin dudauna obra maestra.

    • IMDb rating: 7.6
    • RottenTomatoes: 90%

    Torrent / Subtítulo (Calidad 720p)

    Basado en un libro de Anthony Shaffer y dirigida por Robin Hardy, The Wicker Man se ha convertido con el paso del tiempo en un film de culto. Tengamos en cuenta que el cine británico de terror de los años setenta estaba dominado aún por la productora Hammer a pesar de estar ya en clara decadencia. Tanto vampiro y tanto castillo ya empezaban a estar muy vistos. Hubo otros autores que decidieron innovar en cuanto a temas y a la forma de afrontarlos. The Wicker Man es un buen ejemplo de estas nuevas vías de experimentar. La película logra inquietar y provocar cierto desasosiego, optando por un terror psicológico que recuerda a films de Polanski como Repulsión o El Bebé de Rosemary
    Todo parece ser una surrealista obra de teatro que se representa y en la cual el protagonista es el centro involuntario: bailes con mascaras de animales, una sexualidad desenfrenada, ritos de fertilidad y un misterioso sacrificio que se precipita sobre él. Film de culto por excelencia dentro del género de terror, The Wicker Man sigue siendo un rara avis que sorprende por lo inclasificable de su propuesta, por su inusual mezcla de géneros, por la belleza de los paisajes naturales, por la onírica fotografía que le otorga esa ambientación alucinada y alucinante y por la infinidad de pequeños detalles que enriquecen su puesta en escena.
  • Spoorloos (George Sluizer – 1988)

    Spoorloos (George Sluizer – 1988)

    En Spoorloos, Rex y Saskia son una pareja de holandeses de vacaciones en Francia. En una gasolinera, Saskia desaparece sin dejar rastro. Rex dedica tres años de su vida a intentar encontrar a su novia sin éxito. Un día empieza a recibir postales de alguien que promete revelarle qué le pasó a Saskia. El supuesto secuestrador, un tipo llamado Raymond Lemorne, es un personaje escalofriante a quien Rex sigue la corriente en su obsesión de conocer la verdad sobre la desaparición de su amada. Y la verdad, quizá, sea más siniestra de lo que él nunca se atrevió a imaginar…

    • IMDb rating: 7.8
    • RottenTomatoes: 100%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

     

    Stanley Kubrick no sólo fue el reputado, obsesivo y perfeccionista director de cine que todos conocemos, y uno de los más atípicos de la industria cinematográfica moderna. También fue un ávido cinéfilo que iba al cine tantas veces como podía, independiente del género, director o intérprete que estuviese en pantalla. Uno de sus filmes favoritos de fines de los 80 era Spoorloos del francés de George Sluizer, quien en varias entrevistas comentó sobre el interés del director de Lolita sobre su obra. Ambos mantuvieron largas conversaciones telefónicas, situación que ni el propio Sluizer a veces podía creer.

    Spoorloos es cálculo y perversidad en torno a la desaparición de Saskia (Johanna ter Steege), quien junto a su novio Rex (Gene Bervoets) se detienen en una estación de servicio. Es en este lugar de indudable conectividad y tránsito de personas en donde se perderá el rastro de la joven, provocando en Rex la perplejidad y obsesión de quien no sabe nada. Sin rastro, sin testigos y sin descanso se iniciará el padecimiento afectivo de un hombre trastocado por el destino, uno por lo demás incierto y cruel.

    Sluizer abraza con ingenio algunos códigos hitchkoneanos, a la vez que como espectadores nos invita a reflexionar sobre la fragilidad del ser humano cuando éste pierde identidad en el bullicio y en la masa. Lo interesante de Spoorloos es que se trata de un filme sobre la obsesión de quien ha sido mutilado a nivel afectivo por medio de un secuestro, el que no se sustenta en el dinero y tampoco en la maldad, sino en la atractiva posibilidad de cometer un crimen y en salir impune de ello. Detrás del secuestro de Saskia hay un hombre de familia, padre amoroso y ciudadano modelo. Raymond Lemorne (un excepcional Bernard-Pierre Donnadie) esconde bajo un velo de rectitud moral el tedio de alguien que desde adolescente se ha preguntado si puede o no ir más lejos, siendo lo más distante la posibilidad que implica destruir una vida.

    La cámara de Sluizer explora la retorcida agenda de Raymond como si se tratase de una gran preparación culinaria, cuyos ingredientes son la paciencia, el autocontrol y la frialdad. Cometer un crimen perfecto supone dedicación y atención por los detalles, pero también silencio y mucha perspicacia. Dichos elementos fascinaron a Kubrick y también son los que hicieron de Spoorloos una obra fría, casi matemática en la que Rex, la pareja de Saskia busca desesperadamente la oportunidad de redimirse por su falta de atención.

    En Europa, Estados Unidos y en Latinoamérica se producen cientos de desapariciones cada año, ya sea de niños o adultos. Detrás de estos hechos hay crímenes o simplemente la necesidad de desvanecerse en medio de la nada. Spoorloos habla del vacío de quienes quedan con la incertidumbre, aun cuando han pasado años y se han sumado nuevos recuerdos.

    El éxito de Sluizer con Spoorloos explotó a fines de la década más superficial y consumista del último siglo, una en la que también era fácil perderse a nivel físico y afectivo. Esto le permitió la realización de un remake bajo tutela hollywodense con el nombre de The Vanishing (1993). Aquí el protagonista era Kiefer Sutherland, la mujer desaparecida era Sandra Bullock (en sus primeros años como intérprete) y Jeff Bridges era el hombre de familia dispuesto a demostrar una teoría por medio del asesinato. Es relevante reconocer que el filme está muy bien realizado, a la vez que transmite los mismos cuestionamientos de su predecesora. A ello se suma el perturbable score de Jerry Goldsmith y el oficio de Bridges, cuya caracterización es tan repugnante y fascinante como la de Bernard-Pierre Donnadieu. Sin embargo, la versión que cautivó a Kubrick sigue siendo Spoorloos, filme que es una de las historias más atípicas y reflexivas en torno a la imagen de un psicópata, el cual habita en una familia siempre compuesto y vestido de traje.

    George Sluizer dirigió poco y en 2014 partió a otro mundo, siendo su principal legado una película que sorprende por su simpleza técnica y escénica, y también por un nivel de profundidad narrativa, la que mostró el corazón de un padre amoroso en apariencia, pero que siempre estuvo podrido y desviado. Spoorloos es el hombre bueno y también el malo que habita en silencio algunos recovecos de nuestra alma. (Julio Bustamante – ElAgenteCine.cl)

  • The Searchers (John Ford – 1956)

    The Searchers (John Ford – 1956)

    The Searchers sucede en Texas, tres años después de la guerra de Secesión, Ethan Edwards, un hombre solitario, vuelve derrotado a su hogar. La persecución de los comanches que han raptado a una de sus sobrinas se convertirá en un modo de vida para él y para Martin, un muchacho mestizo adoptado por su familia.

    • IMDB Rating: 8,0
    • Rottentomatoes: 100%

    Película / Subtítulo

     

    John Ford, “un republicano del Estado de Maine”, como le gustaba presentarse, estrenó en 1956 The Searchers, una película que solo años después sería plenamente comprendida y confirmaría a su director, un cascarrabias neurótico, como uno de los escasos genios (sí, escasos, ya es hora de ir quitando nombres de la lista) que ha dado la industria del cine. Para quien no conozca el argumento, The Searchers narra con un talento melvilliano la peripecia de un hombre trágico y amargado, Ethan Edwards (John Wayne), que vaga en busca de su sobrina Debbie, secuestrada por una partida del jefe indio Cicatriz (Harry Brandon), responsable también del asesinato del hermano y la cuñada de Ethan. En la búsqueda, interminable y fantasmal, acompaña a Edwards un mestizo, llamado Martin Pawley (Jeffrey Hunter) y participan dos personajes que solo cabe describir como fordianos: el reverendo Samuel Clayton Johnson (Ward Bond) y Mose Harper (Hank Worden).

    Ningún guion hará justicia a la extraordinaria complejidad de The Searchers. Apoyado en unas interpretaciones magistrales, Ford ajusta para siempre las cuentas con las entrañas racistas y depredadoras del wéstern, ese género que describe milimétricamente la formación de Estados Unidos. Entra a fondo en la paranoia del miedo interracial, el horror que consume a Ethan —su idea inicial es matar a la niña, mancillada por los indios—, y en la venganza como motor de la Conquista. Edwards también es un solitario, tipificado como un leatherstocking, un pionero avanzadilla de la civilización blanca, pero incapaz de formar una familia. La película enhebra la neurosis racial con el conflicto entre nomadismo y hogar que desgarró a una parte de la generación salida de la Guerra de Secesión.

    El argumento de The Searchers sería poca cosa sin un despliegue narrativo que es capaz de transmitir al espectador emociones muy complejas a trevés de recursos expositivos sencillos. Quien quiera comprobar el genio de Ford, que atienda a la secuencia maestra en la que el reverendo Clayton observa como Martha, la cuñada de Ethan, acaricia el capote de éste; la mirada del reverendo nos cuenta una historia lejana y quizá oscura entre Ethan y Martha, pero nos dice también de que jamás una sola palabra saldrá de los labios del mudo espectador. O el momento en que Ethan vuelve de su misión de reconocimiento —sin su capote— e informa a Martin y Brad de la localización de la partida india; sus nerviosos movimientos excavando con el cuchillo en la tierra revelan que está mintiendo. O el entrañable gesto del analfabeto Jorgensen Sr. (un gran John Qualen), calándose los anteojos cada vez que su hija Laurie lee una carta del searcher Martin.

    Han pasado 60 años desde The Searchers pero parece que fue ayer cuando se estrenó. Ford, como Hitchcock y Lang, es uno de los gigantes que llevó la capacidad expresiva del cine hasta límites inexplorados. Los clásicos se expresan mejor y vieron más lejos que estos contemporáneos tan, como decirlo, confusos y difusos. (Jesús Mota – ElPaís.com)

  • Room (Lenny Abrahamson – 2015)

    Room (Lenny Abrahamson – 2015)

    En Room, Jack es un niño de cinco años que cree que su habitación es el mundo entero, el lugar donde nació, donde come, juega y aprende con su madre. La habitación es el hogar de Jack, mientras que para su madre es el cubículo donde lleva siete años encerrada.

    • IMDb rating: 8.3
    • RottenTomatoes: 96%
    Mejor Actriz Premios Oscar 2015
    Mejor Actriz Premios Globo de Oro 2015
    Mejor Actriz Premios BAFTA 2015
    Premio del Público a Mejor Película Festival de Toronto 2015

    Película / Subtítulo

    En 2010, la escritora irlandesa -radicada en Canadá- Emma Donoghue escribió una novela libremente inspirada en el caso real de la austríaca Elisabeth Fritzl y luego concibió el guión para esta película dirigida por el talentoso Lenny Abrahamson (Garage, Frank). En la ficción el cautiverio no dura 24 años ni el secuestrador es el padre, pero la protagonista también es una mujer, Ma (Brie Larson), que es encerrada en una mínima habitación por un hombre al que sólo conoceremos como Old Nick. Ella da a luz a un hijo en cautiverio, Jack (Jacob Tremblay), y la historia será narrada desde el punto de vista (y la voz en off) del niño de 5 años.

    La inocencia del pequeño (que nunca ha conocido el mundo real y sólo tiene una visión parcial por lo que ve en televisión o le cuenta su madre) se contrapone al horror de esa confinación forzada. Ambos se acostumbran como pueden a sobrevivir con lo poco de ropa y comida que les da su captor, y cada noche Jack debe encerrarse en un armario mientras el hombre mantiene relaciones sexuales con Ma.

    Sin embargo, contra todos los prejuicios, esa primera parte de Room (la segunda es muy distinta, aunque no adelantaremos nada) evita caer en la perversión y el patetismo. La pudorosa, dúctil puesta en escena de Abrahamson y las conmovedoras interpretaciones de Larson y Tremblay le dan al relato una intensidad y una sensibilidad imponentes.

    Es cierto que no pocos espectadores podrán sentirse afectados por un film que indaga con profundidad en los efectos de semejantes abusos psicológicos y sexuales durante siete años, pero Room está lejos de ser una película de explotación gratuita, escabrosa o manipuladora. Estamos ante una historia extrema y muy dura, sí, pero sostenida desde un guión, una dirección y dos actuaciones impecables. Cine adulto, provocativo e inteligente. En estos tiempos de tanto entretenimiento pasatista no es sólo una audacia, sino toda una proeza. (Diego Battle – Diario La Nación)

  • El Ardor (Pablo Fendrik – 2014)

    El Ardor (Pablo Fendrik – 2014)

    En El Ardor, un joven chamán vagabundo que vive en la selva argentina, va a parar a una plantación de tabaco donde vive un hombre con su hija. Ese mismo día, unos mercenarios deforestadores, que llevan tiempo acosándoles, irrumpen en la granja.

    • IMDb Rating: 5,1

    Película (Calidad 1080p)

     

    El “western” latinoamericano es un género poco explorado, si bien –como demuestra El Ardor– casi todos sus elementos básicos y, si se quiere, prototípicos están ahí. Lo que hace Pablo Fendrik en su tercer filme es adaptar formalmente esos elementos hacia una narrativa clásica del western, pero con las particularidades y el territorio propios de la zona limítrofe entre Argentina y Brasil en la que transcurren los hechos.

    El Ardor funciona como una relectura, además, en versión oscura y descarnada del género. Están presentes el heroísmo, si se quiere, clásico, y el choque entre las fuerzas que intentan proteger la civilización frente a la “destructora”, pero los ejes aquí están invertidos ya que los villanos destructores no son indígenas ni mucho menos sino los sicarios enviados por los propios terratenientes. La trama es clara al punto de ser modélica y podría pertenecer –de hecho, por el tono algo místico y sombrío sería casi igual de lógico– a una película de samurais.

    Hay un grupo de mercenarios que trabajan para algún tipo de terrateniente y que se dedica a echar gentes de sus tierras, amenazándolos de muerte si se niegan a firmar falsos “contratos de compraventa” de sus terrenos en medio de la selva. Hay un agricultor que, con su hija, vive en la zona. El choque es inevitable y lo que sucede después –el rapto de la hija– también. La figura propia del western es el aparente vagabundo que encuentra cobijo y refugio en esta casa y que luego se dedicará a rescatar a la damisela.

    Las máximas narrativas son claras y precisas desde el principio y si bien Fendrik modificará algunos elementos para sorprender al espectador (hay una presencia acaso mística recorriéndolo todo), la línea clásica está estipulada de entrada. Lo que es original es la manera en la que se enfrenta a esta historia: los tempos narrativos, la planificación visual, el tono sombrío y oscuro, las inesperadas reacciones de algunos personajes. Los mercenarios son tres hermanos de distintas personalidades: el jefe, cruento y organizado (un excelente Claudio Tolcachir, visto En una Especie de Familia); el hermano más violento y salvaje (Jorge Sesán), y el más confundido y timorato (Julián Tello). Son ellos los que deben encontrar la forma de lidiar tanto con la mujer secuestrada (Alice Braga) y sus inesperadas reacciones, como con la presencia animalística del enigmático Kai de Gael García Bernal (No, Neruda, entre otras pelis), que marcha al rescate.

    Por las propias condiciones del terreno, por momentos el filme se parece a un juego de escondidas. No están aquí los enfrentamientos a campo abierto ni las cabalgatas del western. La lucha entre los secuestradores y Kai, primero, y lo que va sucediendo a lo largo del relato hasta el esperado y esperable gran choque final, funciona en lo que parece ser un laberinto de enormes árboles, altos pastizales y humo que generalmente no permiten ver demasiado. Detrás de árboles, arrastrándose por el piso o escondidos en canoas, los personajes se enfrentan desde la sorpresa y el silencio.

    Se habla poco y en tono bajo en El Ardor (es una película de mínimos y minimalistas diálogos), la violencia es seca y contundente, y el trabajo sonoro del filme apoya esa zona sombría, más cerca por momentos de película bélica (con un escenario tipo Vietnam) o hasta similar a películas de Apichatpong Weerasethakul, especialmente Tropical Malady, aquí también con la presencia de animales que funcionan como guardias de ciertos secretos que parece esconder la selva. Es esa figura animal (tan imponente como brutal) la que le agrega al filme un toque místico o de corte ecologista: los hombres defienden a los hombres, los animales defienden a la tierra.

    Visualmente espectacular pero sin buscar ningún tipo de belleza pintoresquista, El Ardor es un filme de acción pero no en el sentido más accesible del género: es perturbadora, violenta y desprovista de cualquier tipo de sentimentalismo. De hecho, se la puede alinear un poco a Jauja, la película de Lisandro Alonso que también va a Cannes y que tranquilamente puede ser considerada como un western –más extremo, pero western al fin–. Ambas son películas de secuestro, de pérdida, de revancha, de viajes por territorios inexplorados (árido uno, selvático el otro) y de enfrentamientos entre los ocupantes y los dueños de la tierra.

    Lo que es un logro importante de El Ardor es haber podido armar una coproducción entre varios países latinoamericanos que se sienta totalmente natural, ya que la zona en la que transcurre está habitada por personajes que hablan portuñol y no hay nada forzado en esa combinación. Hasta la presencia del mexicano García Bernal es completamente natural: no sólo porque en cierto modo ya es un argentino más (vive buena parte del tiempo aquí y su acento es impecable) sino que su personaje parece surgir de la nada y sus actitudes y comportamientos no necesitan, al menos de entrada hasta que se sabe algo más de su pasado, justificación territorial.

    En una cinematografía que apuesta poco al género y cuando lo hace muchas veces parece imitar películas más que tomar modelos narrativos, el tercer filme de Fendrik es una gran noticia: la prueba que el cine de acción, aventuras y suspenso puede estar hecho con la misma gravedad y rigor que una película de autor, y que no necesita subestimar al espectador en ningún momento ni, digamos, “dorarle la píldora”. Desde los tiempos de Fabián Bielinsky, muy pocos en la Argentina pudieron hacerlo. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)