Etiqueta: Cocina

  • The Bear (Christopher Storer – 2022)

    The Bear (Christopher Storer – 2022)

    En The Bear un joven chef procedente del mundo de la alta cocina regresa a Chicago para llevar la tienda de sándwiches de su familia.

    Mejor Actor Comedia en los Globos de Oro 2022
    Top 10 – Mejores Programas de TV del año 2022 para la American Film Institute (AFI)
    Mejor Nueva Serie e Interpretación de Reparto en los Premios Independent Spirit 2022
    Mejor Actor Comedia para los Critics Choice Awards 2022
    Mejor Serie Comedia 2022 para el Sindicato de Productores (PGA)

    • IMDb Rating: 8,6
    • RottenTomatoes: 92%

    Temporada 1 / Subtítulos (Calidad 1080p)

    Temporada 2 / Subtítulos  (Calidad 1080p)

    https://www.youtube.com/watch?v=l_6NWUnI95k

     

    Una de las revelaciones de 2022, esta comedia dramática que transcurre en un restaurante tradicional de Chicago en el que se venden sandwiches italianos (el célebre «italian beef» patentado en esa ciudad de los Estados Unidos) es un retrato intenso, sincero y frenético del «detrás de la escena» de uno de estos establecimientos, un acercamiento al caótico funcionamiento de una cocina plagada de un fantástico y realista grupo de personajes en el que se combinan los viejos trabajadores del local con otros, recién llegados, que tienen otras costumbres e intenciones. Es una mezcla combustible y The Bear es una serie que deja al espectador con la sensación de haber atravesado una semana continua trabajando con ellos ahí.

    Filmada con un estilo cinema verité que se acerca a lo que hacen en sus films los hermanos Safdie (Uncut Gems, Good Times y otras), solo que reemplazando los barrios, etnias y personajes de Nueva York a Chicago, una ciudad con una cultura urbana de relativamente similares tradiciones y tensiones, The Bear tiene como protagonista a Carmen «Carmy» Berzatto (Jeremy Allen White, un actor con la intensidad y nervio de un joven Pacino o DeNiro), un respetado chef que ha triunfado en varios prestigiosos restaurantes estadounidenses –y hasta ha ganado varios premios– que vuelve a Chicago cuando muere su hermano mayor, Mikey, dejándole a su cargo el restaurante familiar que él manejaba, un «establecimiento» muy diferente a los que Carmy acostumbra a trabajar.

    «The Beef», tal el nombre del «boliche», es algo así como un «parador» (chiringuito, bodegón, cantina, etcétera) en el que se sirven principalmente sandwiches al paso, para que los trabajadores de la zona se lleven en sus lunch breaks o coman en el lugar. No es un lugar refinado, para nada, pero eso no quiere decir que sus sandwiches no sean buenos ni famosos en la ciudad. La serie usa de «fachada» –y hasta de inspiración– un restaurante de este tipo llamado Mr. Beef ubicado en un barrio de la ciudad (River North) que lidia con la llamada gentrificación, esa forma de rehabilitación urbana que transforma enclaves típicos y tradicionales en otros más trendies y modernos. Y adentro de «The Beef» ese mismo conflicto se representa en los personajes.

    La llegada de Carmy no es del todo bien recibida por su «primo» Richie (Ebon Moss-Bachrach, de Girls y The Punisher, otro «intenso» de aquellos), que viene manejando el lugar con sus viejas costumbres, mañas y algunos otros malos hábitos. El chef quiere instalar un sistema mecanizado y jerárquico de trabajo (conocido en el gremio como «brigada francesa») y contrata a Sidney (Ayo Edebiri) como «sous-chef», una chica joven que viene de trabajar en restaurantes reconocidos y que ha fracasado con su proyecto propio, por lo que aprovecha la posibilidad de trabajar con el célebre Carmy, más allá de las condiciones un tanto deplorables del lugar. La intención de la chica es crear un menú popular pero de calidad. Pero para eso deberá combatir, especialmente con el abrasivo Richie y el desconfiado y egocéntrico Carmy.

    El resto de la «brigada» la integran Tina (Liza Colón-Zayas), una señora de origen latino que trabaja allí desde que se fundó el restaurante y que se opone inicialmente a los cambios; Marcus (Lionel Boyce), un joven que se dedica a los dulces y que, al contrario, se engancha en los nuevos experimentos; Fak (el verdadero chef Matty Matheson), alguien que supuestamente arregla las cosas en el lugar aunque es más que nada un amigo de la casa, y otra serie de personajes peculiares que trabajan, viven o paran en The Beef. A la vez está Sugar (Abby Elliott), la hermana de Carmy y Mikey, que quiere cerrar el lugar de una vez por todas, y Cicero (Oliver Platt), un pariente un tanto mafioso al que el fallecido (interpretado por un reconocido actor en un par de emotivos flashbacks) dejó con una enorme deuda que su hermano menor debe ahora afrontar.

    A lo largo de ocho episodios de distintas duraciones (el promedio es 25-30), The Bear va ocupándose de los conflictos que se presentan a diario en la cocina, mostrando el caos pero también la belleza de lo que producen (casi se pueden oler esos sandwiches, el ajo, la cebolla, la carne sellándose), tomando como eje los conflictos de Carmy con esa especie de carga que le dejó su hermano, carga que conlleva toda una serie de traumas y enredos familiares que vienen de muchos años antes. La serie pasa así de momentos absurdos y divertidos (Carmy exige a todos a llamarse «chef» entre sí y a utilizar términos organizativos que no todos aprenden o quieren aprender) a otros increíblemente intensos y nerviosos, y de ahí a algunos más dramáticos en un tono que bien se podría describir como scorseseano, al menos el de las películas más frenéticas e italianas del realizador.

    De lo más destacable de la serie es su búsqueda cinematográfica. A diferencia de buena parte de lo que se hace en el medio televisivo, Storer (especialmente en los cinco episodios dirigidos por él; los otros los hizo Joanna Calo) no le teme a la experimentación ni a la búsqueda. Su estilo por momentos puede agobiar (tengan paciencia a los dos primeros episodios, que son abrumadores en su cantidad de cortes, cambios de eje, inserts y otros «chiches») pero es bastante fiel a la energía y la tensión personal y creativa que se vive en esa cocina. El séptimo episodio será sin dudas el más recordable ya que está hecho casi todo en una (aparente) sola toma, con The Beef viviendo su día más caótico. Pero más allá del carácter de lucimiento personal que puede tener el hecho de dirigir un episodio de ese modo, la energía de la serie –y sus experiencias en tiempo real– lo habilita.

    Además de las tensiones de la cocina en sí, lo que The Bear pone en juego son conflictos personales y hasta formas de ver el mundo. La de Storer no parece ser una idea lineal, nostálgica del pasado, de imaginar per se que los recién llegados a esta cocina italiana clásica vienen a destruir o a arruinar sus costumbres, sino una que entiende que esas tradiciones son valiosas pero que también tienen elementos tóxicos sobre los que se puede trabajar y mejorar. Y encontrar ese punto medio entre lo clásico y lo moderno es el objetivo de la serie, tanto en la cocina como en lo cinematográfico, ya que The Bear puede presentarse como muy hipster y actual pero utiliza algunos trucos de guión de la vieja guardia y ciertas tradiciones dramáticas y actorales (digamos, las provenientes del Actor’s Studio y sus descendencias) que ya existen desde los tiempos de Marlon Brando y James Dean.

    Y si bien la serie no sale demasiado del restaurante y de algunas otras locaciones específicas, la otra gran protagonista de The Bear es Chicago, que se vibra en cada plano, cada insert, cada selección musical (mucho Wilco, el rapero local Serengeti, el disco sobre Illinois de Sufjan Stevens, pero también Radiohead, Breeders, R.E.M. y Van Morrison) y cada personaje, algunos de los cuales parecen transmitir el particular aire de esa tan cinematográfica ciudad. Divertida, furiosa, por momentos incómoda y finalmente muy emotiva, se trata de una de las series del año, más que un show sobre el detrás de escena de una cocina, uno sobre las extrañas familias que la gente se arma, se encuentra o se inventa para poder sobrevivir. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

  • Boiling Point (Philip Barantini – 2021)

    Boiling Point (Philip Barantini – 2021)

    En Boiling Point en la noche más concurrida del año en uno de los restaurantes de moda en Londres, el carismático jefe de cocina Andy Jones trata de no derrumbarse ante una crisis personal y profesional que podría destruir todo aquello por lo que ha trabajado. La inesperada visita de un inspector de sanidad y seguridad alimentaria aumenta la presión sobre el personal mientras no dejan de llegar más y más clientes. Andy abronca y engatusa a su equipo indistintamente, haciendo todo lo posible para disipar las tensiones entre la gerencia y los trabajadores, mientras atiende a las ridículas demandas de sus clientes.

    • IMDb Rating: 7,5
    • RottenTomatoes: 85%

    Películas / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Se sabe que el aire disentido y relajado que se respira en los restaurantes más prestigiosos es directamente proporcional a la tensión y la presión que predominan en la cocina, un lugar donde todos los engranajes deben funcionar a la perfección para satisfacer a los clientes. Así ocurre en Boiling Point en el coqueto local londinense a cargo del cocinero Andy Jones (Stephen Graham), quien junto a sus subordinados vivirá una de las peores noches de su vida, sino la peor.

    La vida de Jones –de la que solo sabremos por sus llamadas telefónicas– está cayendo en picada por un matrimonio arruinado que lo lleva a beber alcohol con preocupante regularidad. Por si fuera poco, en la que se presume será una de las noches más concurridas del año, recibe la visita de un auditor que encuentra varios errores en la cocina, bajándoles la puntuación que ostentaban.

    Es, pues, el principio de una jornada marcada por conflictos entre los empleados, entre ellos y ese jefe de cocina con malos modos, y entre todos con una dueña que no parece saber demasiado cómo regentear un negocio de esa envergadura. Mucho menos cómo lidiar con un grupo tan variado.

    Filmada casi en tiempo real mediante una serie de largos planos secuencia que transcurren casi en su totalidad dentro del restaurante, Boiling Point construye su relato a fuerza de una acumulación de sinsabores (por momentos demasiados) ajena a la mayoría de los clientes que degustan sus platos refinados. Los problemas personales de los empleados, la inexperiencia de los más nuevos y la frustración de algunos veteranos hastiados de su trabajo se entremezclan en un cóctel letal para Andy.

    El abanico de clientes es amplio: un grupo de chicas norteamericanas de vacaciones, una familia cuyo padre de familia maltrata a las camareras, unos instagramers que quieren comer un plato que no está en la carta y hasta un novio que piensa proponerle matrimonio a su pareja. Todos motivos para aumentar esas rispideces que el espectador observa como un testigo invisible, sumergido por el dispositivo construido por el realizador Philip Barantini.

    Boiling Point es una película tensa, atrapante e incómoda, una despiadada reflexión sobre los vínculos interpersonales bajo los mandatos de un régimen laboral que no da respiro. Un régimen capaz de sacar lo peor de los seres humanos. (Ezequiel Boetti – OtrosCines.com)

  • The Menu (Mark Mylod – 2022)

    The Menu (Mark Mylod – 2022)

    En The Menu una joven pareja viaja a uno de los destinos más exclusivos del mundo para cenar en un restaurante que ofrece una experiencia culinaria única. Sin embargo, el chef  ha preparado un ingrediente secreto que tendrá un resultado sorprendente en los dos enamorados.

    • IMDb Rating: 7,4
    • RottenTomatoes: 89%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Se estrena en cines The Menu, una propuesta producida por Adam McKay y Will Ferrell, tras colaborar en su triunfal Succession, que se adentra en el terreno del thriller y el cine de terror sin dejar de utilizar el género como variación perversa de la comedia más corrosiva para dirigir sus disparos al neoliberalismo en sus muy distintas formas, y hacer una suerte de thriller de terror alrededor del mundo de la restauración de lujo. El mundo de la cocina no es ajeno al entretenimiento en los últimos años, tras el triunfo de masterchef y la cultura gastronómica como algo más extendido en todos los estratos sociales, la posibilidad de comer grandes platos por no tanto dinero, la extensión de los restaurantes de lujo y los que no lo son pero ofrecen un registro muy diferente al tradicional, mezclando y fusionando nuevos platos al alcance del bolsillo del trabajador de clase media-baja.

    Quizá por ello han proliferado los programas de cocina, al estilo de Masterchef, y el cine se ha hecho eco de esta “democratización” de la elaboración experimental, desde la ya lejana Ratatuille (2007) a la serie de Isabel Coixet Foodie Love, a las más conscientes del estrés entre fogones de Hierve (2020) o The Bear (2022). Por ello no es extraño que llegue ahora esta brutal gastrosátira de horror casi teatral que dispara con humor macabro a críticos, clientes y casi todo el arte dirigido a las élites.

    Casi como una perversión culinaria de The Invitation, tenemos a un grupo de comensales diversos, que seguimos bajo la perspectiva de una gran Anya Taylor-Joy, mientras el guion juega con el thriller, la comedia negra y el terror murder mystery, una Theatre of Blood (1973) moderna, con la idea de la venganza llevada al mundo de la cocina conceptual. Por ello, no es tan diferente en esencia a algunas películas de terror británicas clásicas, con la diferencia es que este clímax haría feliz a Ari Aster.

    La mejor baza de The Menu es que nunca se toma demasiado en serio a sí misma, pero tampoco deja de ser caústica en su dibujo de la explotación velada de clase a través de un imponente Ralph Fiennes, quien borda a un personaje enigmático y preciso, una caricatura siniestra de los grandes chefs cuya posición de autoridad frente a los comensales pone de relieve la ironía real de la relación de los clientes de alta cocina con quienes son, al fin de cuentas, el servicio.

    Una dinámica artificial que expone que a veces no hay mucha diferencia entre los explotadores disfrazados de amables usuarios con la cartera bien dispuesta y los proletarios venidos a más en muy distintas formas, que no son otra cosa que aspirantes a ricos, es decir, apasionados de la sensación, comprada durante un par de horas, de ser alguien, de tener acceso y ser tratados de la misma forma que el cliente más pudiente más tradicional. Tanto es así, que ‘El menú’ plantea algo muy radical, reduciendo la experiencia culinaria a un hecho social, algo que los clientes potenciales experimentan porque pueden, no porque lo disfruten de a comida.

    En ese aspecto, The Menu es brillante al componer una experiencia progresiva y sin prisas, no solo en cuanto a la construcción de la tensión, sino de su discurso. Los pecados de los comensales van desplegándose de forma anecdótica, creando confusión y temor entre ellos, pero sin provocar el pánico, el chef nunca muestra sus cartas del todo y, pese a que todo se va enrareciendo, consigue mantener la calma entre sus invitados como en una performance surrealista que dilapida la verosimilitud en favor de un statu quo buñueliano. Su plan, y al mismo tiempo el guion, en definitiva, va exponiendo de forma gradual el sinsentido del acto mismo de servir a otros, planteando dilemas sobre el valor de lo que se compra, el absurdo del poder adquisitivo frente a un arte tan refinado que solo quien acceda a una cierta categoría económica puede degustar. La pregunta que plantea es si ese arte tiene sentido en un mundo en el que los que pueden permitírselo no siempre son los que poseen las herramientas para apreciar sus complejidades, reduciendo el acto cultural al consumismo por disposición más salvaje.

    Por una parte trata de equiparar al creador con el receptor, tratando de alcanzar un punto en común de idioma compartido que pocas veces es posible, por la esencia misma del trabajo de cocinero, con un avance siempre en vertical, sin atajos posibles en el resultado, un talento que requiere de esfuerzo muy separado de la alcurnia, mientras que los que tendrán la llave a su obra pocas veces serán los mismos que tienen el paladar para valorarlo como merece.

    Un dilema inteligente que suena más aparatoso de lo que logra mostrar en pantalla The Menu, una ágil oda a la belleza inherente en un plato “pretencioso” y al mismo tiempo un alegato que cuestiona su misma existencia. Una reflexión sin sermones, con recodos negros como el infierno y sin omisiones convenientes a la hora de examinar todo el posible microcosmos ideológico y la impostura que se genera durante una simple cena de un restaurante de lujo. (Jorge Loser – Espinof.com)

  • An (Naomi Kawase – 2015)

    An (Naomi Kawase – 2015)

    Sentaro tiene una pequeña pastelería en Tokio en la que sirve dorayakis, pastelitos rellenos de una salsa llamada «An». Cuando una simpática anciana se ofrece a ayudarle, él accede de mala gana, pero ella le demuestra que tiene un don especial para hacer «An». Gracias a su receta secreta, el pequeño negocio comienza a prosperar. Con el paso del tiempo, Sentaro y la anciana abrirán sus corazones para confiarse sus viejas heridas.

    • IMDb rating: 7.4
    • RottenTomatoes: 78%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

     

    En The Flavor of Green Tea over Rice (1952), de Yasujiro Ozu, la suculenta receta servía para que un matrimonio en crisis Taeko y Mokichi, se acercarán, preparando el delicioso manjar y disfrutando de su sabor. En la película número 8 de Naomi Kawase (1969, Nara, Japón) otra receta culinaria, en este caso un dulce, los “dorayaki” (pastelitos rellenos de salsa de frijoles rojos y dulces llamada “an”) sirve para acercar a dos personas aisladas y encerradas en sí mismas debido a las heridas que arrastran. Kawase se vale de la novela “An”, de Durian Sukegawa (que participó como actor en Hanezu, de 2011) para volver a situarnos en los márgenes de una ciudad, como hiciera en Shara, el escenario es una calle y el epicentro de la acción se desarrolla en las cuatro paredes de una pequeña pastelería donde Sentaro, un joven de unos 40 años, fabrica de forma industrial los deliciosos dorayakis.

    Un día, aparece por el establecimiento Tokue, una anciana que se ofrece para el puesto de trabajo que se oferta, Sentaro la rechaza, pero acabara aceptándola después de probar su pasta de judías, ingrediente primordial de los sabrosos pastelitos. A estos dos personajes, se les juntará Wakana, una adolescente triste que no soporta ni a su madre ni a la escuela. Kawase vuelve a los temas que cimentan su filmografía: la relación que se establece entre ancianos y jóvenes, la tradición contra la modernidad (igual que el maestro Ozu), la especial manera de filmar la naturaleza (en este caso los cerezos, metáfora de la vida de las personas, que florecen cada primavera para pronto perder sus flores) y sus accidentes, como la lluvia o el viento, y sobre todo, un elemento recurrente en toda su carrera, la transición entre la vida y la muerte, y una dedicación emotiva y delicada por las cosas sencillas y los momentos fugaces que se disfrutan en compañía.

    An puede mirarse como una metáfora del Japón actual, donde Tokue representa ese Japón antiguo, donde la tradición y el deber forman parte de su vida, ella otorga la sabiduría de lo artesanal, del amor por continuar haciendo las recetas de forma ancestral y delicada, y sobre todo, con mucho amor, la anciana arrastra la enfermedad de la lepra, (el instante del libro de fotografías de los enfermos, resulta imposible no recordar el documental The House is Black, de Forough Farrokhzad) , dolencia que la ha encerrado en un sanatorio y la aislado de los demás. Sentaro, por su parte, es el Japón actual, el que ha perdido la ilusión por vivir, se encuentra atado en un negocio que no ama, que hace para pagar una deuda, que lo realizada de modo monótono e industrialmente, sin esperanza ni pasión, y finalmente, Wakana, el futuro, que se siente triste por esa falta de cariño y pérdida que padece, y no encuentra consuelo ni amparo. Tres formas de mirar diferentes, pero que encontrarán su afinidad y compañía abriéndose entre ellos, limarán sus heridas, y se contarán lo que les entristece para acercarse más y romper las barreras que les separan y aíslan. An es una bellísima y poética cinta de Kawase, llena de pequeños e instantes momentos de puro amor y delicadeza que encadena de forma sencilla y humana, filmando de manera especial y muy personal, acariciando y susurrando, sin necesidad de sentimentalismo. Una historia durísima de almas heridas y tristes, que al encontrarse encuentran lo que les hacía falta, lo que no tenían. Kawase nos muestra un mundo invisible, un universo que se pierde por la velocidad de nuestras vidas, nos invita a mirar, a observarnos, y a observar todo lo que nos rodea: los árboles, las plantas, la brizna de viento, el sol bañando las calles, el olor de las flores en primavera, y nos recuerda que toda la felicidad o desdicha de nuestras vidas se encuentra en nuestro interior, y sólo nosotros tenemos la capacidad de revertirlas y cambiarlas para verlas de distinta manera. (242PelículasDespués.com)