En Submarine, Oliver Tate es un peculiar chico de 15 años que tiene dos objetivos: impedir que su madre abandone a su padre y encontrarse a sí mismo aunque sea a través de una chica.
- IMDb Rating: 7,3
- RottenTomatoes: 86%
Como si del diario de un adolescente ensimismado se tratara o como si asistiéramos a la proyección de una película de Super 8 en la que recogiera sus pensamientos, así nos sumergimos en las imágenes de Submarine para intentar comprender a Oliver en su ambiente familiar y escolar. Supone el estreno en la dirección de Richard Ayoade, una comedia dramática que respira espíritu indie, con personajes a medio camino entre el Antoine Doinel de François Truffaut y el Sam que Wes Anderson nos presentara en Moonrise Kingdom. La originalidad de la película llega por su factura y por el tono naïf y melancólico que imprime a la trama, puesto que temáticamente estamos ante otra historia de maduración a partir de la superación de la adversidad, de rectificación que empuja a salir de uno mismo. Oliver es un chico un tanto especial y complicado, solitario e imaginativo que se propone el doble objetivo de enamorar a su compañera de clase Jordana e impedir que se rompa el matrimonio de sus padres. Y como la cosa va de amores, las inseguridades, temores y elucubraciones abundan en unos personajes que sobreviven a los vaivenes emocionales y meteduras de pata.
Son individuos que sienten la soledad de un entorno poco cálido y la insatisfacción de una rutina que les ha sumergido en las profundidades del mar, allí donde el hombre no puede estar porque falta luz y oxígeno. Salir a flote es el reto de Oliver, y hacerlo junto a su familia. Ayoade elige a un adolescente para hacer este retrato irónico y cáustico de nuestra sociedad porque le sirve como ejemplo idóneo de inmadurez y de visión narcisista y problematizada de la realidad, y también de unos sinceros deseos de felicidad. Su voluntad crítica, empero, alcanza al mundo adulto de comportamientos patéticos, si bien hay una mirada comprensiva hacia unos y otros, hasta hacérnoslos entrañables en sus rarezas y debilidades. El director británico libera a todos de sentimentalismo y les dota de una bondad e inocencia natural que desdramatiza las situaciones.
Estructurada en tres capítulos para abordar los objetivos del protagonista en los dos primeros y resolverlos en el tercero, Ayoade nos introduce en su mundo con un prólogo y nos despide con un epílogo tan complaciente como sutil y elegante. Es la voz en off del joven la que nos conduce por una senda de maduración, la que nos adentra en su subjetividad e imaginación con el montaje como recurso estrella para fragmentar una vida desordenada y descompuesta, con un buen repertorio de efectos narrativos y visuales —desde el plano al ralentí al iris o el juego de texturas fotográficas— que logran que el espectador también descienda a las profundidades y sienta la necesidad de esa burbuja de afecto para seguir respirando. Alejada de cualquier dramatismo realista, Submarine opta por el sarcasmo y por unos personajes extravagantes pero de gran corazón, y mira la realidad desde el prisma de quien se asoma tímidamente a la vida y descubre el valor del amor.
Esta sencilla, seca y triste comedia se enmarca en el cine de autor más independiente, con personajes inadaptados y una narrativa fresca, con un uso metafórico del color y sugerentes momentos visuales —los fuegos artificiales, la bañera entre los electrodomésticos, el interior de los puentes—, preciosas canciones de Alex Turner y un punto de locura y otro de simpatía en cada situación. Habrá espectadores que sintonicen y disfruten con su peculiar humor, y otros que no terminen de empaparse de su espíritu mordaz y singular.
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