Shut Up and Play the Hits registra parte de lo que sucedio el 2 de abril de 2011, cuando LCD Soundsystem dio su último concierto en el Madison Square Garden. En el tope de su popularidad, una de las más reconocidas e influyentes bandas de su generación decidió realizar el mayor concierto de su carrera, para después terminar con la agrupación. Esto fue, en palabra de The Guardian, “un réquiem para el hipster”. Esta decisión fue tomada por el líder de la banda, James Murphy. LCD Soundsystem: Shut Up and Play the Hits es un concierto narrativo, un documento sobre un momento musical, al estilo de El Ultimo Vals y Stop Making Sense, y nos muestra a James Murphy al día siguiente, enfrentando las secuelas de esta decisión.
- IMDb rating: 6.3
- RottenTomatoes: 87%
2 de abril de 2011. Podría ser una fecha cualquiera escogida a dedo por el azar, pero en realidad es mucho más que eso. Es una velada simbólica. Aquella noche se celebraba un funeral, aunque no uno cualquiera –la incontinencia de los lagrimales del personal, absolutamente lógica, era la que daba la medida de la importancia–. Lo que ocurrió fue que LCD Soundsystem se despidieron (¿para siempre?) y por todo lo alto en el Madison Square Garden de Nueva York con un concierto histórico que rozó las tres horas y media de duración. Como buen punto y final (y aún con esas habrá que comprobar dentro de unos años si lo acontecido en realidad no fue un hasta luego), aquel último concierto devastador resultó ser de tanta importancia –casi vital, diríamos– que era obligatorio que alguien grabara con su cámara tanto lo que miles de personas vimos a las tantas de la madrugada vía streaming como aquello que ocurría en su agitado backstage. De esta premisa nace Shut Up And Play The Hits, un documental dirigido por Dylan Southern y Will Lovelace que combina con pulso firme los momentos musicales de aquel concierto irrepetible con los consecuentes porqués que llevaron a James Murphy a disolver una de las mejores bandas de la última década en su momento de mayor solera creativa.
Cuando ni puedes ni quieres controlar el fenómeno, cuando las canas se reproducen en tu pelo durante los meses que estás de gira sin ninguna razón aparente y cuando te perturba más de lo permitido convertirte en otra estrella del rock aburrida que deambula sin rumbo por el planeta, entonces asoma el miedo. James Murphy estaba atenazado por ese terror, y a través de las conversaciones metamusicales que mantiene con el periodista Chuck Klosterman desgrana buena parte de los motivos que le llevaron a terminar LCD Soundsystem. Tal como confiesa, el proyecto empezó como un precioso accidente, algo así como una cover band que tan sólo tenía intención de publicar un álbum y no quería dárselas de nada. No obstante, sus planes se fueron al traste: rápidamente llegaron las primeras llamadas para debutar en vivo en Londres ante cuatro gatos, fenómeno impulsado por la explosión de aquella parodia de lo hipster cargada de ironía que fue Losing My Edge. Todo esto, recordemos, le sobrevino a Murphy a sus 30 y tantos años, un éxito tardío.
Con todas sus contradicciones, Murphy rememora cuando con tan sólo dieciséis años hacía gala de su yo más pretencioso leyendo El Arco Iris de Gravedad de Thomas Pynchon. Desde pequeño buscaba a toda costa ser cool. Y lo consiguió con creces, de eso no cabe duda. El problema habría que situarlo en que quizás aquello llegó demasiado tarde y él siempre se ha considerado un artista de lo más corriente que nunca ha buscado disfrazarse tras unas gafas de sol como Lou Reed o proclamarse un mesías marciano como David Bowie. A Murphy, como les ocurre a las tiendas en Nueva York, que un día están y al otro echan el cierre, el éxito y los años le han cambiado y le han pasado factura. El desgaste no ha tenido piedad. A día de hoy sólo el cultivo de café y su tierno bulldog francés Petunia son objeto de devoción durante su consentida pre-jubilación.
¿Y qué hay del resto de Shut Up And Play The Hits? Algo tendrán que decir, por ejemplo, Nancy Whang o Pat Mahoney de la irrevocable decisión de su capo. He aquí la única crítica que se le puede achacar a la cinta, ya que se centra tanto en la figura de Murphy que se olvida por completo de las otras fichas del tablero. La participación activa de sus compañeros únicamente se refleja sobre el escenario a lo largo de esa comunión musical que culmina con una New York, I Love You But You’re Bringing Me Down que acaba desplomando al humano y tierno Murphy. Si alguien no siente la tentación de traspasar la pantalla y consolarle con un abrazo de oso es que no es de este mundo. Seguimos con el luto hasta nuevo aviso. Sobre todo, por no haber podido vivir en nuestras carnes una noche que ya ha entrado por méritos propios en los anales de la historia.
1 Comment
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La verdadera fiesta interminable.