Tribunal de Saint Omer. La joven novelista Rama asiste al juicio de Laurence Coly, una joven acusada de matar a su hija de 15 meses al abandonarla a la subida de la marea en una playa del norte de Francia. Pero a medida que avanza el juicio, las palabras de la acusada y los testimonios de los testigos harán tambalear las convicciones de Rama y pondrán en duda el propio juicio.

Gran Premio del Jurado y Mejor Ópera Prima en el Festival de Venecia 2022
Mejor Película y Mejor Guión en el Festival de Sevilla 2022
  • IMDb Rating: 6,9
  • RottenTomatoes: 94%

Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

 

El paso a la ficción de la conocida documentalista Alice Diop no la ha llevado a alejarse de los temas que habitualmente había abordado hasta ahora en sus películas, que en varios casos están disponibles en MUBI. Esa mirada puesta en injusticias e historias íntimas que se vinculan con los inmigrantes que (sobre)viven en las periferias de las grandes ciudades también conforma una parte esencial de Saint Omer, sin dudas de lo mejor que ha podido verse en la Competencia Oficial de Venecia.

Los fait divers son una verdadera institución de la cultura y el periodismo de Francia. Esas pequeñas noticias, habitualmente ligadas con lo policial pero siempre con una vuelta de tuerca que pretende enganchar al lector por el lado del morbo, del voyeurismo, la extravagancia o la sorpresa, han sabido generar una abundante cantera de historias que llegaron a la pantalla grande. El tema y la brevedad permiten que el “adaptador” dé rienda suelta a su creatividad para completar y explicar ese telegráfico texto, proteico en sentidos posibles. Claude Chabrol, por ejemplo, ha sabido abrevar en dicha fuente como punto de partida, disparador o influencia de varias de sus mejores obras, al ser una mixtura perfecta de elementos policiales y melodramáticos, de misterio y culebrón. En este caso, Diop parte de una noticia real sobre un hecho acaecido en 2013: una muy joven madre deja a su hija de 15 meses en una playa del norte de Francia para que el mar se la lleve.

La realizadora destina gran parte del metraje de Saint Omer al proceso seguido contra la filicida, al que dedica el tiempo necesario para que las palabras y los silencios vayan permitiendo que a la dinámica burocrática se imponga el peso y la emoción de la situación planteada. La mirada es la de Rama, escritora que cubre el juicio pensando en la elaboración de su próximo libro, en el que piensa traer a nuestros días el mito de Medea. Ella está, además, embarazada. Este vínculo no es explotado sino que va tiñendo la deriva narrativa, extrañándola, como esa música que tan poco tiene que ver con lo que el lugar común indica para una película de juicio o el drama familiar o social.

La acusada, Laurence Coly (una extraordinariamente ambigua Guslagie Malanda) es un personaje enigmático, inasible, que por momentos lleva a hacernos dudar de su equilibrio mental y por otros pareciera ser una farsante sin límites. Esa manera de evitar la empatía inmediata y la posibilidad de algún tipo de componente fantástico (¿una maldición o gualicho?) lejos de ocultar evidencian el choque de culturas implícito en ese juicio. La imputada en todo momento reconoce el hecho, lo que pone en dudas es su responsabilidad. Y no porque la niegue. El planteamiento que la imputada realiza es tan sencillo como profundo: ella también quiere descubrir la verdad de los hechos a través del proceso que se lleva en su contra.

La imposibilidad de descubrir la verdad o la necesidad de aceptar como tal a la versión que puede construirse o reconstruirse en los estrados de los tribunales, la puesta en duda de la naturaleza y alcance de ese deber pretendidamente consustancial a la humanidad que sería la maternidad, los temas que se plantean nos atraviesan y ello sucede sin que casi existan referencias o instancias por fuera del juzgado donde sucede la acción.

Principio y fin refieren a la situación personal, laboral y familiar de Rama, pero la mayor parte del film, como se dijo, se concentra en el juicio. Con más preguntas que respuestas, Diop filma el litigio respetando sus ritos, con planos frontales y fijos que dejan que las palabras construyan el misterio y el horror, que quedan en el fuera de campo. La potencia de lo dicho contrasta con la decisión de no acompañar ese relato con imagen alguna de los hechos. La contundencia de aquello que se enjuicia no logra que se desvanezca del todo cierta sensación de estar presenciando la referencia a meras abstracciones.

La puesta en escena que nos hace pensar en el documental confronta con la extrañeza propia del cine de género cuando la cámara deja de posarse en lo que Rama ve para mirarla a ella. Potente y compleja, Saint Omer (que se llevó el premio especial de un jurado que tuvo la “osadía” de otorgar el premio mayor a un documental) no sólo confirma la arbitrariedad y falta de actualidad de la pretendida distinción basada en el carácter ficcional o no de una obra, sino que recuerda que más allá del tema tratado lo que hace la diferencia es cómo se lo lleva a la pantalla. (Fernando E. Juan Lima – OtrosCines.com)