En Much Loved, Noha, Randa, Soukaina y Hilma son prostitutas, objetos de deseo. La carne se muestra, los cuerpos se exhiben y el dinero fluye al ritmo de placeres y humillaciones. Pero estas mujeres tienen que superar la violencia de una sociedad marroquí que las utiliza al tiempo que las condena.
Mejor Actriz en el Festival de Gijón 2015
Premio FIPRESCI Festival de Gijón 2015
- IMDb Rating: 6,1
Película (incluye subs en español)
Hay mucha crudeza en los primeros diálogos que oímos en Much Loved, del marroquí Nabil Ayouch, en el coche que lleva a Noha, Randa, Soukaina y Hlima, cuatro prostitutas de Marrakech, a la fiesta de aniversario de un jeque saudí. Y sin embargo tienen suerte de no hacer la calle, de no ser unas «putas caducadas» que se venden a lo que pueden. Tienen un chófer que las cuida con amabilidad, e incluso parece que se divierten, que les gusta esta fiesta permanente, llena de música y de baile, para la que se arreglan todas las noches.
Pero no nos engañemos: los detalles de su profesión son sórdidos, y la película no nos los oculta, porque entramos completamente en este pequeño grupo de chicas de vida alegre en el que los pudores no tienen cabida, ni en sus palabras ni en sus gestos. Nuestras cuatro heroínas esperan todavía llegar a evitar algunos actos, aunque aceptan las reglas de su trabajo. Se venden sin trampa: escuchan con una sonrisa al que les lee un poema, maullan como gatas si se les pide, y satisfacen todos los deseos, hasta los más despreciables, siempre que sus clientes respeten a su vez las reglas de la transacción. Sin convertirse en «romanas» a lo Moravia, hay generosidad en su manera de prestarse al juego, y mucha lucidez, y es eso lo que las vuelve locas y les permite incluso establecer las reglas del juego, en la medida de lo posible… Ya que incluso tomando todas las precauciones y siguiendo un protocolo estricto, la naturaleza misma del trabajo hace que no siempre lo puedan controlar, y que todas vayan, en un momento o en otro, a sufrirlo en carne propia.
A lo largo de Much Loved, mientras que vivimos entre ellas y compartimos toda su intimidad, desde su dolor hasta sus risas, Ayouch consigue describir con acierto y ternura la tenue línea entre la independencia y la alienación de esas mujeres llenas de vitalidad, y la mezcla entre pena y respeto que inspiran, especialmente porque en la sociedad en la que viven, cumplen casi la función de mujeres emancipadas. Todas esas impresiones conforman un cuadro sin adornos, pero tierno y digno, ya que no tardamos en admirar la fuerza de estas cuatro mujeres picantes y conmovedoras y en cierto modo también sabias, gracias a lo que han visto y vivido, y a quererlas. Aunque solo sea porque consiguen dejarnos con una carcajada.
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