En Micmacs à tire-larigot, Bazil es un tipo que ha logrado esquivar la muerte dos veces en su vida. Cuando era niño sobrevivió a una mina antipersona, aunque su familia no tuvo tanta suerte. Siendo un adulto, una bala perdida se incrustó en su cerebro. Con la colaboración de unos artistas callejeros, intentará vengarse de las compañías armamentísticas que tanto daño le han hecho.

  • IMDB Rating: 7,2
  • Rottentomatoes: 74%

Película / Subtítulo (Calidad 720p)

 

Micmacs à tire-larigot, es una vuelta de Jean-Pierre Jeunet al despliegue de seres y objetos extraños, con comportamiento loco, que le dio a conocer. Está interpretada por Dany Boon, Dominique Pinon, André Dussollier y Yolande Moreau, entre otros.

Bazil es un hombre que ha crecido sin padre, pues lo perdió cuando era niño en la explosión de una mina antipersona una guerra extranjera. En su edad madura, trabaja en un videoclub que ya no tiene clientes y tiene la mala suerte de encontrarse con una bala perdida que se le aloja en el cráneo dejándolo algo trastocado. El apellido del actor, Boon, lo convierte en predestinado para encarnar a un personaje aquejado de esta sarta de detonaciones, que le marcan la existencia hasta el punto de decidir vengarse de quienes provocaron, en primera instancia, las desgracias. Un grupo de improvisados guerrilleros, a quienes ha conocido por casualidad, se unirá a su causa.

Micmacs à tire-larigot es una propuesta divertida, llena de momentos de humor —visual, casi siempre—, que se unen entre sí gracias a una trama trabada en forma de un ingenioso y descabellado plan. Esta treta, que funciona como un elaborado juego de niños, recuerda a las películas de antaño que, aunque dirigidas a un público de cualquier edad, apelaban a la parte lúdica e infantil de cada espectador para despertar un disfrute quizá ya perdido. En el fondo, sin exponerse abiertamente y sin hacer bandera de ello, subyace una crítica social y política antibelicista que engrandece la sensación liberadora que ya por su desarrollo ofrece el film.

En otro plano, Micmacs à tire-larigot se disfruta gracias al despliegue visual que realiza Jean-Pierre Jeunet, que no se limita a ir muy en la línea de Delicatessen, sino que incluye autohomenajes, como situar a Dominique Pinon tocando el violín y otras escenas tomadas de la de 1991. Los curiosos inventos y cachivaches sorprenderán a niños y grandes con ingenio a veces derrochado. Y más nos admirarán los encuadres siempre originales que nos reflejan fragmentos de localizaciones muy buscadas o decorados muy recargados, con esos colores y ese vestuario que hacen que todo parezca de mediados del siglo pasado. En definitiva, meterse en una película de Jeunet es como meterse en otro mundo y, si bien eso por sí solo no siempre es suficiente como para pasar una hora y media de gozo, en esta ocasión al director sí le ha funcionado la fórmula.

El retrato de los personajes es caricaturesco, cosa que nos esperaríamos en los protagonistas, pero quizá no tanto en los antagonistas, que representan a un tipo humano más aceptado por la sociedad. A estos se dirige todo un ensañamiento que acaba por dejarlos tan en paños menores que en un último momento parecerían más raros que los que habitan los sótanos del basurero.

Jeunet, como habitualmente, hace triunfar el encanto del diferente. Para ello, les otorga el protagonismo a los perdedores y va más allá, hasta permiterles ganar. Sabemos que no es más que ficción, pero nos estimula y libera. El grupo que acompaña a nuestro héroe está compuesto de fenómenos de feria, muchos de ellos ya reconocibles en su filmografía. Como novedad, me ha gustado la aportación que supone Omar Sy, en la piel del africano que habla con todas las expresiones de argot habidas y por haber. De todos los trucos que preparan, los momentos en los que se disfrazan y se hacen pasar por otras personas podrían ser lo más jocosos, lo cual deja manifiesta la capacidad de todos los actores. Boon, como protagonista, es un hombre con un aspecto tan abatido que puede ser uno de los actores con los que más fácil resulte empatizar del momento.

Soy más que consciente de que todas estas palabras favorables no conseguirán otro resultado que el de elevar unas expectativas que más tarde harán caer a Micmacs à tire-larigot en una impresión no tan favorable como la esperada. Sin embargo, debido a que la vi con una preconcepción bastante negativa, la sorpresa que yo sufrí fue grata. Ni mucho menos vuelve a ser tan genial como Delicatessen y no se parece mucho a la Amélie que cautivó a medio mundo, o sí, pero en su versión masculina. Lo que sí supone es un regreso de Jeunet después de otros trabajos no tan redondos. (Beatriz Valdivia – espinof.com)