En Metsurin Tarina Pepe es leñador en un pequeño e idílico pueblo de Finlandia. En el lapso de un par de días, una serie de eventos trágicos destruyen gradualmente su vida tranquila y feliz, pero Pepe parece estar bien. Como si conociera alguna profunda verdad sobre la existencia difícil de comprender.

  • IMDb Rating: 5,6
  • RottenTomatoes: 83%

Película (Calidad 1080p. La copia trae subs en español)

 

La situación de Pepe (Jarkko Lahti) bien podría usarse como ejemplo de dos de esas frases hechas que se usan a menudo: «A mal tiempo, buena cara» o bien «¡Qué suerte para la desgracia!» El tipo es un leñador que vive en un helado pueblito del norte de Finlandia, de esos en los que la gente carga con pesados gorros y abrigos, al parecer, los 365 días del año. Además, por lo general, cargan con algo así como el «pesar de la existencia». No es un lugar para sonreír, parece, y salvo cuando todos beben, las caras por lo general son una mueca constante de fastidio y/o resignación.

El caso de Pepe es raro. Todos lo consideran un buen tipo y es la clase de persona que anda con una media sonrisa en el rostro, lo que para el lugar es casi revolucionario. Pero tiene otra característica aún más llamativa: nunca se queja de nada, acepta todo lo que le pasa sin chistar con una expresión benévola que bien parece decir «por algo será» o «ya vendrán tiempos mejores». En un modo que puede caer simpático o irritante según como cada uno lo vea, Pepe soporta todo lo que le pasa con una expresión de resignación. Y el consiguiente silencio.

Es cierto, debería aclarar algo. Metsurin Tarina (conocida también por su título internacional The Woodcutter’s Story) está planteada como una comedia y, al menos durante el primero de los dos episodios en los que se divide la historia, podríamos estar ante una película que combina en partes iguales influencias de los hermanos Coen y de Aki Kaurismäki. El compatriota del realizador –que hace aquí su opera prima tras escribir el guión de la notable The Happiest Day in the Life of Olli Mäki, de Juho Kuosmanen, premiada en Cannes en 2016– plantea, supone, imagina que el espectador tomará las actitudes de Pepe con el humor que corresponde.

Y en general lo logra. Es que al pobre hombre le pasan, literalmente, todas. Solo resumiendo algunas de las calamidades que sufre a lo largo de los primeros minutos del film hay que contar que pierde el trabajo (no solo él, todos sus compañeros también), su madre se enferma y muere, su mejor amigo descubre que su esposa lo engaña con el barbero y luego él descubre que su mujer (con la que tiene un hijo) también y bueno, muchas cosas más, cosas que harían que cualquier hombre explote, se suicide o se deprima por completo. Pero él, no. Nada.

Su cara impávida puede ser la de alguien resignado o religioso, pero Pepe no es ninguna de las dos cosas. Más bien, es alguien que acepta las cosas como vienen. Y así como su amigo explota al ser despedido y algo peor aún hace al descubrir el engaño de su mujer, el bueno de Pepe –con su mejor rostro keatoniano— sigue como un testigo de sus propia vida. Todo esto, claro, se produce con un efecto acumulativo que tiene que ser sí o sí cómico. Si no se lo toma de esa manera –la película, en su tono seco finlandés, no le indica al espectador qué pensar–, uno querría sacudir al protagonista de su modorra.

Promediando el film comenzará un segundo capítulo que sí ya tiene otro tono y en el que se juegan otros elementos, si se quiere del tipo místico/fantásticos, y que incluye la aparición de nuevos personajes y un registro un tanto más enrarecido. Pero no conviene adelantar adónde va llevando el asunto. Metsurin Tarina puede ser vista como la historia de un optimista o la de un resignado, la de alguien esperanzado que sabe de algún modo que todo va a terminar saliendo bien o la de un sujeto que es incapaz de hacer algo para evitar ser humillado, usado, engañado. O, bueno, una adaptación nórdica del Libro de Job sin Dios de por medio.

Metsurin Tarina va abandonando el humor en esa segunda mitad e invita a una lectura más reflexiva, si se quiere, de los acontecimientos. Sin dejar de lado su gusto por el absurdo, Myllylahti va tomándose un poco más en serio su propia historia y a las circunstancias de su personaje. Y si bien la historia nunca deja de ser creativa e interesante, en esa segunda parte se pierde algo de la gracia que le da cierto ritmo y vida a la anterior.

Con una estética sacada del manual del cine nórdico (hay viñetas cómicas que bordean con el cine de Roy Andersson aunque de un modo bastante menos estilizado y reflexiones filosóficas que no estarían fuera de lugar en un film de Ingmar Bergman), Metsurin Tarina es una enigmática y casi filosófica (¿religiosa?) película acerca de los modos de relacionarse con un mundo que no para de desafiar nuestra paciencia con una mala noticia atrás de otra. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)