En Longlegs a Lee Harker, una nueva y talentosa agente del FBI, le han asignado un caso sin resolver de un asesino en serie. A medida que la investigación se complica y se descubren pruebas ocultas, Harker se da cuenta de que existe un vínculo personal con el despiadado asesino y debe actuar con rapidez para evitar otro asesinato.

  • IMDb Rating: 7,0
  • RottenTomatoes: 86%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Con un clima inquietante que se inscribe desde el primer plano del film y no suelta al espectador hasta el final, Longlegs es una película de terror que se mueve más en el territorio de lo incomprensible e irracional y no tanto en el llamado shock value. Que lo tiene, claro que sí –solo hace falta ver la transformación física de un famoso actor–, pero no es lo prioritario. En cierto sentido, «Oz» Perkins parece tener más en cuenta a la hora de crear el universo en el que se desarrolla la acción a títulos como Twin Peaks –u otros de David Lynch– y films como el japonés Cure, de Kiyoshi Kurosawa, que a las películas de horror más convencionales, aún cuando esos elementos estén en juego.

Es una historia de crímenes que podrían considerarse seriales aún cuando no sean cometidos por una misma persona –o no lo parezcan, al menos– y en el que la inquietud aparece tanto en la manera pausada, metódica y persuasiva en la que el realizador la cuenta como en la actuación entre distanciada y abrumada de su protagonista, que no es Nicolas Cage sino Maika Monroe, que se hizo famosa por la aún más creepy It Follows, ya una década atrás.

Tras un breve flashback que la muestra, siendo niña, conversando con un raro sujeto al que no le vemos del todo el rostro, retomamos a Lee Harker (Monroe) ya adulta, en los años ’90, convertida en una novata agente del FBI. A la chica le asignan investigar junto al más veterano agente William Carter (Blair Underwood) una serie de asesinatos llamativos en una ciudad de Oregon. Todos tienen en común que suceden brutal e inesperadamente en familias en apariencia tranquilas, con un padre matando a los suyos y a sí mismo. Lo que todas las escenas de los crímenes tienen en común es una carta llena de signos raros (¿satánicos quizás?) y una firma: Longlegs.

La perturbada Harker, que parece tener la capacidad de adivinar donde pasaron o pasarán estos crímenes, empieza a unir algunas pistas que dan a entender que hay otras cosas en común entre los distintos crímenes, en especial cuestiones ligadas a la composición de cada familia, a ciertos elementos que hay en las casas y a algunos datos específicos como edades y fechas de nacimientos. Todo esto, de a poco, la irá acercando a ese tal «Longlegs» (luego veremos que ese hombre no es otro que Nicolas Cage, tapado de un maquillaje blanco propio del más siniestro actor de teatro kabuki) y a darse cuenta que su propia historia se puede incorporar y servir para entender –y quizás hasta resolver– el caso.

Pero más allá de que una serie de crímenes que tiene todos los caprichos, las conveniencias y hasta algunos homenajes sutiles del realizador a ciertos títulos de la carrera de su padre (el actor Anthony Perkins), lo que enganchará al espectador –o no, dependerá si le gusta el cine de terror donde lo autoral prima o al menos compite con el shock value— es el tono agobiante con el que los acontecimientos se desarrollan durante buena parte del relato.

Es que salvo por ciertos eventos shockeantes y brutales que suceden en la última media hora del film, gran parte de Longlegs se caracteriza por su sequedad, su silencio y hasta cierta parsimonia, a la que el tono apesadumbrado de la protagonista colabora. Al elenco habrá que sumar también, en dos roles clave, a Alicia Witt (actriz de varios títulos de David Lynch) y a Kiernan Shipka, lejos ya de ser la niña de Mad Men pero con un personaje aún más intenso e indescifrable que aquel.

Pesadillesca por lo inexplicable, hasta cierto punto, de los hechos y con una participación especial de Cage que logra incorporar la extrañeza que lo caracteriza en una película cuyo tono no favorece particularmente la ampulosidad física y gestual con la que suele manejarse, Longlegs es una película que apuesta a incomodar de la manera que incomodan los relatos de crímenes violentos realizados por personas que no tienen aspecto de ser capaces de cometerlos ni mucho menos motivos. La explicación, convengamos, puede ser un poco retorcida, pero la inquietud persiste. Es la angustia cotidiana de suponer que, aún cuando todo lo que hay alrededor pueda parecer normal y previsible, algo terrible e inexplicable en cualquier momento puede suceder. (Diego Lerer -MicropsiaCine.com)