L’île au Trésor transcurre dutante la temporada de verano en un centro recreativo cerca de París que está en pleno apogeo, por lo que no escasean las situaciones divertidas en la concurrida piscina. Un vistazo a la mentalidad de los visitantes y empleados del extenso parque: franceses blancos e inmigrantes que vienen aquí para relajarse porque carecen de los medios para unas vacaciones más exóticas.
- IMDb Rating: 7,1
- FilmAffinity: 6,7
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
El verano es una estación que significa vacaciones incluso en las zonas urbanas, donde se respira una atmósfera de relajación y se aspira a resguardarse del sol y del calor. Guillaume Brac ha dedicado dos películas a este periodo que favorece la relajación de la rutina, la reflexión y la expresión de los sentimientos: una ficción, Contes de Juillet, estrenada fuera de competición en Locarno el año pasado, y el armonioso documental L’Île au Trésor, que acaba de estrenarse en competición en la 53ª edición del Festival de Karlovy Vary, días después de su estreno en Francia de la mano de Les Films du Losange. Un díptico tan original que se ha grabado en el mismo lugar, el centro recreativo Cergy-Pontoise…
“-No sé si habrá por aquí tesoros -dijo-; pero apuesto la peluca a que hay fiebre”. Guillaume Brac deja entrever la temática de su documental con esta cita de Robert Louis Stevenson y con el título de la cinta, calco de la célebre novela del autor escocés: será una aventura a través de la mirada de un niño. Niños y jóvenes cobrarán protagonismo a lo largo del documental, desde el grupo de adolescentes que intenta colarse en la piscina porque no tiene dinero para pagar el ticket, hasta el grupo de jóvenes que intenta seducir con más o menos éxito, pasando por la multitud instalada en la playa o los que se dan un chapuzón entre gritos de alegría y juegos. Y se divierten saltando del puente, aunque esté prohibido, mientras los socorristas no miran. Para unos, se trata de un momento transitorio, de una excursión apacible y feliz fuera de la rutina; para otros, la isla se ha convertido en un paraíso terrestre plagado de recuerdos, como le ocurre a Jérémy, el guapo monitor de hidropedal, que inicia a dos chicas veraneantes en facetas desconocidas de la isla, después del cierre; y que evoca con un guiño de nostalgia el arte de esquivar las rondas de guardias cuando era pequeño. La isla no es salvaje y los empleados, atentos y profesionales, controlan este territorio de libertad.
L’Île au Trésor invita a sumergirse en la serenidad, como en una especie de baño amniótico del corazón en una mezcla social igualitaria: pequeños hombrecillos escalan una colina como si asaltasen una montaña, una familia afgana y un vigilante nocturno guineano cuentan su historia de exilio, una joven promete emociones fuertes desde lo alto de una columna, partidas de paddle en el crepúsculo y el interior de una pirámide construida en medio del estanque (“¡Es mágico!”). Un simple (pero no simplista) mosaico casi sociológico en un paraíso perdido popular que cierra sus puertas al final del verano, y donde la cámara fija y los planos largos del cineasta penetran sutilmente y llegan a lo más profundo del espectador, confirmando el talento que ya ha demostrado Guillaume Brac. (FabienLemercier – CinEuropa.org)
En Cergy-Pontoise, dentro de una isla de la reserva natural Vexin, se levantó una suerte de balneario y parque acuático al que cada día de verano concurren miles de parisinos (está ubicado en las afueras de la capital francesa). Lo que Brac hace en este documental es seguir las historias de niños, adolescentes, jóvenes y adultos en ese ámbito lleno de travesuras, desafíos, seducciones, anécdotas o simples momentos de esparcimiento y relax.
Si bien podríamos encasillar a L’Île au Trésor como un documental (incluso hay una zona que registra los pormenores de la administración y la seguridad del parque digna de los retratos institucionales de Frederick Wiseman), hay varios pasajes donde aparece lo ficcional con situaciones “armadas”, pero que jamás pierden su naturalidad.
Las imágenes son bellísimas sin caer en la ostentación ni el regodeo, las historias de vida son en general muy simpáticas (aunque hay una de un inmigrante africano bastante tenebrosa) y, así, Brac construye un retrato social (multirracial) inspirado desde el título en las aventuras de Robert Louis Stevenson, recorrido por el espíritu de Eric Rohmer, y con esa gracia y fluidez que constituyen el sello personal del director. (Diego Batlle – OtrosCines.com)
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