En Les Choses Humaines los Farel son una pareja poderosa: Jean es un destacado experto francés y su esposa Claire una ensayista conocida por su feminismo radical. Juntos tienen un hijo ejemplar, Alexandre, que estudia en una prestigiosa universidad estadounidense. Durante una breve visita a París, Alexandre conoce a Mila, la hija de la nueva pareja de su madre, y la invita a una fiesta. Al día siguiente, Mila presenta una denuncia contra Alexandre por violación, que destruye la armonía familiar y pone en marcha una inextricable máquina judicial mediática que confronta versiones opuestas.

  • IMDb Rating: 6,9
  • RottenTomatoes: 86%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

En octubre de 2017 surgió el #MeToo, movimiento viral que trató de canalizar las denuncias de acoso, primero en la industria del cine americana, después en toda la sociedad. Desde aquello, varias ficciones en cine y en televisión han tratado de hablar de abusos sexuales, acoso y violación. Películas como Bombshell, con Margott Robbie y Charlize Theron hablaban directamente de los abusos de Roger Ailes, jefazo de la Fox, The Assistant de Kitty Green hablaba del otrora todopoderoso Weinstein, sin mencionarlo. Retratos certeros y diferentes sobre una práctica constante que sufren las mujeres en el mundo de los medios y el espectáculo.

Más allá de contar aquello, ha habido otras historias que se han centrado en el consentimiento. Una palabra sobre la que se ha debatido y mucho, al menos en España, tras la aprobación de la ley del ‘solo sí es sí’ que regula precisamente las condiciones en las que se produce un encuentro sexual consentido. Tras juicios como el de La Manada, el consentimiento pasaba a ser la pieza clave para juzgar los delitos sexuales y no la violencia producida. Pues bien, hemos encontrado la película que ejemplifica esta ley. Se titula Les Choses Humaines, la dirige Yvan Attal y la ha presentado fuera de concurso en el Festival de Cine de Venecia. Una adaptación de la exitosa novela Karine Tuil.

Cuenta la historia de un matrimonio poderoso en Francia. El marido, Pierre Arditi, es un periodista televisivo a punto de recibir la Legión de Honor y ella, Charlotte Gainsbourg, es una feminista francesa, cuyo discurso no rechazaría Rocío Monasterio. Es decir, que culpa de la violencia que sufren las mujeres a la inmigración. Son el matrimonio perfecto, aunque llevan separados un tiempo y tienen un hijo más perfecto aún. Un joven, el actor Ben Attal hijo del director y de Gainsbourg, que estudio en Estados Unidos y que ha vuelto a París para asistir al reconocimiento que recibirá su padre de manos del presidente de la República. Todo se pone patas arriba cuando el niño bien es acusado de violación por una menor, hija del novio de su madre, un irreconocible Mathieu Kassovitz.

Del drama familiar, la película pasa a centrarse en el juicio, en la credibilidad de la víctima. También en ese mantra que hemos escuchado en varias ocasiones de «pero es que le jodes la vida», refiriéndose al acusado, un joven que hizo una apuesta con los amigos solo para tirarse a la primera tía de la fiesta y se quedó con las bragas para demostrar que la había ganado.

Es una historia de un hombre, pero también de un padre y un hijo. De cómo los hombres se protegen ante el abuso. O cómo durante siglos el deseo masculino es lo único que ha importado, sin pensar en la mujer ni en las consecuencias. La cultura de la violación existe y lo ocupa todo. De ahí el testimonio tremendo de una ex novia en el juicio donde retrata con resignación y casi con normalidad que practicaba sexo sin querer y obligada. Es ahí donde entra esa nueva ley, donde entra el debate al que hemos asistido de que una violación también existe cuando no hay violencia.

Un relato que recuerda al de series como I May Destroy You, de Michaela Coel, donde cuenta cómo ni ella misma era consciente de que tener sexo drogada o sin dar el consentimiento también era un tipo de violación. Relatos que como Les choses humaines ahondan en esa zona gris del consentimiento, donde además entran en juego otros factores, la vergüenza de la víctima, un sistema judicial anticuado y una policía sin tacto para gestionar estos temas.

Decía Attal que su idea era poner al público en la piel de un jurado, que en todo momento se pregunta qué pensar para hacer justicia y lo consigue, pero va más allá, porque la película refleja que hay la sociedad sigue culpando a las mujeres pese a todo. ¿Por qué fue a un callejón con él? ¿Por qué bebió? ¿Por qué no se fue? ¿Por qué no dijo no claramente? Todas las preguntas a las que una víctima de violación debe enfrentarse, sin saber la respuesta o sabiendo que si responde eso le quitará credibilidad en un jurado.

Yvan Attal procede de una familia judía, nació en Tel Aviv y creció en París. Debutó primero como actor, en la película Un monde sans pitié, con la que ganó el César. Su primera película como director fue Ma Femme est une Actrice, protagonizada ya por Charlotte Gainsbourg, su pareja en la vida real. Las relaciones familiares son una constante en sus historias, en las que suele aparecer el judaísmo o la religión. En Les Choses Humaines lo incluye en el personaje de la madre de la víctima. Una mujer judía ortodoxa que ve cómo su hija ha sido violada. Una cuetión importante, ya que hace que la víctima no sea sincera, sienta vergüenza y miedo de lo que la madre pueda pensar.

“Los grises son la excusa de los hombres para justificar todos sus actos”, dice en un momento la víctima. Y es terriblemente cierto. Una víctima que pasa dos veces un calvario, el de la violación y del de lograr ser creíble. El de dejar claro que una mujer también tiene voluntad, derechos al deseo y derecho a decir no cuando quiera, aunque sea a oscuras. (Pepa Blanes – CadenaSer.com)