En Las Motitos Juliana y Lautaro viven en un barrio pobre rodeado de policías. Están enamorados y se enfrentan a un embarazo no deseado. No saben qué hacer. ¿A quién acudirán para evitar la ilegalidad y el abandono? La madre de Juliana, Flor, se da cuenta de lo que está pasando y decide actuar.
Mejor Película Iberoamericana en la Sección Zonazine del Festival de Málaga 2021
- IMDb Rating: 6,2
Película (Calidad 1080p)
La niñez y la adolescencia de personajes femeninos –y con realizadoras detrás de las cámaras– es uno de los tópicos que atraviesa una buena porción de la programación del Festival de Mar del Plata. Así ocurre con Las Mil y Una, de Clarisa Navas, y Sophie Jones, de Jessie Bar, en la Competencia Internacional; y con Mamá, mamá, mamá, de Sol Berruezo Pichon-Rivière, y el documental Esquirlas, de Natalia Garayalde, en la Competencia Argentina. A esta última sección se suma ahora Las Motitos, tercer largometraje de Inés María Barrionuevo (Atlántida, Julia y el Zorro), en este caso codirigido junto a la escritora y guionista María Gabriela Vidal.
Basada en la novela de Vidal Los Chicos de las Motitos, la película transcurre durante el alzamiento de la policía de Córdoba durante diciembre de 2013. Un contexto particularmente peligroso para ese grupo de chicos de los suburbios capitalinos que andan en moto de baja cilindrada, visten gorritas con vísceras y alternan tiempo libre con actividades delictivas menores. Algo normal en el barrio, dado que nadie se sorprende demasiado cuando la policía se lleve detenido a uno de esos chicos.
El primer gran mérito de Las motitos es la naturalidad de su registro, la manera de romper un estereotipo social con peso de bronce en el cine argentino sin estridencias y haciendo de esos chicos lo que son: futuros adultos con dudas, con vidas duras, pero no por eso carentes de momentos de belleza y felicidad, como muestra uno de los desenlaces más recordables de esta edición festivalera.
Juliana (una extraordinaria Carla Gusolfino) tiene 15 años, vive con su madre y sus hermanas menores y es parte periférica de ese grupo ya que mantiene una relación con Lautaro. Un test confirma dos cosas: que Juliana está embarazada y que quiere abortarlo. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Con qué dinero? ¿Hay que avisar a los padres? Todas preguntas que Juliana y Lautaro deberán resolver en el marco de un vínculo íntimo, con Barrionuevo y Vidal acompañándolos en sus decisiones.
Las Motitos muestra un universo alejado del sector ABC1 donde suelen transcurrir las ficciones argentinas, haciendo de ese entorno un elemento condicionante de las vivencias de los personajes. Personajes que no son ni buenos ni malos, apenas inseguros y contradictorios. Hubiera sido muy sencillo ubicar a Lautaro –que quiere que aborte de la manera más barata posible- en el rol de villano, pero el chico actúa de buena fe, sin malas intenciones, intentando salir de la mejor manera posible de una situación que ni él ni ella eligieron.
El embarazo desata una crisis personal y afectiva que pone en juego los vínculos con sus familiares más cercanos: mientras la mamá de Lautaro permanece ajena llevando adelante su comercio y cuidando a los hermanos menores, la de Juliana es de esas mujeres fuertes e intuitivas que sospechan que algo no anda bien. A esa madre Juliana necesita más que nunca aun cuando la enfrente. Los matices alrededor de este vínculo, la naturalidad con que se plantea la cuestión del aborto y la notable fluidez del relato y de las interacciones humanas hacen de Las Motitos una de las películas más entrañables de toda la Competencia Argentina. (Ezequiel Boetti – OtrosCines.com)
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