En La Nuit du 12 todos los investigadores se topan tarde o temprano con un crimen que son incapaces de resolver y que se vuelve una obsesión. Para Yohan se trata del asesinato de Clara. Los interrogatorios se suceden y no faltan sospechosos, pero las dudas de Yohan no dejan de crecer. Solo hay una certeza: el crimen se cometió en la noche del 12.
Mejor Película y Mejor Dirección en los Premios César 2022
- IMDb Rating: 7,0
- RottenTomatoes: 90%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
Presentada en la sección Premieres del Festival de Cannes, una selección que no siempre recibe la atención que merece dentro de ese evento lleno de películas «importantes», La Nuit du 12 pasó de ser uno más de esas tantos films franceses que pululan por ese festival a convertirse en uno de los grandes éxitos de público y crítica del año, llevándose hace pocos días seis premios César, entre ellos los de mejor película y director. Y lo cierto es que tiene con qué, ya que se trata de un drama policial criterioso, inteligente y dramáticamente angustiante que apunta más a analizar el crimen cometido que a intentar resolverlo.
Un cartel, de entrada, deja a las claras un dato importante al contar que el 20 por ciento de los 800 asesinatos que se cometen al año en Francia no son resueltos y que éste, basado en un caso real, es uno de ellos. Así que, si bien uno puede analizar y sacar sus propias conclusiones, el director de Seules les Bêtes, News from Planet Mars y Harry, un ami qui vous veut du bien avisa de entrada. Sí, se trata de otro asesinato de una mujer y la investigación que sobreviene. Y si bien es cierto que el género está demasiado lleno de este tipo de crímenes, lo que Moll intenta hacer es más bien una reflexión al respecto disfrazada de trabajo detectivesco.
En la «noche del 12» que le da a la película su título original vemos a una chica joven llamada Clara (Lula Cotton Frapier) saliendo a la madrugada de la casa de un amiga, dejarle un mensaje en video y siendo interceptada por un hombre encapuchado que sin muchas vueltas, le lanza gasolina en el cuerpo, prende un encendedor y la quema viva. La chica intenta correr por el descampado y desolado lugar pero no hay escape posible. A la mañana siguiente la policía se encuentra con el cadáver en cuestión, quemado.
La manera discreta y distante con la que se muestra el hecho y el cuerpo anticipa el modo en el que Dóminik Moll se acerca a la historia. Pese a que muchas de las circunstancias que rodean su muerte podrían «permitírselo», él no quiere hacer una película morbosa sobre el asesinato de una chica joven. Su intención, más bien, es tratar de entender la lógica y, en cierto punto, la imposibilidad de detener y controlar situaciones como esa. Más adelante en el relato, de hecho, el detective dedicado al caso, el joven Yohan (Bastien Bouillon), directamente dirá algo así como que «hay algo que está mal en la relación entre los hombres y las mujeres». Sí, no está diciendo nada nuevo. Solo admitiendo que hay un problema general y cultural ligado a los femicidios que, al menos por ahora, parece irresoluble.
Es que Yohan, que es nuevo en el cargo principal de la delegación de Grenoble en la que sucedió el hecho (el caso real en el que se basa fue en las afueras de París), apenas empieza a investigar acerca de la vida de Clara se da cuenta que muchos podrían haberla matado. ¿Es que la chica hizo algo criminal? No, para nada. Digamos que era una joven a la que le gustaba divertirse, tenía una vida sexual activa y no comprometida con ningún hombre, y que tuvo relaciones con varios, algunos de ellos en pareja con otras, lo cual podría dar pie a situaciones de celos o broncas diversas. Su mejor amiga cuenta que Clara tenía cierto gusto por los «bad boys», pero de vuelta, nada de eso justifica ningún crimen.
Los problemas de Yohan son varios a la hora de descubrir al asesino. Por un lado, entrevista a una decena de jóvenes que tuvieron alguna historia con ella pero, por distintos motivos, razones o justificaciones, no llegan a ser sospechosos del crimen. Y, por otro, comparte tarea con algunos policías que, indirectamente al menos, dan a entender algo así como que «la chica un poco se lo buscó». Su socio, Marceau (el también realizador Bouli Lanners), acaba de separarse de su mujer, que lo dejó por otro hombre, y esa furia –controlada en su caso, pero hasta ahí– es otra muestra más de que crímenes como el de Clara pueden suceder en cualquier momento y circunstancia.
La Nuit du 12 –que se basa en un episodio del libro de Pauline Guéna’s «18.3 – Une année à la PJ«, inspirado en la obra de David Simon, el creador de Homicide y The Wire — irá recorriendo potenciales sospechosos pero siempre con el eje puesto en las constantes frustraciones de Yohan, que se va obsesionando con el caso de un modo que hace recordar a films tipo El Secreto de sus Ojos. El es más joven que la mayoría de sus colegas, hasta se lo podría considerar «deconstruido» (o en proceso de serlo) y de a poco se da cuenta que el sistema que lo rodea no solo hace que crímenes así sean posibles sino que no puedan resolverse. De hecho, cuando en un momento se sumen al equipo de investigación dos mujeres, aparecerán rápidamente novedades y potenciales sospechosos.
Por momentos el guión de Moll y su habitual colaborador Gilles Marchand es un poco obvio, subrayando las ideas que la propia película deja en claro con el caso en sí. «Hombres cometen estos crímenes y hombres los investigan», dirán en algún momento explicando que ese sistema es casi un callejón sin salida. Sí, es cierto, aunque no hace falta decirlo con todas las letras para que se entienda. Sin embargo, su costado analítico y, si se quiere, políticamente correcto, no le quita oscuridad y misterio al film, ya que son distintas las situaciones e interrogatorios con sospechosos que le dan intensidad a La Nuit du 12.
No estamos ante un film de acción ni esperen aquí demasiadas persecuciones o situaciones de extrema violencia luego de la inicial. Es un policial sereno y reflexivo, elegantemente realizado y muy bien actuado, que trabaja sobre las dificultades sociales, culturales y de género que existen para resolver los tantos femicidios que han existido y siguen existiendo. Y si bien su repaso y recorrido por las vidas de los policías protagonistas puede, en algún momento, parecer algo superfluo (o más propio de una serie que tiene que rellenar ocho episodios), la idea de Moll no pasa tanto por psicologizar a cada uno de ellos sino, de algún modo, intentar entender hasta qué punto estas tóxicas estructuras –y estos policías, muchos de los cuales aún piensan en términos anacrónicos– terminan volviendo sistémicos a estos crímenes. Como sucede en las obras del autor de Baltimore en las que el libro se inspira, todo crimen irresuelto revela un sistema que no funciona. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)
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