La Bête sucede en un futuro cercano, donde la inteligencia artificial reina y las emociones se han convertido en una amenaza. Para librarse de ellas, la joven Gabrielle decide purificar su ADN en una máquina que la sumergirá en sus vidas pasadas. Allí se reencuentra con Louis, su gran amor. Pero está abrumada por el miedo y por la sensación de que la catástrofe se avecina. Un historia ambientada en tres períodos distintos: 1910, 2014 y 2044.

Mejor Actriz en el Festival de Cine de Valladolid – Seminci 2023

  • IMDb Rating: 6,6
  • RottenTomatoes: 87%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

De todas las películas que sonaban para participar en la sección oficial del Festival de Cannes de este año y que finalmente no fueron seleccionadas, probablemente la que más sorprendió fue La Bête de Bertrand Bonello, sobre todo teniendo en cuenta que el cineasta francés se consolidó como autor de renombre en el certamen galo con cintas como L’apollonide y Saint Laurent. Se rumoreó en su momento que Thierry Fremaux había llamado a Bonello apenas unas horas antes de anunciar en rueda de prensa las películas que iban a competir por la Palma de Oro para comunicarle que la suya no estaba entre ellas. En el caso de que dicha habladuría fuese cierta y Frémaux realmente hubiese considerado que La Bête no tenía nivel suficiente para proyectarse en el certamen, tanto él como el resto de responsables del festival deberían hacer un profundo ejercicio de autocrítica: por motivos obvios, que Cerrar los Ojos —una de las grandes películas del año— de Víctor Erice fuese ninguneada y condenada al ostracismo de la sección Cannes Premiere y la obra de Bonello sufriese un rechazo taxativo pese a sus innegables virtudes mientras que otras cintas de menor nivel eran recibidas con los brazos abiertos por tener como protagonista a Sean Penn, no deja en muy buen lugar ni al certamen ni a sus dirigentes.

Pero volviendo a lo netamente cinematográfico, el autor de Nocturama se basa libremente en un texto de Henry James para construir la historia de una joven (Léa Seydoux) que, en un futuro distópico en el que la inteligencia artificial ha infectado y mecanizado absolutamente todos los engranajes de la sociedad, decide someterse a una purificación de ADN que le libre de sus sentimientos y la convierta en una trabajadora eficaz y productiva. Así, mientras una máquina proyecta dentro de su mente los recuerdos de sus vidas pasadas, todas terminadas trágicamente antes de que pudiese ser feliz con el amor de su vida (George MacKay), el miedo a convertirse en un autómata la llenará de dudas y ansiedades y, en última instancia, la obligará a elegir entre la dolorosa calidez de las emociones o el frío cálculo de la perfección.

En esa mastodóntica obra maestra que es L’apollonide, Bonello hacía una reflexión sobre la perpetuación de las desigualdades, los crímenes y los abusos a lo largo de la Historia, encerrándose para ello en un prostíbulo de lujo de finales del S. XIX con la idea de capturar la tristeza, el hastío y la opresión que sentían todas aquellas mujeres que veían cómo día sí y día también las convertían en objetos sexuales puestos a disposición de todos los artistas, aristócratas, diputados y empresarios que habitaban las esferas de poder del país. Tangencialmente, el director hacía sutiles apuntes sobre los temas que estaban de actualidad en ese momento para, por un lado, condensar las tensiones económicas, políticas y sociales que preocupaban a la gente en unos pocos fotogramas; y, por otro, señalar la raíz de futuros problemas que ya se estaban cociendo bajo la superficie de la cotidianeidad.

En La Bête, el cineasta galo repite la estrategia y, de nuevo, construye una suerte de ensayo sobre la forma en que la sociedad ha imposibilitado a lo largo de la Historia que las relaciones amorosas se desarrollen con salud y naturalidad al convertir el entorno en el que deben germinar en un campo minado de desigualdades que no hacen sino llevar al ser humano al límite de la cordura; oprimirlo y asfixiarlo hasta dejarle sin aire; convencerle de que se encuentra en una jungla en la que, para poder sobrevivir, debe someter, humillar y, en última instancia, aplastar a sus «competidores». De nuevo, el director de Zombie Child y Coma hace un análisis de la actualidad tan certero y puntiagudo como finalmente desolador en el que, al mismo tiempo que radiografía problemas concretos a los que no se les está prestando demasiada atención, reflexiona sobre el peligro de algunos inventos que, aunque ahora no resulten determinantes en casi ningún ámbito, no tardarán en marcar el futuro de la humanidad.

La Bête se planta delante de la mirada como un laberinto de dobles, triples y cuádruples sentidos sin entrada ni salida que encierra en su interior a un monstruo salvajemente mortal. Y mientras el espectador intenta encontrar la respuesta de un acertijo que pronto se desvela esquivo, Bonello no deja de cuestionarse sobre las posibilidades expresivas y reflexivas que puede tener una obra de arte creada por la inteligencia artificial; sobre las consecuencias de vivir para trabajar y no trabajar para vivir: sobre extirpación de los sentimientos por parte de la rueda capitalista con el objetivo de convertir a las personas en intransigentes máquinas de producir; sobre la angustia, el desasosiego y la soledad que se ciernen sobre todo aquel que se atreva a llevarle la contraria al sistema; sobre los motivos por los cuales un chaval se convierte en un incel —sí, los del celibato—; sobre las inseguridades físicas creadas artificialmente por las clínicas de cirugía estética con el objetivo de ganar pasta a costa del sufrimiento de las personas. El director compone así unas imágenes de precisión milimétrica que destilan una belleza atractiva y pesimista; acelera y desacelera el ritmo del montaje con una sobriedad aplastante; emplea una serie de recursos visuales —pantallas partidas, distintas relaciones de aspecto, lentes con distorsión— que impactan tanto por su fuerza estética como por su original implantación en el relato. La Bête viene a confirmar lo que muchos ya sabían: que Bertrand Bonello es uno de los cineastas más inteligentes, heterodoxos, iconoclastas y superdotados del panorama actual. (Rubén Tellez Brotons – ElAntepenúltimoMohicano.com)