Jackie Brown es una azafata de vuelo que necesita dinero y hace de correo para Robbie, un mafioso buscado por la policía. Un día es sorprendida en la aduana y acusada de tráfico de drogas y evasión de capital. Sólo podrá evitar su ingreso en prisión, si acepta una propuesta de la policía: ayudarles a llegar hasta Robbie
Oso de Plata al Mejor Actor en el Festival de Berlín 1997
- IMDb Rating: 7,5
- RottenTomatoes: 87%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
Para muchos, la mejor o la más adulta de las películas de Quentin Tarantino, Jackie Brown posee los suficientes elementos distintivos que la hacen indiscutiblemente suya, pero a la vez propone un acercamiento más humanista a los personajes de lo que acostumbraba el realizador hasta entonces, algo a lo que volvería recién en la inminente Once Upon a Time in… Hollywood. Históricamente se ha conectado esta “anomalía” en la carrera del normalmente más cínico y ácido director a que esta película era y sigue siendo la única que se basa en un material previo no propio, en este caso la novela Rum Punch, de Elmore Leonard. Pero a juzgar por el film en sí –y por las maneras precisas en las que QT conecta con algo más profundo y menos superficial, especialmente en lo que respecta a los dos protagonistas principales– se puede decir que ese cariño por los personajes no se debe solo al texto de Leonard. Hay otras películas basadas en novelas suyas que son pura mecánica policial con guiños irónicos. Y sería necio pensar que Tarantino es nada más que un cinéfilo fanático y obsesivo que hace complejas estructuras narrativas solo en base a referencias y caricaturas. También lo es, claro, pero de maneras acaso no tan visibles o llamativas como sus elecciones más controversiales, el “aire” que les suele dar a sus personajes para respirar les permite, a veces, sacarlos de su función puramente simbólica.
Esta idea de la “hang out movie“, de la película en la que se invita al espectador a pasarse un tiempo con personajes más que estar pendiente de las maquinaciones de la trama, va a ser una constante de su carrera, pero no siempre en función de la complejidad de los personajes. En Reservoir Dogs, Pulp Fiction, la saga Kill Bill y en The Hateful Eight, Tarantino también les da a los personajes tiempo para expresarse a sus anchas, saliéndose afuera de los lineamientos del guion. Pero tengo la impresión de que en la mayoría esos casos lo hace para escuchar el sonido de su propia voz: crear largos monólogos autosuficientes cuyo objetivo no es más que demostrar la capacidad de Tarantino para crearlos. En films como Jackie Brown, Inglourious Basterds, en menor medida Django Unchained y más que nada en Once Upon a Time in… Hollywood, ese espacio está abierto no solo a los guiños sino a las emociones, no solo a las palabras sino también a los silencios. No solo al cine sino también a algo parecido a la vida real.
En un mundo paralelo en el que Jackie Brown hubiera sido un éxito en lugar del relativo fracaso que fue, especialmente viniendo atrás del furor de Pulp Fiction, es muy probable que la carrera posterior de QT habría ido para otros lados. En lugar de decidirse por su lado más “hipster” y cinéfilo, en lugar de sentir la necesidad de volver o aumentar el nivel de violencia de sus películas, quizás Tarantino podía haberse manejado en este otro terreno, uno en el que igualmente se pusieran en juego fuerzas narrativas complicadas y lúdicas pero priorizando alguna verdad emocional, digamos, más adulta. En la segunda parte de Kill Bill, si se quiere, una vez que el ejercicio de homenaje al cine asiático se agota, Tarantino retoma un poco esta línea abandonada. Y acaso en Inglourious Basterds logra la síntesis perfecta entre sus distintos intereses: el grand guignol, el juego cinéfilo y la profundidad emocional. Algo de eso volverá en Once Upon a Time in… Hollywood pero de una manera diferente y, si se quiere, novedosa en su carrera.
¿Por qué se considera a Jackie Brown como la más adulta de sus películas y qué es lo que la ha transformado en la favorita de muchos? Es que si bien mantiene una estructura policial compleja y retorcida no tan diferente a la de Pulp Fiction, el eje acá no pasa necesariamente por la exhibición de su propio talento como guionista sino en poner ese guion al servicio de los personajes. Con la excepción de Ordell, el gangster de poca monta que encarna Samuel L. Jackson (que sí funciona como un “repetidor” de tarantineadas y recién al final se escapa un poco de la muy bien actuada y sostenida caricatura), los demás personajes parecen tener entidad propia y características individuales, desde el bobalicón ex presidiario que encarna Robert De Niro hasta la “surfer girl” a la que Bridget Fonda da dimensiones impensadas (se la extraña a Bridget, agreguemos), pero especialmente la dupla protagónica de Pam Grier y Robert Forster.
No haré aquí un resumen narrativo de la trama (si quieren hacer un viaje al pasado, aquí tienen mi crítica publicada en Clarín al estrenarse la película… hace 21 años), pero lo cierto que Jackie Brown recién clickea en un 100% cuando Max Cherry (Forster) se cruza con Brown a la salida de la cárcel y queda embobado ante su presencia. De los casi 150 minutos que dura la película no es mucho el tiempo que Tarantino le dará a la dupla, pero cada escena con ambos funciona como el corazón emocional de la película. Más allá del bolso con dinero, del suspenso respecto a las posibles traiciones (¿a quién quiere engañar Jackie? ¿A Ordell, a la policía, a ambos?), lo que conecta a los espectadores es el encuentro entre estas dos personas a las que, por distintos motivos, se les pasó su “cuarto de hora” (algo aplicable también a los actores, dejando en claro que QT es un maestro del casting). La posibilidad que se les presenta a ambos de encontrar una salida a ese pozo –sea mediante el dinero, sea mediante la relación con el otro, o con las dos cosas– humaniza la mecánica ejecución de la trama. Sin ella –y sin ese final, conmovedor y muy reconocible– Jackie Brown podría no ser más que un ingenioso policial.
Las mejores películas de Tarantino, en mi opinión, son las que logran ese plus, ese “algo más” que supera la combinación de sus diferentes elementos. Es por eso que, creo, Jackie Brown conecta en línea directa con Inglourious Basterds y Once Upon a Time in… Hollywood. Porque en todas ellas hay algo más allá del gesto, hay una relación más profunda entre el “mundo Tarantino” y el “mundo real”. Más allá de las diferencias que hay entre las películas que protagonizan, hay un hilo que une a Jackie y a Max de Jackie Brown con Shoshanna (en Inglourious Basterds) y con Rick (en Once Upon a Time in… Hollywood). Uno podría hablar de fragilidad, de confusión, de miedo, de inseguridad. En todos ellos hay un temblor ante el mundo que los vuelve verdaderos, creíbles, humanos.
Sin ese condimento, el cine de Tarantino siempre está al borde de caer en cierto “onanismo” (si se me permite la metáfora) de la referencia, del gesto, del sonido de la voz. Cuando aparece esta fractura en el gran mural que él hombre ha sabido crear, uno puede atravesarlo y dejar de mirarlo desde la clínica distancia de la admiración. Las lágrimas que acompañan el final de Jackie Brown (la de los personajes, sí, pero quiero creer que también las de los espectadores) se repetirá en esas otras dos películas. Y eso es algo que no se consigue solamente con enciclopedismo cinéfilo y talento para el impacto visceral. Se obtiene cuando uno se conecta con los protagonistas y vive esas aventuras a través de sus ojos. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)
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