En Hill of Freedom, un japonés llega a Corea con la intención de encontrar a su antigua amante. Se aloja en una casa de huéspedes y se encuentra con varias personas.
- IMDb Rating: 7,0
- RottenTomatoes: 85%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
La magia de Hong Sang-soo, se ha dicho esto mil veces, es hacer pasar por simple lo complicado, por básico lo complejo y hasta por casual, lo profundo y existencial. Todo eso esta demostrado en Hill of Freedom, su magnifica película que acaba de presentarse en el Festival de Viena (la Viennale). Las historias pueden ser mínimas, los diálogos casi intrascendentes y las escenas aparentemente banales, pero detrás de esa simplicidad existe no solo una compleja organización narrativa sino una profundidad temático/filosófica a la que pocos cineastas llegan.
Hill of Freedom juega este juego y lo hace aun mas obvio, ya que la mayoría de los personajes hablan en inglés, lo cual vuelve a sus diálogos en muchos momentos muy básicos y repetitivos, al estar dichos por personas que no hablan del todo bien el idioma y se mantienen siempre dentro haciendo comentarios bastante pasajeros. A diferencia del filme con Isabelle Huppert –otro que usaba el ingles como lingua franca– aquí el idioma surge de la combinación de un protagonista japonés en escenarios coreanos. Es la historia de Mori, un hombre que vuelve de Japón a Corea a buscar una mujer allí con la que tuvo una relación un tiempo atrás.
La estructura indirecta que usa Hong para relatar esta historia es más importante de lo que puede parecer en un principio. Esta mujer –llamada Kwon– es la que retira un montón de cartas que él le mando a ella contándole los esfuerzos que hizo para encontrarla y las aventuras que vivió en el interín. El problema es que a Kwon las cartas –que no están fechadas– se le caen al piso, las recoge y las lee fuera de orden. Y así, desordenada, vamos viendo las historias que él le cuenta.
Este procedimiento genera dos fuerzas motoras dramáticas y narrativas que se vuelven tan originales como importantes en tanto el filme avanza. Kwon va leyendo las cartas de Mori y vamos viendo sus desventuras como en un montaje desordenado: consecuencias antes que causas, desencuentros antes que encuentros, vemos a gente emborracharse juntas como grandes amigos y luego presentarse como si no se conocieran. Por un lado, el mas directo, el efecto produce curiosidad en el espectador en tratar de rearmar el rompecabezas de la historia. Y lo principal allí es la relación que, mientras Mori busca a Kwon, pasa a tener con Youngsun, la dueña del bar a la que Mori siempre va en busca de Kwon.
Pero mas allá de ese juego –un clásico estratagema narrativo ya de Hong, que encuentra estos sistemas todo el tiempo y todos son originales e ingeniosos–, lo que deja traslucir, otra vez, Hill of Freedom es la habilidad del realizador para trazar en ese cruce de relaciones una suerte de estado de búsqueda permanente, de desvío, de enamoramiento y desenamoramiento, del encanto y desencanto de conocer gente, ser parte de sus vidas en algún momento y luego seguir –con las mismas pulsiones– hacia otros lados.
Hill of Freedom es una película de amor pero no necesariamente entre Mori y Kwon –que casi ni se cruzan en el relato– ni entre Mori y Youngsun, sino una sobre la necesidad de relacionarse, de encontrar compañías agradables con las que compartir momentos (y, porque no, emborracharse) y sobre esos sinuosos caminos por los que lo lleva la vida. En la parte si se quiere mas obvia del filme, Mori le cuenta a Youngsun que esta leyendo un libro llamado Time, en el que se explica que la división entre el pasado, el presente y el futuro es una creación mental que no responde a la realidad y que esta se produce en un tiempo presente único. La película no es más que la puesta en escena de esa idea: que la experiencia de vida es un presente continuo en el que las cosas nos afectan y nos desafectan, nos entusiasman y desinteresan, nos cambian radicalmente o no nos provocan absolutamente nada.
no necesariamente entre Mori y Kwon –que casi ni se cruzan en el relato– ni entre Mori y Youngsun, sino una sobre la necesidad de relacionarse, de encontrar compañías agradables con las que compartir momentos (y, porque no, emborracharse) y sobre esos sinuosos caminos por los que lo lleva la vida. En la parte si se quiere mas obvia del filme, Mori le cuenta a Youngsun que esta leyendo un libro llamado Time, en el que se explica que la división entre el pasado, el presente y el futuro es una creación mental que no responde a la realidad y que esta se produce en un tiempo presente único. La película no es más que la puesta en escena de esa idea: que la experiencia de vida es un presente continuo en el que las cosas nos afectan y nos desafectan, nos entusiasman y desinteresan, nos cambian radicalmente o no nos provocan absolutamente nada.
Crónica de encuentros, de charlas ligeras y graciosas, de generalizaciones culturales tomadas con humor (un chiste permanente en los diálogos entre el japonés y los coreanos es hablar de cómo unos se ven a otros) y si bien el diálogo en un inglés básico y limitado parece darle al filme un aura un tanto simplona (lo mismo dirán algunos de la forma de filmar casi al pasar de Hong, con sus zooms violentos y sus repeticiones, con sus planos largos y sus mesas regadas de alcohol), pero hay algo en la película que, escondido tras su aparente ligereza, vibra en el espectador.
En ese sentido, Hill of Freedom tiene puntos en común con Boyhood, de Richard Linklater, en la idea de que las vidas son colecciones de momentos, no necesariamente importantes ni trascendentales, pero que nos conforman y definen como personas sin que casi nos demos cuenta. Alejándose de la estructura narrativa profesional de Hollywood en la cual los personajes suelen atravesar situaciones traumáticas que los ayudan a superar determinadas dificultades o temores, Hong (o, si se quiere y a su manera, Linklater) transforman la experiencia de vivir en algo contado en un tiempo presente continuo y en un aprendizaje inconsciente que es tan aparentemente liviano como permanente. No hay lecciones de vida, no hay momentos reveladores, no hay grandes verdades dichas en esta supuestamente liviana comedia. Como decían aquellos muchachos de Liverpool, la vida –el amor, las relaciones, los amigos– es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otras cosas. Bebiendo, leyendo, conversando con un desconocido en el desayuno del hotel… (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)
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