En Heat, Neil McCauley es un experto ladrón. Su filosofía consiste en vivir sin ataduras ni vínculos que puedan constituir un obstáculo si las cosas se complican. Su banda la forman criminales profesionales tan cualificados que pueden incluso impresionar al detective Vincent Hanna, un hombre que vive tan obsesionado con su trabajo que llega a poner en peligro su vida sentimental. Cuando la banda de McCauley prepara el golpe definitivo, y el equipo de Hannah se dispone a evitarlo, cada uno de ellos comprende que tiene que vérselas con la mente más brillante a la que se ha enfrentado en su carrera.
- IMDB Rating: 8,2
- Rottentomatoes: 86%
En toda película siempre hay un lado bueno y un lado malo, un héroe y un villano, un protagonista que nos conmueve con su causa y un villano que queremos que caiga. Esta división conforma la esencia de una historia (que no necesariamente tiene que terminar “bien”) que se lleva a la gran pantalla en tres actos que estructuran un filme. En un 99% de los casos nos identificamos con el motivo de un héroe, pero pocas veces analizamos si de verdad lo debemos hacer. Lo hacemos porque es lo normal. No hay necesidad de irse por otro lado ni de rebuscar para realmente justificar que todo lo que hace es bueno (aunque a veces haya mucha violencia involucrada).
La película Heat es un perfecto ejemplo de una película de acción que funciona mejor en su tono dramático y silencioso. Sus escenas de acción son icónicas, pero es más icónico ver cómo sus dos personajes principales conversan en una secuencia que resume todo el sentido de la lucha entre ambos lados por medio de palabras y anécdotas. Un verdadero triunfo por parte del director Michael Mann, quien logra algo innovador y original que debería ser recordado por muchos años.
En Heat tenemos a un grupo de criminales quienes en su último asalto incluyen a un elemento que les hace dejar una pista. La policía de Los Angeles se encargará de acorralarlos en un juego de gato y ratón que se convierte en una lucha personal. Resumir más es explicar demasiado y algo que acá no tiene sentido.
Heat está llevada a cabo por un grupo increíble de actores que se prestan para ejecutar cualquier rol en esta obra maestra de Michael Mann. El director enfoca su atención en los dos polos principales: Vincent Hanna y Neil McCauley, interpretados por Al Pacino y Robert De Niro respectivamente y a ellos les da poder sobre toda la situación. Todo el guión gira en las mejores y peores decisiones que cada uno toma bajo presión, sin importar a quien afectan. Es un motor que hace que la película se mueva constantemente y hace que los 170 minutos pasen sin sentir que es una película demasiado larga. La puesta en escena de Mann es comparable con una sinfonía de un gran músico. Simplemente extraordinaria.
Heat es una película que tiene dos lados claramente enmarcados bajo una estructura emocional que mueve a la película. Lo interesante es que nunca expone a sus personajes como ambiguos ni superficiales. No son buenos y malos porque deben ser buenos y malos. Es la naturaleza de sus actos lo que los lleva a cometer terribles actos, y lo que los lleva a ser villanos y héroes. Lo que mueve a nuestro héroe es la necesidad de justicia, al menos un 1% de ella mientras se mueve en un mundo podrido y corrupto. Lo que mueve a nuestro villano es la necesidad de ser bueno, de salir de un hoyo en el que ha estado toda su vida. Quienes rodean ambos ejes son peones que no son indispensables, solo son combustible para avivar la llama entre dos personajes, un policía y un ladrón cansados de siempre ser los mismos. El acto de redención entre ambos es sublime y crucial. Un momento dorado en la historia del cine en donde la batalla entre el bien y el mal se resume en un encuentro silencioso, visceral, y totalmente representativo de la disputa por la conveniencia de ser bueno o malo: ambos son solitarios, y ambos terminan en soledad, sin importar lo que ocurra.
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