En Ex Drummer Ivan, Koen y Jan han decidido que lo suyo es la música, así que forman un grupo, que toca pun-rock, y triunfan por todo lo alto en un festival de rock local. Koen, el cantante, añade a sus pintas de skin head la peculiaridad de vivir cabeza abajo y el peligro de ser un violador compulsivo. Jan debe de ser el único bajista del mundo con un solo brazo; el otro se le quedó paralizado tras una complicada experiencia onanista. Iván, que es sordo, se encarga de tocar la guitarra, tiene una mujer drogadicta y una hija. Falta un batería. Por fin el puesto lo ocupa Dries, un escritor de fama capaz de darle lecciones al propio Maquiavelo. Que no sepa ni sostener las baquetas es lo de menos.

  • IMDb Rating: 6,9
  • RottenTomatoes: 71%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Políticamente incorrecta, transgresora, destructiva, esperpéntica, underground, ultraviolenta, bizarra, desagradable, gamberra, escatológica, enferma, morbosa… todo estos calificativos, y algunos más que me dejo en el teclado, los tendría bien merecidos Ex Drummer si me atreviese con el ejercicio de analizar una a una las escenas que va escupiendo la ópera prima del belga Koen Mortier durante los 100 minutos aproximados que dura el metraje, plagado de una carga de humor negro y mala leche para la que no encuentro parangón, ya que lo más similar a comparar (y nunca en su argumento) serían cintas como «El club del suicidio» de Tomoki Hasegawa, Pink Flamingo de John Waters o Visitor Q de Takashi Mike, pero todas ellas tienen un sentido distinto al pretendido por este novel director (al menos yo lo entiendo así), que elabora una violentísima tragicomedia a partir de la historia de un afamado escritor que no sabe nada de música, pero ávido de obterner material «in situ» para su nuevo libro, y también de salir del aburrimiento en el que está inmersa su vida cotidiana, se involucra en el desesperante rol de una banda de punk-rock integrada por tres minusválidos que son auténticos deshechos sociales, como si los hubiesen sacado directamente de los infiernos del subsuelo belga.

Koen (Norman Baert), cantante del grupo, añade a sus pintas de skin head la particularidad de que vive literalmente «cabeza abajo» y de ser un peligroso violador compulsivo. Jan (Gunter Lamoot) toca el bajo; instrumento un tanto extraño para un hombre que posee un sólo brazo… el otro lo perdió tras una complicada experiencia onanista. El tercer miembro es Iván (Sam Louwyck), guitarrista de la banda, sordo total, que tiene una mujer drogadicta y una hija pequeña a la que ninguno de los dos cuida. Pero falta un batería, cuya única condición es que sea también dicapacitado. Oferta que va a venirle al pelo a Dries, nuestro liberal escritor (economía más que aceptable, estilo de vida minimalista aderezado con cocaína, menage a trois, peluquería, gimnasio y mierdas similares), cuya «discapacidad» consiste en no saber qué son unas baquetas; aunque resulte ser lo de menos, porque qué discapacidad puede ser más grave para un batería que no tener ni idea de música?… Después de algúna que otra divagación y cálculo acerca de que una celebridad intelectual es justo lo que necesitan, los tres aceptan pulpo como animal de compañía y Dries logra integrarse en la banda.

Si bien los componentes del trío protagonista son a cual más repulsivo, auténticos símbolos de la disminución de la civilización occidental, y muestran de forma más que convincente cómo los diversos mecanismos del sistema social contemporáneo pueden conducir a comportamientos realmente inhumanos, nuestro escritor y protagonista del film resultará ser el peor de todos, un esperpento carente de fantasía e inspiración que, cual vampiro, subsiste chupando de las experiencias de los demás; un personaje nacido para hacer el mal, un manipulador sin escrúpulos que se convertirá dentro del grupo en dios y diablo al tiempo, que manejará a unos y otros hasta conseguir provocar una auténtica carnicería entre ellos, sabiendo salir bien parado e impoluto de las situacioes que maquiavelicamente va provocando. Respecto a este personaje, Mortier asegura haberse inspirado en Georges Bush para su diseño, y en una entrevista llega a afirmar: «Se puede pensar que hay muchas diferencias entre uno y otro, pero si te fijas bien, ambos tienen unos cuantos muertos a sus espaldas y, sin embargo, eso no les impide sonreir o salir tranquilos de sus casas a pasear al perro».

Ex Drummer no es plato para cualquier estómago. El nihilismo que la recorre hace de éste su virtud y a la vez su propio defecto. La atormentada atmósfera que destila logra que el discurso se mueva en peligrósos límites, no censurando la sociedad autodestructiva, enferma y amoral que retrata, en la que el personaje que sale mejor parado es el que no pertenece al submundo marginal, que al tiempo es el más inmoral de todos y, casualmente, el más normal sociológicamente comparado.

Ex Drummer no es una mala película. Reconozco, dos semanas después de haberla visto y cuando ya se me han pasado sus efectos, que a mí llegó a gustarme (llamadme lo que querais, pero así es). Será desagradable y grotesca, pero la recorre un negrísimo sentido del humor. Es como ver un cómic gore, plagado de escenas desapacibles, caricaturescas y exageradas, insultando al mundo y a su ética en casi todos sus frentes-fotogramas de modo tan excesivo que acabas riéndote de una violación, un asesinato o una paranoia desquiciada. Y entonces te sientes miserable y culpabable por esa carcajada y apagas el DVD. Lo que sucede es que al final Ex Drummer, cuando ya has visto tantas escenas de este tipo, no le concedes importancia alguna… hasta que pasa un rato y caes en la cuenta de que Mortier ha jugado demasiado contigo, con tu sentido de la lógica y de lo correcto, y lo que es peor, con tu sentido de lo ético… o no, o quizá sucede que tu acojone te ha hecho perderte un final realmente redondo?

Pues valga como premisa, por si teneis oportunidad de verla… Personalmente, después de casi dos horas acostumbrando la vista a la basura de semejantes personajes, y el oido al insulto constante de su obsceno lenguaje, me pone de muy mala leche sospechar que en el fondo algunos de esos tipos no son tan raros o diferentes al vecino; o a lo peor, a alguna parte de mí misma… Lo que sí es seguro es que a Koen Mortier, por si acaso, le seguiré la pista. Y que, aunque álguien me cuente como acaba, volveré a encender el DVD para ver el final de Ex Drummer… pero no por ahora, de momento. Prefiero, más adelante, regresar sobre él por el puro placer de mi macabro recreo. (PuertaDeBabel.com)