Entre la Niebla transcurre en el antiguo lugar sagrado del Páramo de Sumapaz, en Colombia, el mayor ecosistema de tundra alpina del mundo y fuente de agua potable para los 11 millones de habitantes de la capital. El Sumapaz, dejado al margen de las actividades humanas y de los límites de la ley, se ha convertido en un camino criminal, cuyas últimas barricadas defiende el guardia de montaña F con su padre y otros nativos.
- IMDb Rating: 5,0
Película (Calidad 1080p)
El director colombiano Augusto Sandino vuelve al Festival Black Nights de Tallín después de haber ganado el Premio Especial del Jurado y el Premio FIPRESCI en 2016 con su primer largometraje, Suave el Aliento. Entre la Niebla, que participa en la selección oficial del evento estonio, es una obra muy enigmática que mezcla elementos del realismo mágico y el drama psicológico.
La película de Sandino no sigue una narrativa concreta. En lugar de eso, tiene como objetivo ofrecer al espectador una experiencia cinematográfica muy peculiar, que puede dividir al público debido a su naturaleza “brumosa” y predominantemente fragmentaria. Nos centramos en un pastor llamado simplemente “F” (interpretado por el fotógrafo Sebastian Pii, que padece el síndrome de Hallermann–Streiff), que actúa como el guardián de una remota zona montañosa de Sudamérica, el Páramo de Sumapaz. Desde el principio, nos damos cuenta de que el ecosistema en el que vive está en peligro, ya que está siendo violentamente destruido por la intervención humana. Mientras tanto, F necesita cuidar de su padre enfermo (Mario de Jesús Viana).
En general, el potencial de Entre la Niebla reside en la poderosa y magnética presencia de su protagonista. Los recursos diferentes del actor —su cuerpo, voz y movimientos— se convierten en un lienzo en blanco donde Sandino consigue esbozar un personaje único y ficticio. La confianza mutua entre Sandino y Pii a la hora de embarcarse en este proyecto creativo se ve claramente en la pantalla y permite a ambos explorar —de forma íntima y profunda— algunos aspectos delicados de la vida, como la soledad, el instinto, el miedo y, lo más importante, el eros. Aquí, Sandino hace un excelente trabajo y confía en la sensibilidad de Pii y en sus otras cualidades. En este sentido, su trabajo como director ha sido comparado con el de Matteo Garrone y Marcello Fonte en Dogman, o el de Jo Sol e Íñigo Martínez en Armugán.
Los deseos sexuales de F ocupan cada vez más espacio, y nos regalan algunas escenas muy interesantes a nivel visual, incluida una donde el protagonista imita un cunnilingus mientras lame el interior de una fresa.
Excepto por algunos efectos CGI no muy convincentes (como una escalera blanca que conduce al cielo, y que aparece en una de las visiones de F), la realidad y la imaginación se combinan de forma satisfactoria, en particular gracias al minucioso trabajo de cámara de Gio Park. El director de fotografía activa el entorno natural hostil y la niebla para afectar la atmósfera misteriosa e incómoda de la película, optando por una paleta más oscura en tonos grises para los exteriores y colores más reconfortantes y cálidos para los interiores.
Más adelante, el componente surrealista e imaginario gana más protagonismo, ya que F sueña con escapar de su deprimente páramo y aprende inglés, el idioma de los “astronautas” y “viajeros”. A pesar de que la historia está ambientada en los Andes, hay poco rastro del idioma español, exceptuando dos pistas que forman parte de la música. En particular, Sandino elige limitar el diálogo lo máximo posible, y los pocos que hay son pronunciados en inglés o en el dialecto (ficticio) de Sunapakún, que contribuye a sumergir al espectador en un viaje lírico, pero bastante alienante ambientado en un “no lugar” y en un tiempo indeterminado, que puede ser cercano al presente (debido a la presencia de algunos objetos más modernos, como radios y coches). (Davide Abbastecianni – CinEuropa.org)
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