En El Cebo, una niña aparece asesinada en el bosque de un pequeño pueblo suizo. Inmediatamente las sospechas recaen sobre el viejo vendedor ambulante que encontró el cadáver. Únicamente el comisario Matthäi duda de su culpabilidad, pero se acaba de jubilar y deja el caso en manos de un compañero. Ya en el aeropuerto, a punto de despegar su avión, a Matthäi le vienen a la mente algunos detalles contados por los niños de la escuela; decide entonces aplazar su viaje e investigar el caso.
- IMDb Rating: 7,9
- FilmAffinity: 7,7
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
El Cebo es una auténtica rareza dentro del cine español, pero no por su adscripción genérica, ya que, aunque en España el cine negro no había menudeado, sí había arrancado con títulos como Apartado de Correos 1001 (Julio Salvador, 1950) o Brigada Criminal (Ignacio F. Iquino, 1950), sino por el hecho de tratarse de una coproducción entre España, Alemania y Suiza, dirigida por un húngaro nacionalizado español, rodada con actores de diversas nacionalidades en Suiza y en lengua alemana. En la elaboración del guion participó el escritor Friedrich Dürrenmatt, quien, con posterioridad al estreno la película de Vajda, pero también en 1958, publicó en Suiza una novela titulada La Promesa: Réquiem por la Novela Policial, en la que regresaba a la misma historia.
Ladislao Vajda, que comenzó su carrera como guionista en el cine austriaco y alemán y trabajó como montador para Billy Wilder y Henry Koster, estrenó El Cebo en un momento muy dulce de su carrera, justo después de las tres películas que había hecho con Pablito Calvo: Marcelino pan y vino (1955), Mi tío Jacinto (1956) y Un ángel pasó por Brooklyn (1957). El Cebo es una suerte de cuento macabro que recuerda en ciertos aspectos a M (Fritz Lang, 1931) y The Night of the Hunter (Charles Laughton, 1955), con algunas reminiscencias de Frankenstein, (James Whale, 1931), si bien su hilo argumental parece estar trazado sobre un cuento clásico, “Caperucita Roja”.
El título en alemán, Es geschah am hellichten Tag, que podría traducirse como “Sucedió a plena luz del día”, es más sugerente y menos explícito que en castellano, y, además, pone de relieve uno de los grandes méritos de la película, que es hacer cine negro a pleno sol. De hecho, El Cebo abandona el espacio urbano típico de las películas de este género y sitúa la acción en un bosque junto a la carretera, donde un buhonero, Jacquier (Michel Simon), descubre el cuerpo sin vida de una niña. Aunque todo apunta a la autoría del propio buhonero, el comisario Matthäi (Heinz Rühmann) no está convencido. Desgraciadamente, Matthäi ha dejado su puesto y debe partir hacia un nuevo trabajo en Jordania, pero, en el último momento, abandona ese nuevo puesto y se pone a investigar el caso, que ha quedado cerrado tras el suicidio del buhonero.
A partir de ese instante, Matthäi se obsesiona por encontrar al auténtico asesino y no duda en tenderle una trampa, aunque para ello tenga que emplear un cebo humano. El cebo cuenta la historia de la obsesión de Matthäi, quien, poco a poco, va estrechando el cerco en torno a ese mago o gigante que viaja en un gran coche negro y les regala a las niñas erizos (trufas). Uno de los grandes aciertos de Vajda es presentar al asesino, si bien de forma demorada, en mitad del metraje. Se trata de Schrott (un inmenso Gert Fröbe), un pobre infeliz subyugado y ridiculizado continuamente por su esposa, de la que había sido anteriormente chófer.
Recuerdo haber visto esta película en la televisión cuando era niño y no me pareció en absoluto una película policiaca, sino más bien un cuento de terror, en el que un gigante asesinaba a las niñas que se adentraban en el bosque. Lo terrible es que el comisario Matthäi convierte la caza del asesino en un asunto personal y prosigue su investigación al margen de la ley, desde una gasolinera que compra para poder vigilar la carretera que comunica Zurich con el cantón de los Grisones.
Aunque El Cebo pueda recordar por su argumento a Plenilunio (Imanol Uribe, 1999), la verdad es que tiene poco que ver con la película de Uribe, basada en una novela de Antonio Muñoz Molina. Sean Penn dirigió una trasposición de la novela de Dürrenmatt, The Pledge, (Sean Penn, 2001), protagonizada por Jack Nicholson, en la que su personaje se parece más al protagonista de Zodiac (David Fincher, 2007) que al de El Cebo. Y es que, no en vano, la novela de Dürrenmatt, escrita a posteriori, no acaba igual que la película de Vajda.
Nada sobra en El Cebo; se muestra muy poco, apenas lo imprescindible para poner en escena una historia dura que no se regodea en el dolor ni en el sentimentalismo. Es muy interesante ese montaje paralelo en el que, por un lado, vemos al comisario tratando de encontrar al asesino, y, por otro, al asesino maltratado psicológicamente por su esposa. Conocemos al asesino antes que Matthäi, y eso resulta muy atractivo, porque vamos descubriendo cómo se va estrechando el cerco y cómo, incluso, el cazador y la presa coinciden en un momento sin reconocerse.
De lo que habla El Cebo es de un mundo que ha perdido la inocencia, un mundo en el que los magos que ofrecen chocolates a las niñas pueden transformarse en asesinos en serie. Y lo más inquietante es que Schrott no es el único monstruo de la película, ya que Matthäi se deja llevar también por los más bajos instintos con tal de atrapar al asesino. (Joaquín Juan Penalva – ElEspectadorImaginario.com)
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