Ed Wood es un joven director de cine, un visionario sin ninguna formación académica, aficionado a vestirse de mujer y con muy pocas oportunidades de hacer películas en un gran estudio. Sin embargo no ceja en su empeño de convertirse en un director famoso. Tras reunir a un curioso grupo de personajes, realiza películas de bajo presupuesto, excéntricas y no muy cuidadas técnicamente.
Mejor Actor de Reparto y Mejor Maquillaje en los Premios Oscar 1994
Mejor Actor Secundario en los Globos de Oro 1994
Mejor Actor Secudario y Mejor Fotografía en el Círculo de Críticos de New York
- IMDb rating: 7.9
- RottenTomatoes: 92%
Película / Subtítulo (Calidad 720p)
En los casi veinte años que ya han transcurrido desde que se estrenara Ed Wood en 1994, la cinta se ha convertido, por méritos propios que ahora pasaremos a desgranar en parte, en una de las producciones más reputadas del cineasta norteamericano, considerada por muchos como la cumbre indiscutible de su trayectoria —yo ya dije que, a mi parecer, dicha cumbre se alcanzaba con Edward Scissorhands , 1990 y por otros, entre los que me encuentro, como uno de los —¿cinco?— mejores filmes en los que el director se ha visto envuelto.
Con rumores que sobre 1993 apuntaban a que Burton sería el encargado de llevar a la gran pantalla una curiosa nueva versión de la historia del ‘Doctor Jekyll y Mr. Hyde’ escrita por Robert Louis Stevenson —y que finalmente pondría en pie Stephen Frears en la interesante ‘Mary Reilly’ (id, 1996) ante la negativa de la Columbia de que Winona Ryder fuera su protagonista—, sería finalmente este curioso biopic sobre la figura de «el peor director de la historia del cine» el que terminaría atrayendo sobremanera la atención del cineasta, pasando de productor inicial del filme a realizador del mismo por la clara identificación que sentía por la figura de Ed Wood.
De hecho, en palabras del propio Burton recogidas en el imprescindible libro de Mark Salisbury sobre el cineasta: «Tal y como yo lo veo, y como nos veo a él y a mí, cualquiera de mis películas pudo haber fracasado de verdad, por eso la línea entre el éxito y el fracaso es muy fina. Por eso me identificaba tanto con él. Eso es lo que creo y, quién sabe, mañana yo podría convertirme en otro Ed Wood.» Con la vital importancia que esta afirmación supone de cara a lo que hasta ahora hemos visto acerca del cine de Tim Burton y la necesidad del director de sentirse identificado con el material con el que trabaja, Ed Wood se establece sin lugar a dudas como una de sus más personales y arriesgadas apuestas cinematográficas al tiempo que resulta una de las más bellas declaraciones de amor hacia el séptimo arte que se hayan visto en la gran pantalla.
La paradoja que acompaña a dicha declaración es inescapable, ya que el objeto de las afecciones de Burton es un cineasta cuya trayectoria discurrió siempre al margen del falso esplendor de Hollywood en la perpetua búsqueda de algo que el director de Beetlejuice, (1988) supo encontrar de forma temprana y que ha sabido mantener, más o menos, a lo largo de la mayoría de su carrera: ser capaz de poder rodar el cine que le apetece sin atarse a patrones de modas o a los caprichos de los grandes estudios.
Focalizada la atención del guión escrito por Larry Karaszeswki y Scott Alexander en el rodaje de tres de los filmes más conocidos de Wood —a saber, ‘Yo cambié mi sexo’ (‘Glen or Glenda’, 1953), ‘Bride of the Monster’ (1955) y ‘Plan 9 from Outer Space’ (1959)— la cinta, que Burton quería convertir en una «amalgama de sensaciones», detiene su mirada en analizar someramente la optimista y singular personalidad del cineasta y, sobre todo, en la amistad que unió a Wood con un Bela Lugosi en los últimos años de su vida al que pone rostro y alma un inconmensurable Martin Landau.
Y es que no cabe duda de que uno de los grandes aciertos de Ed Wood es la capacidad que Burton tuvo de atraer a unos intérpretes que, sin excepción, dieron lo mejor de sí mismos. Volviendo a contar con el actor que a través de los años se ha convertido en su fetiche, Burton convertía a Johnny Depp en un Ed Wood de perpetua sonrisa, inagotable optimismo e incansable talante por conseguir su sueño, levantando el camaleónico actor una de las mejores actuaciones de su carrera lejos de los cargantes tics que, con el transcurso de los años, lo han terminado convirtiendo en una suerte de caricatura de sí mismo.
A su lado, sólo podemos hablar en inmejorables términos acerca de lo que Bill Murray, Sarah Jessica Parker —uno de los mejores y más creíbles papeles que ha encarnado la esposa de Matthew Broderick— o Lisa Marie dan de si delante de las cámaras, aunque el trabajo de todos ellos sin excepción, incluyendo a Depp, se quede empequeñecido por lo que Landau pone en juego cada vez que sale a escena.
Haciendo suyos los gestos, miradas y voz de Lugosi —incuestionable aquí la necesidad de ver el filme en su versión original—, Landau se transforma por completo en un ser patético que mezcla de forma magistral el frágil estado de salud de los últimos años del actor con la fuerza que sus insondables ojos siempre supieron transmitir y que le reportaría al veterano actor un merecidísimo Oscar que, en palabras de Jack Nicholson era «una carta de amor al oficio de actor», un esfuerzo que, no cabe duda, viene a sumarse a esa declaración que antes afirmábamos, es el filme de Burton.
Fotografiado en un blanco y negro soberbio que curiosamente vino determinado en parte por el personaje de Lugosi, ya que Burton llegaría a preguntarse de qué color eran los ojos de un intérprete que nunca había rodado en color, una anécdota que si algo pone de manifiesto es la voluntad del cineasta por plasmar en su cinta de la manera más fiel posible el espíritu de la época en la que se desarrolla la acción, huyendo de la artificialidad con la que Hollywood casi siempre mira a sus años dorados.
Caracterizado pues a través de la portentosa ausencia de color y de una puesta en escena de Burton que hace suyos valores como la honestidad y la franqueza —unos valores que, hasta cierto punto, podrían aplicársele a la forma de hacer cine que Wood puso en práctica en sus «singulares» producciones— Ed Wood es una cinta que mezcla con inusitada eficacia el drama y la comedia, moviéndose en la fina línea que delimita ambos géneros sin decantarse en ningún momento por ninguno de ellos y logrando a la postre un perfecto equilibrio que es plenamente consciente de la decisión del cineasta de no caer en la fácil ridiculización de su personaje central.
El respeto que Burton muestra hacia el personaje de Wood se entiende, obviamente, desde la perspectiva que arroja la identificación que el de Burbank siente por tan denostado realizador, algo que se pone de manifiesto una y otra vez a lo largo del metraje en momentos tan «delicados» como la obsesión por el travestismo de Wood, las nada desdeñables similitudes que se establecen entre la relación Wood-Lugosi y la que Burton mantuvo con Vincent Price o la forma en la que el director consigue que aceptemos a esos entrañables parias con los que se rodeó su homenajeado.
Porque, y eso es algo que a cualquiera que se acerque al filme le quedará muy claro, Ed Wood no es un biopic al uso, es un claro homenaje al cine a través de una de sus figuras más infravaloradas —y con razón, cuidado, no vayamos ahora a pensar que Wood era un director incomprendido y adelantado a su época—, una oportunidad que Burton no deja pasar para plantear toda una declaración de principios acerca de la libertad que siempre, o casi siempre, ha regido su devenir y que el cineasta objeto de este espléndido filme siempre quiso para sí, tratando de igualarse —como pone de manifiesto el metraje en no pocas ocasiones— al incomparable Orson Welles.
Rubricada la singularidad de la cinta con la ecléctica partitura de Howard Shore —la única ocasión que Burton no ha colaborado con Elfman—, Ed Wood alberga momentos mágicos para los amantes del séptimo arte de entre los que me quedo con dos: el lirismo y la belleza que se desprende de esa última actuación de Bela Lugosi y la sorpresa y alucinación que se reflejan en el rostro de Depp/Wood en la proyección de su ‘Plan 9…’. Puro amor por el cine.
1 Comment
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Por lejos, la mejor película de Tim Burton.