En Bringing Up Baby David Huxley es un paleontólogo tímido y despistado que está a punto de acabar la laboriosa reconstrucción del esqueleto de un brontosaurio, del que sólo le falta una clavícula intercostal. También está a punto de casarse con su anodina secretaria. En un partido de golf con el abogado de una solterona millonaria, potencial mecenas del museo para el que trabaja, Huxley conoce a Susan Vance, una joven adinerada y caprichosa que lo manipulará para que no lleve a cabo ninguno de sus dos proyectos.
- IMDb Rating: 7,8
- RottenTomatoes: 89%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
Cary Grant: “Ahora bien, no es que no me gustes, Susan, porque después de todo, en momentos de tranquilidad me siento extrañamente atraído hacia ti, pero, bueno, no ha habido momentos de tranquilidad”
–Bringing Up Baby
Él se llama David Huxley (Cary Grant) y está a la caza de una donación económica para su Museo de Historia Natural; ella se llama Susan Vance (Katharine Hepburn) y quiere cazarlo a él. Ambos tratan de capturar a un leopardo llamado Baby que huye por los campos de Connecticut. Los empleados de un circo también buscan a un leopardo, pero a otro, bastante fiero que transportaban para ser sacrificado y que Susan dejó escapar. Dos leopardos, un hueso de dinosaurio enterrado, un perro llamado George, un hombre que desea casarse en Nueva York y una heredera alocada que va a impedirlo, constituyen la mezcla perfecta para la screwball comedy por antonomasia: se llama Bringing Up Baby y la dirigió Howard Hawks en 1938 con un espíritu febril, como si de la velocidad de las secuencias dependiera su vida y la de sus personajes.
Coherente con esto, en un punto muy central de la empresa de Susan está la demolición de la solidez moral y de género de David, un hombre que se enfrentará a una mujer que más parece una fuerza de la naturaleza, capaz de hacerlo tambalear y caer, como requisito previo para lograr su amor. Desnudado de sus certezas, David –a quien han confundido, cambiado de nombre, desprovisto de su ropa, vestido de mujer y hecho enfrentar con un leopardo- comprenderá que ha encontrado placer en todo esto, en nunca estar seguro de quien realmente es, y que puede llenar su vida de una emoción que le era desconocida, pero que se encontraba ahí, cerca de él, esperando a ser descubierta. Susan no es más que el catalizador de esa emoción, el instrumento que le hizo abrir los ojos y encontrar solaz en la agitación, diversión en lo tambaleante, alivio en lo imprevisto. Ya no será el mismo, el hilarante rito de paso que hemos presenciado lo ha convertido en otro. Que entre el amor y acabe de hacerlo tambalear. David, con Susan a su lado, está listo.
El rodaje se inicio el 23 de septiembre de 1937, con un impresionante presupuesto que superaba los setecientos cincuenta mil dólares, lo que ponía nerviosos a los productores de la RKO. La filmación se desarrollaba con lentitud, sobre todo porque Kate Hepburn nunca había hecho comedia y permanentemente se sobreactuaba. Recuerda Hawks que “Traté de explicarle que los grandes payasos, como Keaton, Chaplin y Lloyd no estaba ahí afuera haciendo caras ridículas. Ellos eran serios, tristes, solemnes y el humor se originaba de lo que les ocurría… Cary comprendió esto de inmediato. Katie no”. Desesperado, Hawks recurrió a Walter Catlett, un comediante asociado con los Ziegfeld Follies para que le explicara a ella como debía actuar. Luego de reunirse con él, Kate volvió y le dijo a Hawks: “Howard, contrata a ese tipo y mantenlo por aquí varias semanas, pues lo necesito” (2). Catlett fue incluido en el reparto. Después de eso la actuación de la actriz fue más natural, más ella misma que un rol. La Hepburn incluso agradecía a Cary Grant: “Él me enseño que mientras más deprimida lucía cuando me caía, más se reía el público”. El actor incluso le asistió en la escena final de la película en la que ella queda colgando de él mientras trepa por un dinosaurio que se colapsa: “Le dije cuándo y cómo dejarse ir. Le sugería que me agarrara por la muñeca, un viejo truco de circo. Uno no se suelta de ese tipo de agarre, mientras si uno se toma las manos, se resbala. Ella me tomó por las muñecas y yo la jalé. Kate estaba maravillosamente confiada, como si pensara que todos sabíamos lo que estábamos haciendo”.
Una de las anécdotas más conocidas de Bringing Up Baby se la contó Howard Hawks a Peter Bogdanovich y refleja las personalidades del director y de la actriz: “Recuerdo que una vez estábamos haciendo una escena y Katie estaba hablando tanto que no me oía. Gritamos «Silencio» y tampoco oyó. Otra vez «Silencio» y no lo escuchó. Así que detuve a todo el mundo y de repente, en medio de la conversación, ella se detuvo y dijo « ¿Qué pasa? » Y le dije «Me preguntaba durante cuánto tiempo ibas a continuar con la imitación de un loro que estabas haciendo». Ella dijo «Me gustaría hablarte». Me llevó atrás y me expresó: «No debes decirme cosas como esas. Alguien te va a hacer caer una lámpara encima. Estos de por aquí son amigos míos». Miré hacia arriba al luminotécnico, al que conocía Dios sabe hace cuantos años. Y le dije, «Pete, si tuvieras la oportunidad de dejar caer una lámpara sobre la señorita Hepburn o sobre mi, a quien se la tirarías? » Y él dijo « ¿Tiene la gentileza de quitarse del medio, por favor, señor Hawks» . Katie lo miró y luego me miró y dijo «Creo que yo estaba equivocada» Y le respondí «Katie, él no lo hace ver erróneo, tu eres la equivocada. Y te voy a decir una cosa: si esto ocurre otra vez voy a venir a patearte el trasero». Ella dijo «No tendrás que patearme». Y a partir de ese momento estuvo maravillosa”.
Pero a pesar de tan favorables perspectivas, la respuesta en taquilla fue muy pobre. El estreno el 3 de marzo de 1938 en el Radio City Music Hall en Nueva York fue un fracaso: una semana después la película fue sacada de cartelera. En su primera temporada en Estados Unidos, la cinta recaudó apenas setecientos quince mil dólares. En el balance final la RKO perdió trescientos sesenta y cinco mil dólares con este filme. ¿Qué pasó? Bringing Up Baby fue acusada de intelectualismo, demasiada sofisticación, falta de romance real y una iluminación muy oscura para ser una comedia. Y de manera más prominente, se culpó a la presencia de Katharine Hepburn quien iba a ser considerada a partir de ahí como el “veneno de las taquillas”. No es sino leer la reseña del New York Times para entenderlo: “La señorita Hepburn tiene un papel que le pide ser infatigable, insensible y terrible, terriblemente fatigante. Ella lo logra y somos lo suficientemente crueles como para insinuar que no es enteramente debido a su interpretación”. Pero Hawks tenía su propia explicación sobre este fracaso: “La película tenía una gran falla y aprendí mucho de ella. Carecía de gente normal. Todos los que uno se encontraba eran lunáticos y desde entonces aprendí mi lección y no intentaré nunca más hacer que todos estén locos”. La película le costó perder la dirección de Gunga Din -que recaería en George Stevens- y salir despedido de la RKO. La compañía también prescindió de Kate Hepburn, quien estaba bajo contrato desde 1932 y con la que había hecho catorce filmes.
Pero no hay honor que le haga más justicia que la risa fresca y desprevenida de un espectador que se acerque por vez primera a esta maravillosa película y entienda que, alguna vez, Hollywood fue capaz de hacer cine así, tan inteligente y brillante, tan creativo y lúcido. (Juan Carlos González – TiempoDeCine.co)
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