En Bloody Mama Kate Barker crió a sus cuatro hijos de forma autoritaria, pero era demasiado indulgente con sus fechorías. Ellos la veneraban, pero sobre todo la temían. Cuando los chicos se hicieron mayores, Kate abandonó a su débil marido y partió con ellos en busca de fortuna. Así comenzó para los Barker una vida dedicada a la delincuencia y al crimen que hizo que fueran perseguidos sin tregua por la justicia. Ma Barker fue una de las figuras más insólitas en la época del gangsterismo norteamericano.

  • IMDb Rating: 5,7
  • FilmAffinity: 6,2

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Si el cine de gángsteres de la segunda mitad de los sesenta se había adentrado de cabeza en una explosión de sangre y (más relativamente, aunque significativa) de sexo, Roger Corman, experto analista y artífice del cine popular tanto en labores de director como de productor, desde las que ya se había revisado en más de una ocasión el icono del enemigos públicos de los años treinta-, iba ahora a profundizar e incluso dinamitar las tendencias imperantes en el género por medio de un alarido destartalado y altamente sarcástico: Mamá sangrienta.

Como el Al Capone de The St. Valentine’s Day Massacre, otro mito de la delincuencia americana, Kate ‘Ma’ Barker, pasa por el corrosivo tamiz de Corman. Mito porque según no pocas fuentes, algunas directamente implicadas en la banda de los Barker, su carrera delictiva se limita a ser un invento de John Edgar Hoover, controvertida cabeza del FBI, para justificar la muerte de una anciana durante los operativos de detención del sangriento grupo, el terror del Medio Oeste norteamericano de principios de los años treinta.

Visto así, surge una divertida comparativa entre esa ultraprotectora madre –hasta extremos incestuosos explícitos- de la cinta de Corman y el retrato de la señora Hoover que encarna Judi Dench en el biopic de Clint Eastwood sobre el director de la agencia federal.

Así pues, Bloody Mama hace suya la leyenda más destructora de la América negra –una adorable familia del Medio Oeste agrario y rural, analfabeta y unida, que en vez de progresar con el sudor de su frente levantando el país, se dedica a matar y a fornicar-; un siniestro revés de esa imagen sublimada del estilo de vida americano que, haciendo buen uso de las aspiraciones del ciudadano estándar, solo desea enriquecerse para ser el más libre. El ideal de prosperidad por excelencia, la definición perversa del sueño americano tan ligada a la figura del gángster.

Además de la nervuda dirección de Corman, incluida una expresiva banda sonora, es esta mala baba nada soterrada en el retrato de una época y una sociedad a partir de la figura de un patético y terrible subproducto directo de la misma -esos catetos orgullosos, dueños de una ácida sombra de lucidez oculta tras su comportamiento irreflexivo y caprichoso- una de las principales virtudes del filme. ‘Ma’ Baker, la misma a la que cantaba Bonnie M y encarnada por una apabullante Shelley Winters, no es sino un personaje parido por la venganza contra un mundo cruel, imperfecto y profundamente injusto.

Sin embargo, como contrapunto, Bloody Mama se empecina demasiado en glorificar de la peor manera –la explicitud epatante de toda depravación imaginable- su condición pobretona, regodeándose en el exploit más que reconocerse en él y hacer virtud de la carencia y la falta de normas propias del formato. (ElCríticoAbúlico.wordpress.com)