En Blackbird Blackbird Blackberry Etero regenta un modesto ultramarinos en los páramos georgianos. Virgen a sus 48 años, es víctima de las burlas sobre su situación. A ella no podría importarle menos, pero repentinamente descubre el amor, el primer amor y aunque la sacude hasta los huesos, no hace nada para romper su profunda independencia.

  • IMDb Rating: 7,1
  • RottenTomatoes: 83%

Película  (Calidad 1080p. La copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

 

Blackbird Blackbird Blackberry es una película tan encantadora como sugiere su título. A veces contemplativo y siempre exploratorio, el tercer largometraje de la directora georgiana Elene Naveriani, proyectado este año en la Quincena de los Cineastas de Cannes, cuenta una agridulce historia de amor para presentar otra mucho más dulce de amor propio. Acompañamos a Etero (Ekaterine [“Eka”] Chavleishvili), una mujer de 48 años, en un viaje de autodeterminación. Sin embargo, todo comienza de forma bastante extraña. Cuando vemos por primera vez a la protagonista, está recogiendo bayas en las afueras de un pueblo, en algún lugar de Georgia. De repente, ve un hermoso mirlo sobre una rama frente a ella. Ambos intercambian miradas. Cautivada por el pájaro, Etero resbala por un barranco, pero logra aferrarse para salvar su vida. Este peculiar inicio insinúa un cambio en la narración antes incluso de que sepamos de qué se trata.

Durante esta experiencia cercana a la muerte, algo cambia en ella. Etero parece desconcertada, mientras una creciente curiosidad altera su forma de andar, de tocar, cambiando su forma de ser. La caída simbólica presagia su enamoramiento de Murman (Temiko Chinchinadze), el hombre que reparte detergentes en su tienda. La mujer muestra un entusiasmo renovado por la vida, un despertar sexual. Sin embargo, justo cuando la historia empieza a parecer predecible, la directora nos sorprende, una y otra vez. La habilidad de Naveriani para eludir las claves psicológicas más convencionales deja espacio para la libertad (y la responsabilidad) de ofrecernos un personaje con el que desearíamos empatizar, aunque no tengamos por qué hacerlo. Construir un protagonista inconformista que no sea radical, provocativo o desafiante solo por el hecho de serlo no es una tarea fácil. Gran parte de este éxito se debe, por supuesto, al trabajo de Chavleishvili (que también participó en la ópera prima de Naveriani, Wet Sand), que encabeza la película con gravedad y una buena dosis de ternura. Consigue que el espectador quiera estar a su lado mientras disfruta del enorme y suculento milhojas que consume ella sola cada vez que visita la ciudad, o cuando enciende la radio por primera vez en años, balanceándose lentamente al ritmo de la música, sola en medio de su cocina.

Aunque a sus vecinos les resulta difícil imaginar a una mujer que está soltera por decisión propia, la presencia de Etero es valorada en secreto como un correctivo para seguir desafiando la norma establecida. A pesar de ser a menudo víctima de cotilleos y habladurías, nuestra heroína se eleva por encima del resto con la dignidad de una persona cultivada y segura de sí misma. Por eso parece injusto hablar de autodescubrimiento, cuando ella sabe exactamente quién es. Con la llegada del amor y las experiencias sensuales que implica, es inevitable que surja alguna duda. Con todo, es una delicia poder disfrutar de la magistral interpretación de Chavleishvili, que mezcla serenidad y entrega.

Como directora, Naveriani está en sintonía con las complejidades del corazón y el cuerpo humanos. Blackbird Blackbird Blackberry no trata los cuerpos como algo secundario: tanto Etero como Murman tienen una presencia física decisiva, incluso en sus torpes conversaciones. Luego están las escenas de sexo, que irradian una intensa carga erótica: este podría ser el primer encuentro sexual real para ambos, o tal vez el último.

Al final, la historia ofrece una resolución demasiado tradicional, restando parte de la novedad y frescura que impulsan casi toda la película, pero al menos el plano final es suficientemente ambiguo. Dicho esto, Blackbird Blackbird Blackberry sigue siendo una obra de una profundidad increíble, inteligente e intuitiva, que puede enseñarnos un par de cosas sobre cómo encontrar el placer en la vida, aunque pensemos que ese barco ya ha zarpado. (Savina Petkova – CinEuropa.org)