En Beau is Afraid Beau es un hombre que tendrá que enfrentarse a sus miedos y paranoias al aventurarse en una épica odisea para llegar a casa de su controladora madre.

  • IMDb Rating: 7,1
  • RottenTomatoes: 71%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Si hubiera enviado mi crítica de Beau is Afraid unas horas después de la proyección, la redacción estaría marcada por una cierta decepción, aunque acompañada de gratitud por sus intermitentes momentos de asombro. Media semana después, la tentación es ser más generoso. Al igual que los fármacos experimentales que ingiere nuestro héroe Beau (Joaquin Phoenix) a lo largo de la película, su efecto general y su significado requieren paciencia, y tal vez dar unos cuantos golpes con el pie para que haga efecto. En cualquier caso, es importante leer siempre la letra pequeña en el prospecto.

Con sus 179 minutos de duración, esta “descabellada comedia de pesadilla”, tal y como la describe su creador, Ari Aster (director de los recientes clásicos de terror Hereditary y Midsommar), resulta seductora, repugnante y abrumadora, tres descripciones que a menudo se corresponden con los episodios secuenciales de la trama. Hay animaciones de cartón piedra, así como bromas sobre genitales enormes, y todo termina en un entorno generado por ordenador que representa literalmente el “valle inquietante”. Presentada como la producción de mayor presupuesto de la distribuidora estadounidense A24 (cuya reputación en la industria se consolidó con los Óscar a la mejor película para Moonlight y Everything Everywhere all at Once), Beau is Afraid se estrena hoy en varios territorios europeos como una coproducción con Canadá y el fondo de capital riesgo finlandés IPR.VC (ver nuestro reportaje).

Los Soprano demostró que representar el psicoanálisis freudiano clásico en la pantalla podía potenciar el matiz dramático de la obra, en lugar de ser un mero comentario para explicar el subtexto. Beau is Afraid se parece a una extensa secuencia onírica de Los Soprano, enmarcada por diálogos con el propio psiquiatra de Beau (Stephen McKinley Henderson), con todas las ansiedades edípicas y criaturas internas desplegadas en el mundo exterior, literalizando el concepto de proyección. Beau, un hombre rechoncho de mediana edad, bajo la tutela de su madre Mona (la incondicional de Broadway y ocasional actriz de cine Patti LuPone), una magnate empresarial de élite, vive en un letargo depresivo en un apartamento encima de una sex-shop (llamada “Ejectus Erectus”, por si había alguna duda de que el niño de 12 años que Aster lleva dentro debería ser reconocido como codirector).

No hay indicaciones geográficas, pero podemos suponer que estamos observando la América interior urbana, donde un bosque interminable se extiende al otro lado de la autopista que conecta los frondosos suburbios con un centro urbano en ruinas, plagado de vagabundos homicidas dispuestos a apuñalarte, observarte fijamente mientras murmuran y echarte de tu casa para celebrar una caótica rave nocturna. Sin embargo, Mona pone en marcha el desarrollo de la trama al liberar simbólicamente a Beau de este atolladero, ya que madre e hijo van a reunirse en la casa de su infancia en el aniversario de la misteriosa muerte de su padre.

La explicación de esta historia de fondo supone una de las mayores decepciones de esta película en relación con Hereditary, que trataba el tema de un linaje familiar maldito de una forma mucho más persuasiva. Tristemente, Aster ha regurgitado una historia familiar que muchos críticos han asumido como una autobiografía refractada, primero en Hereditary como tragedia, y ahora aquí como farsa. La secuencia final de la anterior película, reforzada por los atronadores sonidos metálicos del compositor Colin Stetson, era impresionantemente poderosa, cargada de significado oculto. En este caso, Aster ofrece una despedida más anticlimática, pero el poder engañoso de la odisea de Beau, en su viaje de regreso al útero simbólico, acaba emergiendo gradualmente. (David Katz – CinEuropa.org)