En All is lost, durante un viaje en solitario a través del Océano Índico, un hombre (Robert Redford) descubre al despertar que el casco de su velero de 12 metros se ha agrietado tras una colisión con un contenedor que flotaba a la deriva. A pesar de las reparaciones, de su experiencia marinera y de una fuerza física que desafía su edad, a duras penas logra sobrevivir a la tormenta. Pero el sol implacable, la amenaza de los tiburones y el agotamiento de sus escasas reservas lo obligan a mirar a la muerte a los ojos.
Mejor Banda Sonora y Nominado a Mejor Actor (Globos de Oro 2013)
Mejor Actor (Círculo de Críticos de Nueva York 2013)
En All is lost, salvo que no entiendas la palabra “fuck”, no hay posibilidad de que te pierdas por falta de subtítulos en esta película del director de Margin Call protagonizada pura y exclusivamente por un Robert Redford que casi no habla en todo su desarrollo. Al principio le escuchamos leer lo que parece ser una nota de suicidio o una carta en la que se despide de sus seres queridos al darse cuenta que está por morirse. Luego veremos de dónde viene eso…
All is lost cuenta lo que le sucede a un hombre que navega en un pequeño barco y que se despierta un día con agua adentro del mismo. Es que el barco, por la noche, chocó con un container que habrá caído de una barco carguero y el golpe le produjo un agujero por el que entra más y más agua. El daño parece menor, pero no lo es. En poco tiempo el barco empieza a hundirse y Redford debe recurrir a una balsa salvavidas y entregarse a “la buena de Dios” siempre usando su talento e inteligencia para resolver los problemas que, uno tras otro, se van presentando.
Luego del “talk fest” de aquella película sobre Wall Street es bueno ver a Chandor recurriendo a un lenguaje puramente cinematográfico que enorgullecería a Hitchcock en este filme. No sólo eso, salvo algunos breves pasajes con puntos de vista submarinos o aéreos, el director no pierde de vista su eje ni se pone místico: un hombre, un barco que se hunde, la vastedad del océano, la imposibilidad aparente de salvación. Todo el filme es solucionar problemas, uno tras otro, sin tigres que combatir ni revelaciones religiosas dando vueltas.
Tal vez la película no alcance un vuelo narrativo o poético importante, pero como experiencia de hombre frente a la naturaleza, como estudio de resolución de problemas cinematográficos, como clase de actuación en función de la trama (contenida, profesional, jamás actuando para el espectador), All is lost es un ejercicio notable y transparente, tan transparente como las aguas del océano que envuelven a nuestro viejo y querido Robert Redford, que no tiene ni una pelota de voley (ni de fútbol, ni de tenis) a la que hablarle.
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