En Al Final del Túnel, Joaquín vive en silla de ruedas. Su casa, que conoció tiempos mejores, ahora es lúgubre y oscura. Berta, y su hija llaman a su puerta respondiendo a un anuncio que puso Joaquín para alquilar una habitación. Su presencia alegra la casa y anima la vida de Joaquín. Una noche, mientras trabaja en su sótano, Joaquín escucha un ruido casi imperceptible. Se da cuenta entonces que una banda de delincuentes está construyendo un túnel que pasa bajo su casa con la intención de robar un banco cercano.

  • IMDb Rating: 7,1
  • RottenTomatoes: 76%

Película

Una película de suspenso argentina, algo que no debería sorprendernos porque en el período clásico las había (y buenas). Después pasó de todo, pero no es aquí donde deba contarse esa historia. En Al Final del Túnel hay dos personajes antagónicos, interpretados por Leonardo Sbaraglia y Pablo Echarri. El primero es un hombre en silla de ruedas que alquila una habitación a una mujer bella y, en apariencia, luminosa. El segundo está construyendo, bajo la casa del primero, un túnel para robar un banco. Y la mujer no es tan luminosa. Esto lleva a un juego de cacerías, de espionaje, de paranoias. El asunto es oscuro y está fotografiado con esa misma oscuridad, lo que vuelve al film conciso y, en ocasiones, muy preciso en lo que narra. Hay secuencias donde el suspenso funciona de manera perfecta (la limitación del protagonista, tan “hitchockiana” como el género merece, funciona muy bien). El film se hace cargo incluso de sus lugares comunes, y está tan interesado en sus criaturas como en proveer de tensión al espectador. No siempre lo logra del todo, es cierto, pero cuando lo hace es efectivo. Lateralmente, es una pena que los dos protagonistas, que tienen eso inasible que es la presencia cinematográfica, no hayan podido desarrollarla mejor en un cine de género vernáculo, siempre posible y siempre eludido por la urgencia de ser didáctico.