Air narra la increíble y revolucionaria asociación entre Michael Jordan -un novato en ese momento- y la incipiente sección de baloncesto de Nike, que revolucionó el mundo del deporte y la cultura contemporánea con la marca Air Jordan. Cuenta la atrevida apuesta que definió la carrera de un equipo poco convencional, la visión implacable de una madre que conoce el valor del inmenso talento potencial de su hijo, el fenómeno del baloncesto que se convertiría en el más grande de todos los tiempos.

  • IMDb Rating: 7,6
  • RottenTomatoes: 98%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Editada a mediados de 1984 como parte del álbum que lleva su mismo nombre, «Born in the USA», de Bruce Springsteen, fue siempre una canción que se prestó a la confusión. Como lo dice claramente Rob Strasser, el encargado de marketing de Nike que interpreta Jason Bateman aquí, es una canción cuyo tono épico y estribillo en apariencia patriótico, disimulan lo que en el fondo es una mirada crítica, entre áspera y desencantada, respecto al «sueño americano» desde el punto de vista de un veterano de la guerra de Vietnam. La canción no solo se menciona en una escena sino que se usa en los créditos finales de AIR, la muy buena película de Ben Affleck que recorre las negociaciones que tuvieron lugar en ese 1984 entre Nike y la familia de Michael Jordan antes de llegar a firmar un contrato en muchos sentidos histórico con el jugador. La referencia es reveladora del tono que busca el actor y realizador, uno que tenga la apariencia de glorificar a una empresa y hasta una marca pero que, en el fondo, incluya una cierta crítica a ese mismo sistema.

El esfuerzo por crear una «épica del hombre común», de todos modos, no logra disimular del todo que AIR es, sí, un cuento de hadas acerca de cómo hizo Nike para cambiar la historia del marketing deportivo. Con el firme pulso narrativo y la habilidad para siempre saber donde poner la cámara que lo caracterizan, Affleck hizo una película que refleja un cambio histórico en ese negocio desde el punto de vista de los que entonces parecían ser los perdedores de una batalla contra los grandes jugadores de ese negocio, Adidas y Converse.

Para verlo así hace falta ponerse, como espectadores, en el contexto de la época: ni Nike ni Michael Jordan eran, en 1984, lo que son hoy. Esa arriesgada apuesta a futuro entre ambos dio grandes resultados y hoy se podría pasar AIR en una convención de ejecutivos de Nike y –más allá de algunas críticas e ironías que se deslizan sobre su pasado y su fundador Phil Knight– sería ovacionada por todos. Pero a los efectos del drama que aquí se cuenta bien conviene ubicarlos en ese rol de underdog tan caro al cine norteamericano, uno que ya no tienen.

El protagonista de AIR no es Knight ni tampoco Jordan –a quien, de hecho, no se lo ve en la película, ya que lo encarna un actor que siempre está de espaldas y no habla– sino, para hacerlo todavía más «humano», un oscuro, panzón y en apariencia soltero ejecutivo de mediana edad de Nike llamado Sonny Vaccaro. Interpretado por Matt Damon en una de las mejores actuaciones de su carrera, Sonny es un scout de basquetbolistas, un especialista en observar, analizar y saber qué jóvenes que se destacan en la popular versión universitaria de ese deporte podrían triunfar en la NBA. Pero no lo hace para un equipo sino para Nike, tratando de que esos jugadores lleven su marca de zapatillas (tenis, championes o botas, como les digan en cada país) en los partidos.

Para entonces la empresa no solo estaba tercera en el mercado por detrás de Adidas y Converse sino que se enfocaba más que nada en el mercado de runners y similares. De hecho, todo parecía indicar que su división dedicada al básquet iría a cerrar, por lo que eran pocos los jugadores interesados en usar su marca. Vale recordar –algo que la película hace muy bien, poniendo al espectador en varios de los contextos de la época, desde la ropa, la música y, especialmente, la explosión de la publicidad con celebridades ligadas a marcas– que la NBA estaba lejos de ser lo que es hoy. Y que los raperos más populares de entonces, Run D.M.C., tendrían poco después (Affleck hace algunas pequeñas trampas con los tiempos de ciertos hechos, especialmente en lo que respecta a la selección musical) una canción exitosa dedicada a Adidas.

La película se centrará en los esfuerzos de Vaccaro para convencer, primero, a sus colegas dentro de la compañía de que contratar a Jordan era esencial para Nike. Sus pares no lo tenían tan claro y, mucho menos, el propio Knight, que Affleck interpreta como un sujeto algo peculiar y con la cabeza un tanto en las nubes. Luego de eso –o en paralelo–, Vaccaro debía lograr que Jordan y familia se interesaran por Nike, algo que el propio jugador había dado muestras de no tener interés alguno.

Su agente David Falk (un genial Chris Messina) se lo dice a Vaccaro de entrada y de la manera más brusca posible: Jordan solo quiere Adidas y jamás aceptará siquiera reunirse con Nike. Pero el tipo busca por el lado menos pensado y más arriesgado, apareciéndose de golpe en la casa de la familia del jugador y consiguiendo que su madre, Deloris (una excelente Viola Davis, que fulmina con un movimiento de ojos) le permita al menos tener una reunión con ellos para pitchearles su propuesta.

Con un espíritu de época en parte logrado gracias a la fotografía en 35mm. de Robert Richardson, AIR (paso de largo el resto del título en castellano porque es un error de concepto o, directamente, una publicidad engañosa) tiene algo de películas como Moneyball y Jerry Maguire, ambas centradas en los procesos y procedimientos de una pequeña empresa o club chico para alcanzar un éxito inesperado cambiando el tablero de juego respecto a la forma de encarar el negocio, más tradicional, de los clubes o empresas más grandes.

(SPOILER ALERT para los que no conocen nada de la historia de las Air Jordan)

Nike lo hará de dos maneras, una buscada y la otra no. La primera tiene que ver con la personalización de la marca y la creación de una zapatilla que lleve el nombre de la estrella, alterando quizás para siempre la manera de proceder en ese negocio. Y la segunda, obtenida por la familia de Jordan, tiene que ver con otro cambio clave ligado a los porcentajes que los jugadores (bah, las grandes estrellas) se llevan por el enorme negocio que las compañías de indumentaria deportiva hacen con la venta de los productos que los deportistas promueven.

El gran logro de Affleck es humanizar la historia y ponerla en manos de los que, entonces al menos, eran los más débiles, aún dentro de la misma empresa. Si bien no se muestra casi nada de la vida personal de Vaccaro –más que su afición por juego y las apuestas–, tipos como él, Strasser, Howard White (Chris Tucker), el único ejecutivo afroamericano, y Peter Moore (Matthew Maher), el diseñador de las zapatillas de Nike, son el alma y el motor de ese cambio, mucho más que Knight, quien funciona más como relevo cómico que otra cosa, o el siempre temido pero nunca visto «directorio». El de ellos es un equipo de espíritu hawskiano, unido un tanto a la fuerza por un objetivo común.

Lo mismo pasa con Jordan y muchas super-estrellas deportivas: hoy pueden ser vistos como multimillonarios exitosos pero entonces tenían una participación mucho menor en las decisiones y en la economía del deporte en todas sus áreas. Eran, a su modo, también underdogs de una industria que les daba una porción muy pequeña de la torta. AIR es una celebración de la idea del emprendedor que no se da por vencido nunca, sí, pero a la vez es una especie de «cuento con moraleja» no muy distinto a aquella canción de Bruce Springsteen. Un relato en apariencia épico sobre el «sueño americano» que, en el fondo, habla de repartir el dinero de un modo un poco más justo para todos. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)