En À Plein Temps Julie hace un esfuerzo titánico para criar a sus dos hijos en las afueras de París y conservar al mismo tiempo su empleo en un hotel de lujo en el centro. Justo cuando consigue una entrevista para el trabajo que llevaba tiempo deseando, estalla una huelga general que paraliza todo el transporte público y pone en riesgo el delicado equilibrio que Julie había construido. Comienza entonces una carrera enloquecida contra el tiempo en la que Julie no puede permitirse flaquear.

Mejor Montaje y Mejor Banda Sonora en los Premios César 2022

  • IMDb Rating: 7,4
  • RottenTomatoes: 98%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Resulta admirable la facilidad pasmosa con la que el cine francés es capaz de retratar en la gran pantalla la realidad social, esa que no resulta agradable de ver, pero que está ahí fuera, en las calles, a la vuelta de cada esquina. El país vecino es único a la hora de hacer activismo y denuncia de las cuestiones más espinosas, tocando temas de discriminación o precariedad laboral y económica que conectan fácilmente con la sensibilidad de un espectador que se pueda ver fácilmente reflejado en cualquiera de las problemáticas tratadas. El último (y formidable) exponente de este subgénero que ha aterrizado en los cines españoles viene firmado por Eric Gravel, un realizador que, paradójicamente, solo cuenta con un trabajo anterior, la comedia Crash Test Aglaé (2017), muy alejada de la seriedad que presenta À Plein Temps. El punto de partida de este guion firmado por el propio Gravel recuerda mucho al de una de las mejores películas de los hermanos Dardenne, Deux Jours, Une Nuit (2014), que seguía la angustiosa odisea de una mujer (enorme Marion Cotillard) que disponía de un fin de semana para tratar de convencer a sus compañeros de trabajo para que renunciaran a su paga extraordinaria, ya que supondría la única posibilidad de no perder su empleo. À Plein Temps, al igual que aquella, cuenta con una protagonista femenina sometida a muchísima presión, en esta ocasión Julie, que también vive unas jornadas que podrían resultar decisivas en ese cambio de vida que trata de realizar. En efecto, no atraviesa por su mejor momento. Separada y con dos niños a los que sacar adelante, vive presionada por su banco, que le exige los pagos atrasados de su hipoteca, mientras que su exmarido elude sus responsabilidades como padre y no contesta a sus llamadas. Tampoco se siente plenamente realizada en su trabajo como encargada de un hotel de lujo de París, donde supervisa, de manera exigente, que el personal a su servicio desempeñe con pulcritud las labores de mantenimiento de las habitaciones.

Julie es una mujer sobrecualificada para el puesto que desempeña. Ella que fue licenciada en marketing y que llegó a dirigir una empresa, lleva años ejerciendo un trabajo que nada tiene que ver con lo que de verdad le gusta, teniendo que buscarse la vida (ni siquiera dispone de un vehículo que funcione) para desplazarse diariamente desde las afueras de la ciudad, donde las casas son más baratas, recorriendo muchos kilómetros, mientras depende de la (cada vez más esquiva) solidaridad de su anciana vecina para que cuide de sus hijos durante sus ausencias. La película de Gravel, más que contar una gran historia, se detiene en el pequeño retazo de vida de su terrenal heroína, exactamente en ese momento en el que apuesta todo su futuro a una entrevista de trabajo que lleva tiempo persiguiendo y que volvería a colocarla en un puesto acorde a sus capacidades y estudios. El guion, ya de por sí generoso a la hora de enterrar a su protagonista en adversidades (a las antes señaladas se sumaría el continuo marcaje al que le somete su jefa, la mala suerte que le acompaña en el plano sentimental y esa subtrama de la preparación de la fiesta de cumpleaños de su hijo Nolan, aun cuando su economía no se presta a grandes despilfarros) durante su día a día, sitúa esta entrevista decisiva en medio de unas caóticas jornadas de huelga general de transportes que han convertido a París en una ciudad colapsada. Resulta interesante, también, que no se nos presente a Julie como a la típica víctima inocente con la que la audiencia empatizaría fácilmente, sino que la muestra como un ser humano real, con sus aristas menos agradecidas y sus sombras. Ella es una superviviente de la vida que sabe lo que quiere, a donde va, y no le tiembla el pulso a la hora de poner en aprietos a las personas que la rodean con tal de lograr su objetivo. Ha aprendido a ser autosuficiente. Entiende que el mundo laboral, al igual que la vida, es como una jungla en la que solo los más fuertes sobreviven y donde las oportunidades hay que cazarlas al vuelo, porque no pasan dos veces.

À Plein Temps es una de esas películas que, casi de forma imperceptible, se mete bajo la piel del espectador, gracias a la autenticidad con la que refleja el estrés diario al que millones de personas se enfrenta. Familias desestructuradas, frágiles situaciones económicas, ambientes no agradables de trabajo, horarios imposibles… ¿Quién no ha vivido esas circunstancias en primera persona? Sin duda, es una obra de nuestro tiempo, tan pegada a la actualidad que incluso la huelga (así como las incómodas consecuencias que consigo trae para los ciudadanos) mostrada en ella nos resulta fácilmente reconocible. El director acierta a la hora de presentar estos frenéticos días en la vida de Julie como si de una película de suspense se tratara. El miedo y la ansiedad a los que se enfrenta el personaje, así como los múltiples obstáculos que debe sortear en su camino hacia la ansiada entrevista, están retratados con un excelente pulso narrativo y con un magnífico uso de la música de Irène Drésel, decisiva a la hora de potenciar la sensación de constante tensión a la que se enfrenta Julie. Y ahí está también el soberbio trabajo de su actriz protagonista, Laure Calamy, para hacer esta odisea absolutamente creíble y que cualquiera sea capaz de identificarse con ella, una mujer que se maquilla ante el espejo mientras seca unas lágrimas que solo se puede permitir en soledad, antes de lanzarse a esas calles a trabajar para sacar adelante a unos hijos con los que apenas pasa tiempo. Es el retrato de muchísimas mujeres fuertes y empoderadas del siglo XXI, mostrado sin artificios ni paños calientes. Del mismo modo que la ciudad de París pocas veces habrá sido plasmada en pantalla de manera tan poco romántica, convirtiéndose, para la ocasión, en esa jungla de asfalto en la que nadie querría perderse. Hacen falta más cintas como esta, atrevidas y realistas, diseñadas para despertar conciencias sobre el grado de deshumanización al que está llegando una sociedad que únicamente parece moverse por intereses y donde la competitividad y las zancadillas están a la orden del día en la búsqueda de la deseada realización personal y profesional. (José Martín Telde – ElAntepenúltimoMohicano.com)