En A Hero Rahim está en la cárcel por una deuda que no ha podido devolver. Durante un permiso de dos días, trata de convencer a su acreedor para que retire su reclamación de desembolso de una parte del pago. Pero las cosas no irán como tenía previsto.

Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2021
Mejor Película Extranjera y Guión Original 2021 para la National Board of Review

  • IMDb Rating: 7,5
  • RottenTomatoes: 96%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Es posible ser «un héroe» en una sociedad vigilada sea por las fuerzas políticas dominantes o por la propia lógica del rumor hoy aumentado a partir de las redes sociales? Eso es, en parte, lo que plantea A Hero, la nueva película del realizador iraní de A Separation en la que vuelve a su país tras ese fracaso que representó su movida a España para hacer la fallida Todos Saben. El film cuenta la historia de un hombre que hace –o intenta, o parece hacer– una buena acción, pero una que, a la vez, le resulta conveniente a sus necesidades específicas. Y el crédito social que le dará ese hecho pronto empezará a complicarse cuando muchos sospechen que, en realidad, su acto de heroísmo no fue tal. O, al menos, no cómo él lo cuenta.

Asghar Farhadi tiene un modo algo teatral de presentar sus dramas. Se trata, por lo general, de un armado muy preciso en términos de guión pero uno que avanza a partir de diálogos y más diálogos al mejor estilo iraní: incisivos, circulares, reiterativos, llenos de planteos éticos. Cada conversación parece un interrogatorio policial –aunque, en los hechos, ninguna lo sea– y los participantes siempre parecen estar siendo cuestionados como ante una mesa examinadora universitaria. Hay algo de ese modo «investigativo» que recuerda al del cine rumano, pero a diferencia de la manera un tanto más filosófica y visualmente distinguible en la que en ese país se suelen filmar este tipo de disquisiciones, los debates en el cine de Farhadi tienen características más intimidatorias y, cinematográficamente, un tanto más rutinarias. Después de cierto punto, uno tiene ganas de renunciar, tirar todo por la borda y darle la razón al interrogador. Te ganan por cansancio.

Pero Rahim (Amir Jadidi) no está dispuesto a dejarse vencer por los problemas burocráticos, las discusiones éticas o las dudas y sospechas que todos tienen acerca de sus actos. El sabe que actuó de buena fe –el espectador, en algún punto, empezará a dudar también sobre la nobleza de sus actos– y, aunque su rostro pasivo pareciera dar señales de que el tipo está a punto de dar el brazo a torcer, sigue adelante, buscándole la vuelta a las trabas que le ponen. Sabe que no puede dejar pasar esta oportunidad porque no está dispuesto a seguir mucho más tiempo en la cárcel sin poder ver a su hijo y a la mujer que ama.

Es que Rahim ha logrado salir de la cárcel por dos días con la intención de saldar la deuda que lo puso ahí: devolver 150 mil tomans que le prestó su ex cuñado Bahram (Mohsen Tanabandeh) para iniciar un negocio que el hombre no pudo levantar porque su socio lo engañó. Y tiene un arma secreta para hacerlo. Farkhondeh (Sahar Goldust), su nueva pareja (Rahim es divorciado, lo cual complica su imagen pública también), ha encontrado en una parada de buses un bolso con 17 monedas de oro que, al venderlas, le permitirían saldar la mitad de esa deuda y pagar el resto con «cheques de fianza» mensuales, tras conseguir trabajo. Y Rahim parece decidido a llevar a cabo ese plan.

Pero surgen problemas y más problemas. Cuando van a vender el oro se dan cuenta que la cotización ha bajado y no alcanza para lo que suponen. Luego Rahim va, con otro cuñado (el marido de su hermana), a visitar al tal Bahram que les dice por teléfono que no aceptará ese «plan de pagos». Y al tipo se le ocurre una idea que puede ser genial o ridícula: decide poner avisos en la ciudad (A Hero transcurre en Shiraz) buscando a la dueña del bolso con el dinero para devolvérselo. Finalmente la encuentran, le regresan las monedas de oro y su «buena acción» se viraliza vía redes sociales, lo que lo lleva a aparecer en televisión y a que organizaciones caritativas traten de juntar dinero para ayudarlo a salir de la cárcel, además de conseguirle un trabajo. Si fue una movida noble o calculada quedará en la cabeza del espectador. Farhadi no lo aclara ni los personajes tampoco. De hecho, tampoco da pistas reales sobre si el dinero fue realmente encontrado tal como lo cuentan o no. ¿Es posible que esa mujer que se llevó el dinero sea también parte del plan?

La enorme simpatía que deparará ese acto generoso tendrá sus límites. Algunos, como Brahim, sospechan que lo del bolso encontrado es todo falso y que, de hecho, no hay nada heroico en devolver lo que a uno no le pertenece. Más aún, él sabe que Rahim intentó primero usar ese dinero para pagarle la deuda y recién después se decidió a devolverlo. Y luego, un jefe del trabajo que le ofrecieron, empieza a cuestionarlo casi como si fuera una autoridad policial. Quiere que le traiga a la mujer que recibió el dinero, pero Rahim no logra encontrarla, entre otras precisas indagaciones que hace respecto a su vida y sus actos. De ahí en adelante A Hero se vuelve un curioso policial sin policías, en el que Rahim tiene que probar que lo que dice que pasó es cierto –que encontró el dinero y que lo devolvió a su dueña– mientras autoridades, acreedores, compañeros de la cárcel y hasta la gente común, a través de las redes sociales, empieza a sospechar que algo oculta.

La segunda mitad del film consistirá en una larga serie de cuestionamientos que funcionan a modo de interrogatorios en continuado mezclados con asambleas vecinales. Se trata de conversaciones llenas de interesantes puntas que sirven para entender cómo funciona la sociedad iraní, en especial en lo que respecta a dar una imagen pública seria y responsable, aún cuando eso implique una serie de «mentiras blancas». Pero, a la vez, A Hero entra por momentos tan en el detalle del minuto a minuto que uno siente que Farhadi está leyendo, palabra por palabra, los expedientes completos de algún caso judicial.

El lado, si se quiere, emotivo de A Hero, el que debería sacarlo de su tono más de «procedimiento», pasa por la relación entre Rahim y su hijo, un chico con serias dificultades para hablar (tiene una tartamudez paralizante), que va siendo testigo y, luego, participante incómodo de las idas y vueltas de la investigación sobre los actos de su padre. Pero la película no logra que ese eje termine de funcionar del todo bien. Su relevancia en la trama es clave, pero lo que Farhadi no consigue es que esa relación humanice del todo al siempre un tanto apático, abatido o quizás calculador Rahim.

Quizás lo más interesante de A Hero pasa por la manera en la que revela el funcionamiento de una sociedad que lidia con los mismos problemas que las occidentales respecto al uso muchas veces extorsivo de las redes sociales (los videos virales y los comentarios agresivos tienen un rol fundamental en la trama) a lo que le suma, además, una segunda red de control, paralela, que tiene que ver con el ejercido, directa o indirectamente, por las instituciones. Aquí, cada uno de los participantes –Rahim, su ex cuñado, los padres de su novia, su hermana, su novia, la gente de la caridad, los presos, las autoridades de la cárcel– tiene su lógica, sus razones y sus miedos a la hora de actuar. Y el que termina cargando con el peso de todos esos temores, dudas, secretos y mentiras es Rahim, un tipo que a su manera quiso ser «bueno» pero que terminó enredado en las circunstancias más kafkianas imaginables. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)