En A Fábrica de Nada, un grupo de trabajadores se da cuenta de que la administración está robando maquinaria y materiales de su propia fábrica. Cuando se preparan para organizar el equipo y la producción, se les obliga a no hacer nada, como represalia, mientras las negociaciones para su despido están en marcha. La presión desencadena una revuelta entre los trabajadores, lo que afectará a todo lo que les rodea.
Premio FIPRESCI en la Quincena de los Realizadores en el Festival de Cannes 2017Mejor Montaje en los Premios Fénix 2017Giraldillo de Oro a la Mejor Película en el Festival de Sevilla 2017
- IMDb Rating: 7,5
- RottenTomatoes: 85%
Película (DVDRip, la copia tiene subs en español)
El argumento inicial de A Fábrica de Nada es una recurrente situación fuera del cine: los dueños de una fábrica deciden cerrarla sin anunciarlo abiertamente mientras van negociando sigilosamente la situación con sus operarios. La racionalidad económica es conocida: por un lado, en otros países la mano de obra es más barata; en segundo lugar, las máquinas, que no tienen exigencias ni derechos, reemplazan a los hombres en sus puestos de trabajo.
Lo que no es habitual ni en el cine ni fuera de él es el caso hipotético elegido y la forma de representación: los trabajadores no siempre deciden tomar la fábrica en la que trabajan, y los cineastas que suelen dedicarse al cine político desestiman el placer en el cine. ¿A quién se le ocurre filmar la abolición del concepto de propiedad privada en el área laboral en forma de musical?
La inteligencia sensible de Pinho sabe ensamblar todas las variables que pueden ponerse en juego ante una situación semejante: los miedos de los obreros, la extorsión de la patronal, los reflejos ideológicos individuales que atentan contra los propios intereses de clase, las complejas consecuencias en la esfera familiar y los riesgos jurídicos. La incorporación orgánica al relato de todos estos inconvenientes vitales y colectivos es admirable, no menos que el modo en que Pinho se las ingenia para introducir matices teóricos, en parte gracias a un maravilloso personaje exógeno al grupo, un intelectual dedicado a estudiar temáticas de esta naturaleza.
El punto de vista marxista se asume con todas las letras desde el inicio, y el propio film tiene la valentía de retomar esa tradición crítica en el tiempo en que está inscripto. Lo curioso, y acaso el milagro, consiste en que la lucidez política de A Fábrica de Nada no se impone a la puesta en escena. El cine no está al servicio de una ilustración política. Eso explica los hermosos planos iniciales de la fábrica, las decisiones de registro de los números musicales y la perspicacia dramática de algunas escenas, como sucede hacia el final, cuando un operario discute directamente con el mundo. (Roger Koza – ConLosOjosAbiertos.com)
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