En La Loi du Marché, Thierry, un hombre de 51 años y después de 20 meses de, encuentra un nuevo trabajo, pero pronto tendrá que enfrentarse a un dilema moral: ¿puede aceptar cualquier cosa con tal de conservar su trabajo?

Mejor Actor Festival de Cannes 2015
Mejor Actor Premios César 2015
  • IMDb Rating: 6,8
  • RottenTomatoes: 92%

Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

 

El primer film de Stéphane Brizé exhibido en Cannes está inscrito dentro de un cine político y social que trata temas de gran preocupación actual como es el clima de inestabilidad laboral ocasionado por la crisis económica que azota a parte de Europa y su correlación con la pérdida de los principios o integridad personales. La Loi du marché sigue la misma línea temática que Deux Jours, Une Nuit de los hermanos Dardenne que pudimos ver el año pasado, también en la Sección Oficial del Festival de CannesParece claro que Brizé bebe de las influencias de las películas que los realizadores galos ya hicieron en la década de los noventa.

Thierry se encuentra en situación de desempleo tras haber sido despedido de la fábrica donde trabajaba. Un panorama totalmente desconocido para él, que a sus cincuenta años tendrá que aprender a desenvolverse con las nuevas tecnologías y las tendencias en la búsqueda de un empleo. Cuando finalmente consigue un trabajo dentro de un centro comercial como miembro de seguridad, tendrá que hacer frente a cuestiones en las que la ética y la moral quedan en serio peligro frente a la necesidad de un trabajo estable.

Vincent Lindon consigue trasladar la situación de angustia en la que se encuentra Thierry, que intenta mantenerse inalterable dentro de su seno familiar. Para ello, la cámara nunca le deja a lo largo del film. Mediante primeros y medios planos de larga duración, la mirada de Brizé está centrada en la búsqueda de la verisimilitud de las situaciones, algo que consigue sin problemas.

Es un hombre como cualquier otro, un individuo modesto metido en la burbuja del paro de larga duración y que atraviesa el desierto moral creado por la gran máquina económica del mundo contemporáneo. En oposición a los superhéroes imaginarios que colman las pantallas, es en el combate invisible de la realidad más ordinaria en lo que se interesa el cineasta francés Stéphane Brizé con La La Loi du Marché, presentada en la competición por la Palma de Oro del 68º festival de Cannes. Se trata de su primera participación a concurso en el mayor certamen internacional, cosa que no tiene ni un ápice de azar, habida cuenta de que el director ha sabido perfeccionar a lo largo de su carrera un estilo muy personal y apasionante centrado en el corazón humano y cimentando su estructura a la par con dureza y ternura y con una inteligencia que rehúye todo maniqueísmo. Ahora, en su madurez, Brizé consigue dar a luz una ficción dotada de un realismo poderoso y anclada en la observación y en la agudeza de la percepción. Este cine a la altura de los ojos del hombre aborda cuestiones sociales de gran envergadura sin forzar respuesta alguna ni trucar la narración. Además, encuentra su encarnación ideal en Vincent Lindon, un actor cuyas economía interpretativa, densidad natural e increíble facilidad a la hora de interpretar a «hombres del pueblo» encuentran en esta película un terreno de expresión excepcional que resulta aún más fascinante cuando sabemos que aparece rodeado únicamente de actores aficionados (cuya labor es igualmente satisfactoria).

Con un manejo diestro de las elipsis, el guion (obra de Stéphane Brizé y de Olivier Gorce) sigue paso a paso a Thierry, un gruista de 51 años de edad en paro desde hace casi dos años. Si nada cambia, pronto dispondrá de 500 euros al mes solamente para que viva su familia y quede asegurado el futuro de su hijo discapacitado. La crucial necesidad de trabajo lo llevará a cometer actos «humillantes» allá donde tratará de quedar bien y mostrarse lo más conciliador posible: una cita inútil en las oficinas del paro, una entrevista a través de Skype («quiero ser honesto con usted: hay muy pocas probabilidades de que lo contraten»), una discusión con su banquera («un seguro de vida le permitiría quizá afrontar el futuro con mayor serenidad»), una formación en simulación de contratación en la que sus defectos (la postura, la amabilidad, la mirada, el poder de su voz, el ritmo de su discurso) pasan por la criba de parados como él… y una vida de soledad a pesar del apoyo de su mujer, con un estrangulamiento financiero que les obliga a vender un mobil-home junto al mar y a negociar a flor de piel por unos cientos de euros sin que Thierry deje de manifestar, con todo, la libertad que aún le queda. Después llega un empleo salvador como agente de seguridad en un supermercado: un puesto que, sin embargo, resultará ser tan tóxico desde un punto de vista moral como todo lo que le precedió. Se abre un universo de sospecha generalizado (alimentado por 80 cámaras de vigilancia) y de acusaciones en el que la pobreza salta a la vista (un anciano roba carne, una cajera se queda cupones de descuento, etc.): un microcosmos que refleja un mundo despiadado en el que cada uno hace solamente lo que se le pide que haga y donde inevitablemente surge la cuestión de los límites de la conciencia y de la moral individual…

Asociando perfectamente la aspereza del tema con una mirada siempre benévola hacia las debilidades del ser humano, Stéphane Brizé toma el tiempo de dejar emerger la verdad de las secuencias, explorando con paciencia las reacciones físicas de su personaje en el clima de agresión psicológica permanente e insidioso del sistema económico y de sus mecanismos. Una búsqueda de lo imperceptible que otorga poco a poco una acumulación de sorprendente fuerza en La Loi du Marché: una obra depurada, sensible y que permanece en la memoria. Y como su personaje principal, el cineasta podría, sin duda, decir: «Avisad a la gente. No hacemos cualquier cosa con ellos. Los tratamos bien». (Fabien Lemercier – CinEuropa.org)