En un futuro no muy lejano, la integración de los robots en la vida humana hará posible que surjan androides programados para cuidar personas mayores. Esa es la solución que encuentran Hunter y Madison para su anciano padre Frank, cuyas pérdidas de memoria son cada vez más frecuentes.
Premio del Público (Festival de Sitges 2012)
- IMDB Rating: 7,1
- Rottentomatoes: 86%
A partir del relato Los superjuguetes duran todo el verano de Brian Aldiss, Steven Spielberg, en la profundamente maltratada e incomprendida A.I. Inteligencia Artificial (2001), ahondó en la insoportable levedad de ser una identidad sintética en un futuro poblado por una humanidad necesitada de prótesis emocionales. Robot & Frank, primer largometraje de Jake Schreier, no adopta un tono tan oscuro y problemático como la película de Spielberg y tampoco facilita acceso a la vida interior de su robótico coprotagonista —que no está programado para sentir, ni, por tanto, para sufrir—, pero su descripción de un futuro a la vuelta de la esquina, donde las máquinas suplen las carencias afectivas humanas, parece el esbozo, más o menos amable, de la distopía propuesta en A.I.
Robot & Frank recuerda el tono de esa ciencia ficción humanista que con tanta elegancia practicó Ray Bradbury y que Rod Serling supo canalizar tan bien en series como The Twilight Zone. Frank (Frank Langella) es un anciano víctima del alzheimer al que uno de sus hijos (James Mardsen) regala un mayordomo androide para que vele por él. El punto de partida se guarda varios secretos en la recámara que el guion del también debutante Christopher D. Ford va desvelando con un estratégico sentido de la progresión dramática. El primero de esos secretos tiene que ver con la identidad profesional del anciano y transforma la película en un irresistible thriller en miniatura. El último secreto, quizá discutible en su mecánica, acaba intensificando la potencia dramática del desenlace.
En Robot & Frank Schreier maneja su delicado material con inteligencia y humor —sensacional el diálogo entre robots en la fiesta—, aunque no siempre controla el tono de sus apuntes satíricos: el retrato de la hija concienciada es extraordinario, pero la mirada sobre el entorno snob de Los Ángeles sucumbe al trazo grueso.
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