Cuando Jack Skellington, el Señor de Halloween, descubre la Navidad, se queda fascinado y decide mejorarla. Sin embargo, su visión de la festividad es totalmente contraria al espíritu navideño. Sus planes incluyen el secuestro de Santa Claus y la introducción de cambios bastante macabros. Sólo su novia Sally es consciente del error que está cometiendo.
- IMDB Rating: 8,0
- Rotten Tomatoes: 94%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
Cuando The Nightmare Before Christmas se estrenó en nuestros cines, no había demasiada expectativa ni consideración hacia una de las películas de culto más jóvenes de los últimos tiempos. Su permanencia en cartel fue mínima. Sólo quienes comenzaron a seguir el derrotero de Tim Burton sabían del film, de sus vicisitudes, del desdén inicial de los estudios Disney y del «venga, por favor, tenemos un viejo proyecto suyo en carpeta».
Para ese entonces, Burton -cuyos primeros pasos en animación desarrollara en Disney para luego abandonar había desbordado la taquilla con Batman (1989) y filmado uno de sus mejores títulos hasta la fecha: El joven manos de tijera (1990). Pero fue el éxito de Batman lo que propició el recuerdo oportunista de Disney y la posibilidad, para Burton, de devolver la gloria del stop motion a la gran pantalla. Es decir, la animación cuadro a cuadro con muñequitos y maquetas, artesanía cuya gala desenvolvieran los maestros Willis O’Brien (King Kong) y su discípulo dilecto Ray Harryhausen (la saga de Sinbad, entre tantas otras maravillas).
Y si bien, y con justicia, The Nightmare Before Christmas es considerado un film burtoniano (y ya veremos porqué), la dirección estuvo a cargo de Henry Selick (luego responsable de Jim y el durazno gigante y de Coraline), más la autoría musical insustituible que significa la partitura de Danny Elfman, habitual colaborador de Burton. Vale decir, El extraño mundo es admirable también porque Elfman participa. Su música es indisociable, así como magistral, respecto del mundo melancólico de Jack Skellington.
Jack, Rey de Halloween, recorrerá el mismo derrotero que los demás personajes del cine de Tim Burton. Como si se tratase de una necesidad existencial, vital, los antihéroes burtonianos -Edward Scissorhands, Batman, Ed Wood, el jinete decapitado culminan por ratificarse desde el margen social, desde la soledad que intentan, en vano, abandonar. Así como también podemos agregar que el proceder burtoniano, en sus mejores films, no deja de ser dialéctico. Hay un momento en The Nightmare Before Christmas donde Jack, luego de esquivar los misiles militares que recibe como recompensa, decide tirar el disfraz navideño y, finalmente, volver a su esencia: «No entiendo la Navidad», se queja.
Y es por eso que decide festejarla, para ver qué ocurre, por qué son todos tan felices, qué es lo que anida detrás de tantas luces de colores. Más aún cuando Sandy Claws (o Santa Atroz, relectura perversa del «bueno» de Santa) no duda en dejar sin regalos a quienes se portan mal, a la par de máximas tales como: «¿No escucharon acerca de la paz, acerca de los hombres de buena voluntad?». «¡No!» responden entre risas diabólicas los pequeños Lock, Shock y Barrel, mientras lo secuestran y meten a un foso de muerte.
Los disparos, decíamos, ahuyentarán a Jack para devolverlo a su lugar de origen. Lo mismo ocurría, recordemos, con Edward (bajo la tez cadavérica y expresionista de Johnny Depp) en El joven manos de tijera, con aquel final frankensteiniano, con turba incluida, y reclusión final en un castillo encantado, gótico, capaz de sueños. Morada de donde salir para, finalmente, volver. Es ése el lugar propio, nunca el pueblo de maquetas y maquillaje barato que intenta seducir a Edward. Así como con Batman y su cueva de pesadillas, o Willy Wonka y su fábrica de chocolates, o Jack Skellington y su tierra de noches de brujas.
Los films de Tim Burton han dado pie a un mundo de sueños pesadillescos, de brumas expresionistas, de personajes macabros y adorables. La misma iconografía de Jack y la Tierra de Halloween se ha vuelto característica, referencial. Aún sin haber visto el film, cualquiera puede reconocer los personajes. Pero, eso sí, no cualquiera podrá aullar junto con ellos (el lamento del licántropo tras la derrota de Jack es emoción pura). Porque para ello hace falta ánimo suficiente como para abandonar el pueblito de maquetas y sus libustrines siempre cuadrados (¿recuerdan cómo Edward con sus manos tijeras los recortaba con formas de dinosaurios?).
En The Nightmare Before Christmas Jack se nos vuelve todavía más cercano, tanto su cráneo de sonrisa macabra como su pesar sombrío y romántico (elementos que el «querido» Santa Claus/Papá Noel se ha empecinado en nunca permitirnos conocer).
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[…] A las acciones visibles de Satanás se suman las del Mal, que son las más desconcertantes del relato. El uso de los mendigos a lo largo de la trama es, cuando menos peculiar. Antes de que el público lo sepa, estos comenzarán a ser manejados por este, de la misma manera que ocurre con toda clase de invertebrados, como gusanos, hormigas o escarabajos. Posteriormente se explica que, aun a pesar de estar en el otro lado, las conexiones entre este y el otro mundo permiten filtraciones de su poder, de ahí que, cuando Satanás cobra fuerza, el Mal se une a sus actuaciones de dicha manera. Para ello explican que su capacidad de posesión se limita a seres más fácilmente controlables que los humanos, más simples —una argumentación controvertida, si se tiene en cuenta que en cierta manera se está colocando a los indigentes al nivel de los insectos, a la vez que son considerados una clase inferior al resto de humanos. El resultado es un conjunto de imágenes imborrables del subconsciente, cuyos picos se alcanzan en las escenas en las que un grupo de indigentes esperan de pie, en fila, rodeando la iglesia, como si de zombis se tratara, o la escena en la que se descubre que uno de los científicos, previamente asesinado por una mendiga, se ha convertido en un recipiente de piel relleno de escarabajos -idea visual que recuerda al personaje de Oogie Boogie, de The Nightmare Before Christmas, de Henry Selick. […]