En Hell or High Water, un padre divorciado y su hermano ex-convicto recurren a un desesperado plan para poder salvar la granja familiar, en el oeste de Texas.
- IMDb Rating: 8,1
- RottenTomatoes: 98%
En Hell or High Water, una pareja de hermanos se ve forzada a conseguir una cuantiosa suma de dinero si no quiere que su rancho familiar, levantado a costa del duro esfuerzo y el sacrificio de sus antepasados, pase a ser herencia de un gigante bancario que amenaza con absorber esta propiedad a consecuencia de una deuda que no hace sino crecer. Las ominosas condiciones que los corruptos corporativos exigen a sus clientes se establecen como el único foco unánime de animadversión. Sin embargo, justo a la hora de posicionarnos hacia el lado del menos malo, aparecen en escena Marcus y Alberto, dos Ranger de Texas que se ven en la obligación deontológica de defender a estos viles personajes invisibles, cuya sombra se intuye tras los indefensos trabajadores que dan la cara y se exponen a los peligrosos atracos que no dejan de sucederse. A los espectadores no nos quedará más remedio que ir saltando de un bando al otro mientras esquivamos las balas que se nos echan encima, según los personajes vayan exponiendo sus razones para seguir con las atroces acciones que estamos presenciando. Mackenzie llega a lo que parece la cúspide de su progresión como realizador; tras haber examinado con tremenda originalidad las causas de un insólito apocalipsis con, Perfect Sense (2011), y haber puesto en evidencia los fallos del sistema penitenciario británico en la fantástica, Starred Up (2013), llega ahora, en un estadio artístico inmejorable, a la excelencia audiovisual gracias a un trabajo en el que convergen armónicos y precisos los elementos esenciales de la forma fílmica. El primero de estos elementos que destaca por su nitidez y calidad es, como no podría ser de otra forma, el fabuloso guion de Taylor Sheridan, que se encarga de preparar los andamios narrativos de una trama apoteósica y nos introduce por completo en la idiosincrática masculinidad del oeste texano, donde los habitantes encienden cerillas en sus estudiadamente descuidadas barbas de dos días y miden el tamaño de su ego en función de cuán lejos escupen su tabaco de mascar. Sheridan cocina a fuego lento un libreto que permite a los actores brillar por encima del polvoriento escenario. A la dirección, el libreto y las sorprendentes interpretaciones de los cuatro protagonistas principales, ha de sumarse, como uno de los grandes aciertos de esta película, el montaje. ¡Y qué montaje! Con un ritmo trepidante, el estupendo trabajo de Jake Roberts no nos permite ni un segundo de tregua en su imponente entramado audiovisual, en el que el estruendo del motor de los coches y las balas silbando en nuestros oídos quedará parcialmente amortiguado por unos sintetizadores que nos prepararán para un desenlace que viene augurando, desde el primer minuto, un derroche de decibelios.
Aquí se aprecia la mayor trasgresión y distanciamiento con respecto al western, que por muy crudo y despiadado que se mostrase en su avance, siempre podíamos contar con el jinete salvador que pusiera todo en orden al final. Hell or High Water nos priva de esa armonía y, aun así, resulta un sentimiento de incertidumbre e inestabilidad que terminamos por agradecer. Una gratitud que emerge desde nuestras entrañas más indignadas, ya que no podríamos pensar en un escenario categórico aceptable que encontrara justicia para lo que aquí ha ocurrido. Una cruel alegoría, como lo es la propia realidad, de la coyuntura de desamparo e impotencia que se extiende como un mal endémico, o una metedura de pata viralizada de algún personaje público, a lo largo de las, cada vez más amplias y definidas, fronteras de la clase baja. La infinitud vertical de Nuevo México se presenta como el escenario perfecto para fundar este tipo de metafóricas visiones de la sociedad contemporánea, donde los lejanos horizontes desérticos del oeste americano son capturados con sublime precisión por los astutos encuadres de Giles Nuttgens, quien contrasta toda esa potencia visual liberadora con la claustrofóbica visión de las entidades bancarias, para ofrecer una mirada abrumada de las opresivas técnicas despóticas de los magnates del capitalismo. Mackenzie presenta en Hell or High Water una de las obras más completas, a nivel narrativo y estilístico, que hemos podido presenciar en lo que llevamos de siglo; uno de esos raros especímenes, únicos en su especie, que aparecen de forma inesperada y se ganan al público y a la crítica a fuerza de sacrificio, trabajo duro y, sobre todo, amor por esta empresa perezosa que, en ocasiones, todavía encuentra acérrimos defensores que vuelven a encumbrarla en lo más prominente del selecto panorama artístico.
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