Ashkal sucede en los Jardines de Cartago, un barrio de Túnez creado por el antiguo Régimen y cuya construcción se detuvo al comienzo de la Revolución, dos policías encuentran un cuerpo calcinado en uno de los solares. A medida que la construcción de la zona se reanuda lentamente, comienzan también a investigar este misterioso caso. Cuando el evento se repite, el caso da un giro desconcertante.

  • IMDb Rating: 6,1
  • RottenTomatoes: 80%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

El cine del norte de Africa ha dado, en los últimos tiempos, algunos films que se destacan por escaparle a los modos narrativos más clásicos. Si bien pueden considerarse, en algún sentido profundo, como dramas con un fuerte trasfondo político, en sus formas se acercan más a la intriga, al misterio, al relato policial y hasta cierto grado de surrealismo, casi de ciencia ficción. Ashkal, el nuevo film del director de Black Medusa, combina un poco todos esos elementos: es un thriller policial, es una película política y es un misterioso film con ribetes que podrían entrar en la categoría de lo fantástico.

Al principio estamos en un territorio propio de alguna serie tipo True Detective. La joven Fatma (Fatman Oussaifi) y el más veterano Batal (Mohamed Houcine Grayaa) son dos policías de la capital que deben investigar una misteriosa muerte: un hombre ha aparecido completamente inmolado en unos edificios en construcción en un barrio llamado «los jardines de Cartago». En unos textos que abren la película se nos cuenta que ese era un barrio en pleno desarrollo inmobiliario cuando tuvo lugar la llamada «revolución de los jazmines», en 2010, pero las construcciones fueron detenidas cuando empezaron a haber problemas en esa zona. Ahora, los edificios han vuelto a ponerse en movimiento y quizás no sea del todo casual que uno de los disparadores de esa revolución fue un hombre, Mohamed Bouazizi, que se inmoló vivo.

La metáfora está al alcance de la mano ya que, en paralelo a la investigación, se va desarrollando las tareas de una comisión por la verdad y la justicia que estudia lo que sucedió entonces. Pero la película lo dejará en segundo plano y preferirá seguir a la dupla policíaca en sus investigaciones, en las que se topan con algunos frenos tanto internos como externos. Todo parece indicar que el hombre que se prendió fuego vivo era un obrero de la construcción normal, sin grandes problemas o enemigos. Y los policías no consiguen encontrar soluciones ni explicaciones.

A lo largo de Ashkal empezará a suceder lo previsible: otras personas se inmolarán, circularán videos telefónicos en los que se ve a varias personas prendidas fuego en medio de la ciudad o en parajes desolados cercanos a los edificios a medio construir. Pero no parece haber nada que los conecte, ningún instigador directo, más allá de una figura extraña, con capucha, a la que han visto por ahí pero que ningún testigo reconoce. ¿De qué se trata el asunto? ¿Algún culto misterioso? ¿Alguien con poderes para manipular la voluntad de las personas? ¿Algo ligado a los crímenes de lo que sucedió en 2010?

En algún momento Chebbi se alejará del tono más clásico del policial de investigación y la película tomará un ritmo más pausado, que intenta meterse más en la cabeza y las sensaciones de los detectives, especialmente la joven Fatma, que además tiene que lidiar con las dificultades de ser mujer en una fuerza policial que no la toma muy en cuenta. Mientras buscan y recorren esos lugares sombríos por las noches uno puede sentir que el área parece habitada por fantasmas. En tanto, los inmolados siguen apareciendo.

Ashkal parece hablar del reciente pasado tunecino y, especialmente, de cómo ciertos asuntos que sucedieron en la época no han sido suficientemente esclarecidos. Tras la inmolación de Bouazizi, de hecho, muchos otros tunecinos se inmolaron o trataron de hacerlo. Más de diez años después, cuando todos parecen querer olvidarse de lo sucedido, esta historia la refresca, la actualiza y la mete en una intrigante y escurridiza trama policial. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)