1976, Chile. Carmen se va a la playa para supervisar la remodelación de su casa. Su marido, sus hijos y sus nietos van y vienen en las vacaciones de invierno. Cuando el sacerdote de su familia le pide que cuide a un joven que está alojando en secreto, Carmen se adentra en territorios inexplorados, lejos de la vida tranquila a la que está acostumbrada.
Mejor ópera Prima en el BFI London Film Festival 2022
Mejor Actriz en el Festival de Tokio 2022
Mejor Ópera Prima en los Premios Platino 2022
- IMDb Rating: 6,6
- RottenTomatoes: 100%
Película (Calidad 1080p)
Uno cree conocer a mujeres como Carmen, señoras de clase alta, casadas con reconocidos profesionales, que parecen dedicarse a cuestiones domésticas y al cuidado de los niños, completamente desentendidas de la realidad social que atraviesa el país en el que viven. Pero no siempre el prejuicio se corresponde con la realidad. O, dicho de otra manera, a veces un hecho fortuito puede abrir las puertas para que esas mismas señoras se abran a ver un mundo que hasta ese momento han ignorado.
Corre el año 1976 en Chile y no hace falta demasiada información para saber el panorama que se vive allí. Augusto Pinochet está en poder desde el derrocamiento de Salvador Allende, tres años atrás, y por las calles del país sigue habiendo tensión y episodios violentos entre las fuerzas de seguridad y cualquier tipo de agrupación que se oponga al régimen. Mientras elige colores de pintura para un arreglo de su casa de veraneo, Carmen (Aline Kuppenheim) es testigo de uno de estos tiroteos y queda visiblemente afectada, intentando volver a sus tareas y conversaciones con los que trabajan en su casa pero sin poder concentrarse.
Estando allí recibe el llamado del cura del pueblo, el Padre Sánchez (Hugo Medina), que sabiendo que Carmen ha colaborado con la Cruz Roja (típico trabajo de «señora bien»), le pide si lo puede ayudar a curar a un delincuente al que le han disparado en la pierna y está siendo tratado en la parroquia. Ella no lo sabe –o parece no saberlo–, pero cualquiera se da cuenta que el tal «Elías» (Nicolás Sepúlveda) no es ese delincuente común que dicen que es sino un militante que ha sido herido por las autoridades y el cura está escondiendo.
1976 girará entre los dos mundos de Carmen. Su marido Miguel (Alejandro Goic) viene algunos fines de semana a visitar, acompañado de hijos y nietos, y muchas veces los más pequeños se quedan allí, con la abuela. En la casa todo sigue como si nada raro sucediera y de hecho hay algunas conversaciones sobre «extremistas» que incomodan a Carmen, que no tarda en darse cuenta que el delincuente en cuestión no es tal.
Y, en paralelo, Carmen pasará a transformarse en una suerte de espía, contacto, la persona que puede ayudar a «Elías» a reencontrarse con sus colegas y escapar de un probable destino de muerte. Usando pañuelos, pelucas, aprendiendo códigos y viajando con raras conexiones de micros, Carmen pondrá su vida en riesgo con el fin de ayudar a alguien que, de a poco, va aprendiendo a conocer y a respetar. Pero la tarea no será fácil, un poco por la impericia de la improvisada militante pero más que nada por cómo las fuerzas militares del país no cesan en su intento de eliminar cualquier atisbo de oposición o rebeldía institucional.
El debut en el largometraje de la reconocida actriz de Machuca y de la argentina Dos Disparos, entre otras, fluctúa entre un tono cercano a ciertos films de Christian Petzold que lidiaban con situaciones similares en la ex Alemania Oriental (o las argentinas Rojo o La Larga Noche de Francisco Santis) a dramas un tanto más tradicionales latinoamericanos sobre situaciones de este tipo en dictaduras, como la ya clásica La Historia Oficial. Pero –salvo por una escena– Martelli opta más por el relato de suspenso y tensión que por subrayar lo que todos ya sabemos sobre el terror de la dictadura pinochetista.
Y Kuppenheim (Machuca, Play, Joven y Alocada, Una Mujer Fantástica y muchas más) es la actriz perfecta para este tipo de personaje, alguien que va involucrándose en el cuidado y el rescate de «Elías» desde un lugar humanista y solidario sin tener del todo conciencia de los problemas en los que se mete al hacerlo. Se da a entender sutilmente que ha tenido algún tipo de inconveniente o problema psicológico en el pasado pero la película no profundiza en el tema, generando la impresión de que en realidad eso tiene más que ver con su imposibilidad de sentirse del todo a gusto en el mundo que habita, un poco como la protagonista de La Mujer sin Cabeza.
Martelli, que ya ha hecho algunos cortometrajes (Apnea y Marea de Tierra), se muestra como una muy segura realizadora en el manejo de los tiempos dramáticos y de la tensión creciente que va teniendo 1976. Hay algunas escenas familiares que tienen un color un tanto más «martelianos» en su composición visual y su cacofonía sonora, pero por lo general la puesta en escena es más bien clásica. Al ser una coproducción con Argentina (con Magma Cine), buena parte del equipo técnico es de aquí, como la directora de fotografía Yarará Rodríguez (El Estudiante, Historia del Miedo, Las Buenas Intenciones) y la experta y reconocida sonidista Jesica Suárez, a las que se suma en un breve papel el actor German De Silva.
Si bien el tema de la dictadura vista desde esos lugares y clases sociales en los que se prefiere mirar para otro lado no es un tema necesariamente nuevo para el cine latinoamericano, para un Chile que se va abriendo a novedosas y renovadoras experiencias políticas (aún dentro de sus ya décadas de regreso a la democracia), una película como 1976 es un buen recordatorio de una época en nuestros países en los que la libertad no era algo garantizado para nadie. Aunque muchos ahora prefieran olvidarse o hacerse los desentendidos. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)
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