En Siembra, un hombre y su hijo se mudan de la costa de Colombia a Cali, pero tienen dificultades para adaptarse a la ciudad. Tras el asesinato de su hijo, el padre deberá pasar por el duro proceso de la pena mientras trata de encontrar su camino en una ciudad de la que no forma parte.

  • IMDb Rating: 6,4
  • FilmAffinity: 6,3

Película (Calidad 1080p)

 

¿Cómo enfrentar un duelo? ¿Cuántos tipos de duelos existen? ¿Qué pasa si ese momento de cierre nos está vedado por mandato social? ¿El duelo y la libertad humanas son compatibles? Sí, podríamos decir que prácticamente son almas gemelas. Las personas necesitamos un momento para despedir una vida, para ver ese cuerpo por última vez, para reconocerlo, llorarlo, honrarlo en su memoria. Por eso existen los velatorios, los servicios fúnebres, los cementerios y los rituales. No hay nada más social como un ritual de despedida con velas, estampitas, rosarios, plegarias y cantos. Siembra, película colombiana dirigida por Ángela María Osorio Rojas y Santiago Lozano Álvarez, recoge las piezas de dos duelos: la pérdida de un hijo y la de la tierra amada.

Turco (Diego Balanta) es un hombre de 55 años que ha llegado a la ciudad de Cali junto a su hijo, Yosner (José Luis Preciado), en búsqueda de un futuro distinto, estable y mejor. El paisaje urbano que ahora lo resguarda está conformado por construcciones de chapas y maderas, tejas oxidadas, surcos de agua provenientes de las cloacas, calor intenso, carretillas y perros abandonados. Mientras Yosner se destaca en las calles suburbanas como bailarín de hip hop y salsa choke, Turco padece el síndrome del desarraigo, añorando recuperar las tierras que le fueron arrebatadas en un conflicto armado. Un día llega el aviso funesto que Yosner ha muerto, lo que introduce una habitual problemática que enfrentan las zonas precarizadas en Colombia: ¿cómo otorgarle un digno entierro a un ser querido cuando los costos funerarios y eclesiásticos son elevados?

¿Cómo nos despedimos cuando nos despedimos? ¿Lo hacemos con sinceridad o nos vimos obligados a ello? En el caso de Turco, no ha tenido muchas opciones, fueron dos desgracias que arribaron a su puerta, trayéndole desconsuelo y desesperanza. Una de las frases más cautivantes de Siembra dice: “dejé mi tierra, dejé mi gente, dejé mi río, dejé mis hijos, mi mujer y mi bohío”. La película recrea los rituales fúnebres de la cultura del pacífico colombiano, llenos de arengas, caminatas y cantos mediante una íntegra generación de imágenes en blanco y negro. La dirección de fotografía a cargo de José David Velázquez denota una belleza inusual. Encuentra pureza en espacios populares usualmente estigmatizados por su marginalidad, inseguridad y aislamiento. El efecto videoclip y la proximidad de la cámara a los cuerpos registrados permiten explorar territorios de goce, deseo y placer.

El cuerpo en reposo y el cuerpo en movimiento se develan como antagonismos de un universo en conflicto. El binomio campo y ciudad, que establece el distanciamiento en la relación padre e hijo y que también señala una brecha generacional, sintetiza la problemática laboral. La vida de pescador de Turco se ha transformado en la tarea de tallar y lijar maderas, mientras que Yosner descubre en el breaking dance una oportunidad inigualable que el campo parecía no ofrecerle. Así, en Siembra predominan los travelling y las panorámicas que recorren de pies a cabeza los cuerpos de los protagonistas. La cámara es tan próxima a los cuerpos que podemos ver los movimientos del torso y los brazos contorsionándose como si los tuviéramos frente nuestro. Ahí es cuando el videoclip gana la partida y estructura escenas en función de una melodía.

La vitalidad del cuerpo que se mueve en libertad –Yosner en las calles o Turco bailando apretadito con una mujer– se contrapone a la soledad del cuerpo en reposo. El cuerpo que agotado espera, tendido en una hamaca paraguaya o en una cama simulada, la respuesta de una autoridad estatal sobre cómo proseguir para recuperar las tierras arrebatadas tiempo atrás y para poder honrar la memoria de un hijo recientemente fallecido. El duelo es un proceso que invita a la pausa y a la reflexión, nos convoca a la introspección, al contacto directo con las emociones. Lleva tiempo y requiere espacio. En su duración, el cuerpo se expresa de diversas maneras. El sentimiento es el de una fotografía en blanco y negro, llena de nostalgia y recuerdos. La experiencia es la del baile y la del reposo ocasional. Lozano Álvarez y Osorio Rojas lo representan de esa manera, con dignidad y festividades populares. Y, también, con un conjunto de vecinxs que celebran la vida, a pesar de las vicisitudes de la pobreza y la ironía de un estado ausente. (Victoria Lencina – HacerseLaCrítica.com)