7 Prisioneiros trata sobre Mateus, un joven de 18 años que acepta un trabajo en un vertedero de San Pablo para ofrecer una vida mejor a su familia en la zona rural. Pero al llegar se ve atrapado en el peligroso mundo del tráfico de personas.
- IMDb Rating: 7,2
- Rotten Tomatoes: 98%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
Una película brasileña claramente modelada al estilo de los dramas policiales del cine norteamericano de los años ’70 y ’80, al que le suma alguna más escondida influencia del polar francés, 7 Prisioneiros arranca como uno de esos ejemplares de World Cinema que tan bien suelen funcionar en algunos festivales y plataformas. Se trata de películas con suficiente «color local» como para parecer, digamos, exóticas o foráneas, pero que a la vez cuentan historias muy atadas a modelos narrativos, sino clásicos, al menos muy enquistados en el inconsciente cinematográfico de cualquier espectador más o menos entrenado. Efectiva, bien narrada, lo suficientemente previsible para no ser alienante pero con un par de giros y sorpresas que le dan cierta vitalidad y personalidad, es de los mejores ejemplares de ese modelo de cine internacional accesible. No debe ser casualidad que su director se defina a sí mismo como brasileño-estadounidense. De hecho, bien se podría definir a la película con ese mote o doble nacionalidad.
Si bien tiene algunos nombres por detrás que hacen pensar en films como Ciudad de Dios (Fernando Meirelles es uno de los productores), 7 Prisioneiros funciona, afortunadamente, en un territorio más realista, cotidiano, menos rimbombante, uno que lo acerca un poco más al cine de otro de los productores del film –y mentor de Moratto– que es Ramin Bahrani, un director que arrancó también haciendo dramas urbanos callejeros como Chop Shop y Man Push Cart. Es un relato de iniciación, un thriller urbano en el mundo del trabajo esclavo y la trata de personas, que funciona con la lógica gangsteril de muchas películas similares: la historia de un joven que llega a la ciudad con ganas de triunfar «por derecha» (esto es, trabajando para llevarle plata a su familia) y termina enredándose en asuntos bastante más pesados.
Christian Malheiros (protagonista de Socrates, la premiada opera prima de Moratto) encarna a Mateus, un adolescente de 18 años del interior del estado de San Pablo, que va a «la gran ciudad» con un grupo de compañeros del mismo pueblo con un contacto laboral allí, todos con la idea de juntar dinero y enviarles a sus familiares. Al parecer, nunca han estado ahí y se fascinan con su tamaño y sus altos edificios, donde imaginan poder vivir algún día. Pero la realidad es muy diferente. El que los «contrató» es un tal Luca (el célebre Rodrigo Santoro) y apenas llegan al lugar se dan cuenta que las cosas no pintan demasiado bien. Pero no por el trabajo en sí (es una especie de mezcla de chatarrería y desarmadero) sino por las condiciones de explotación que implica.
Los cuatro jóvenes viven en un cuarto que se parece mucho a una prisión, duermen en sucios colchones, el tipo se queda con sus documentos y, a la hora de cobrar, les dice que no les pagará hasta que abonen su deuda. ¿Cuál es la deuda? Bueno, la casa y comida que él mismo le «provee». Y, supuestamente, necesitarán meses para pagarla. Apenas amagan violentarse o fugarse de ahí, Luca y sus pesados muchachos les caen con todo encima, transformándolos directamente en sus prisioneros. Pero ese es apenas el principio de la saga y el menor de los oficios oscuros del tipo. Pronto el asunto escalará hacia «negocios» bastante más complicados todavía.
Mateus y sus amigos tratan, de un modo u otro, de escapar de ahí, pero los tipos conocen a sus familias y los tienen controlados con la amenaza de hacerles algo si llegan a mover un dedo. A falta de otra opción, Mateus entenderá que lo mejor que pueden hacer será trabajar más y más para irse lo antes posible. Pero quizás no sea tan fácil de ese modo honesto y laburador. Y ahí el joven tendrá que ver qué caminos le conviene tomar para no seguir siendo un esclavo de Luca y del perverso sistema en el que su «empresa» se inserta.
7 Prisioneiros, título poco apropiado para lo que es realmente importante en la historia, muestra un sistema de corrupción político-económica que no se diferencia demasiado de la esclavitud, sea con estos inocentes chicos del interior o con inmigrantes ilegales. Pero el propio Luca también está, si se quiere, «preso» de poderes aún más altos, lo que vuelve a toda la situación aún más complicada de resolver. Quizás el giro más inteligente de la película sea el de dar cuenta de un contexto que supera el concepto tradicional de héroes y villanos. Todos los personajes, de modos más o menos razonable, más o menos cruel, se ven envueltos en un sistema en el que es fácil perder el compás moral si uno se decide a sobrevivir.
Gracias a esos giros que aparecen en la segunda mitad del relato, 7 Prisioneiros logra escaparle a lo que parece ser ese esquema narrativo algo previsible del «World Cinema» y torcer las expectativas del espectador. Y lo hace no solo en lo narrativo, sino también en lo formal, gracias a la manera en la que se mantiene siempre con los pies en la tierra, sin traicionar el tono áspero y realista del drama, ni aún cuando la situación se vuelve más y más tensa. Pudiendo fácilmente llevar todo al terreno de la acción pura y dura, Moratto prefiere que la batalla sea más psicológica que armada entre Luca y Mateus. Quizás el único problema de la decisión de centrar casi todo en ellos dos es que termina dejando de lado a los demás personajes, que empiezan teniendo bastante relevancia en la historia para luego ir desdibujándose y quitándole un poco de peso a los dilemas éticos del protagonista.
Es que Mateus puede suponer que tomar la actitud de «colaboracionista» es una buena manera de engañar al patrón y ayudar a los suyos, pero en algún momento él mismo deberá plantearse qué camino tomar ante determinadas encrucijadas. Hay una fantástica escena en un bar en la que se luce Cecília Homem de Mello encarnando a la madre de Luca que sintetiza muy bien las contradicciones de los personajes. Allí queda claro que lo cruel no quita lo humano, lo criminal no quita lo «desesperado» y lo que termina llevando a los personajes actuar de maneras quizás no deseadas no es otra cosa que la vieja lucha por la supervivencia. No son cualidades muy atractivas las que salen a relucir en esas circunstancias, pero son tristemente reconocibles. (Diego Lerer – micropsiacine.com)
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