Día: 29 de agosto de 2021

  • Magnus (Benjamin Ree – 2016)

    Magnus (Benjamin Ree – 2016)

    Documental sobre el joven genio del ajedrez Magnus Carlsen

    • IMDb Rating: 7,1
    • RottenTomatoes: 81%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

     

    Magnus, documental dirigido por Benjamin Ree, el mismo de The Painter and the Thief, que se ha estrenado mundialmente en el Festival de Cine de Tribeca, narra casi una década en la vida de uno de los más jóvenes campeones de ajedrez de la historia: el noruego Magnus Carlsen, nombrado una de las personas vivas más influyentes por TIME Magazine. El documental no es solo una historia de talento y ambición; también aborda los temas de la presión, la disciplina, la importancia del apoyo familiar y el poder de la mente.

    El film comienza en el momento más importante de la carrera de Magnus: el Campeonato Mundial de Ajedrez 2013 en India, justo cuando espera que su contrincante, el cinco veces campeón mundial Viswanathan Anand, comience la partida. Sin desvelar el resultado, la película nos lleva a la niñez de Carlsen, narrada por su padre con la ayuda de imágenes de archivo y vídeos domésticos, permitiendo a los espectadores descubrir los rasgos del comportamiento de su hijo que revelaban su potencial. De niño, Magnus era enormemente introspectivo e introvertido, y tenía ya una pasión por los números. En el colegio era un marginado, y su habilidad como jugador de ajedrez era lo único que le daba seguridad en sí mismo, despertándole la ambición de convertirse en el mejor del mundo. Un camino marcado por altibajos, desde ganarse el apodo de «Mozart del ajedrez» al comienzo de su carrera —cuando, a los 13 años, se convirtió en el Gran Maestro más joven de la historia—, hasta ser llamado «perdedor con suerte» a los 23, debido a las circunstancias favorables que le dieron el derecho a desafiar a Anand por el título de campeón mundial. En el primer tramo de la partida más anticipada de los últimos tiempos entre estos dos grandes maestros, el joven Magnus no jugó muy bien: los comentaristas dijeron que estaba «sufriendo», sus manos temblaban, y la ansiedad le hacía un blanco fácil a las calculadas combinaciones de Anand. Esta tensión insoportable se disipa durante el día de descanso, en el que los jugadores tienen tiempo para relajarse. Carlsen pasa el día con su familia, nadando y leyendo cómics del Pato Donald. El apoyo que recibe al estar rodeado de sus seres queridos hace que su juego mejore al retomar la partida, venciendo a Anand y alzándose como nuevo campeón mundial de ajedrez. Frederic Friedel, cofundador de Chessbase, empresa de base de datos de ajedrez, describe la forma de jugar de Carlsen como «sencillamente imposible para el cerebro humano, solo podría compararse con escalar el Everest con zapatillas de tenis y sin oxígeno».

    Magnus es un documental sobre el éxito, pero también sobre el sufrimiento, la depresión y la búsqueda de identidad que han marcado el viaje de este joven hacia la realización de sus mayores sueños. Su dedicación y constancia en su estilo de juego, basado en la creatividad y la intuición, no solo han redefinido cómo se juega al ajedrez: Carlson también ha logrado desarrollar la seguridad en sí mismo para madurar y convertirse en un genio moderno y comprometido con la sociedad. (Paraskevi Karageorgu – CinEuropa.org)

  • Rhapsody in August (Akira Kurosawa – 1991)

    Rhapsody in August (Akira Kurosawa – 1991)

    Rhapsody in August es una profunda reflexión sobre el holocausto nuclear de Nagasaki desde el punto de vista de una superviviente y sus cuatro nietos. Entre sonrisas y lágrimas, la abuela recuerda la historia de su familia y de la sociedad japonesa de su tiempo, tratando de llegar a comprender mejor el pasado y el presente.

    • IMDb Rating: 7,2
    • RottenTomatoes: 73%

    Película / Subtítulo (Calidad 720p)

     

    Rhapsody in August, de Akira Kurosawa, tiene el poder de hacernos recordar lo que no hemos vivido. Entre planos generales y medios, tomas fijas y paneos, el cineasta japonés aborda a tres generaciones de una familia que sobrelleva las consecuencias de la guerra 45 años después del bombardeo estadounidense sobre la ciudad de Nagasaki.

    Sumergirse en la trama es descubrir la experiencia de la abuela Kane y la apropiación de su historia por la voz narrativa de su nieta mayor, Noboru. Gracias a su relato, entendemos lo que sucedió en Nagasaki, sin necesidad de que la imagen nos manifieste los estragos y el infortunio. Un paralelismo entre el pasado y el presente identificado entre lo que se muestra y lo que se dice por medio de relatos analépticos, donde la temporalidad fílmica se fragmenta.

    Desde un mirador, los tres nietos de Kane se enfrentan a una Nagasaki tranquila, segura y sin ningún rasgo visible del terror y la destrucción. Un lugar que en un tiempo anterior estuvo en ruinas. Noboru es consciente de ello y afirma: «Bajo esta preciosa ciudad hubo otra Nagasaki que sucumbió a la bomba que lanzaron sobre ella». En un breve recuerdo, ajeno a nuestra narradora, se nos advierte que la desgracia ha caído en la suerte del olvido.

    Tras las experiencias de las generaciones anteriores, Noboru captura en su narración los eventos traumáticos y sensibiliza a los más pequeños de su familia. Juntos siguen el rastro de aquellos relatos individuales que no aparecen en la historia oficial, y confirman que la vida después de la bomba jamás volvió a ser la misma. El exterminio atómico no diferenció entre clase social ni edad.

    En un momento más personal y significativo, los nietos de Kane rememoran lo que su abuelo vivió en la escuela donde trabajaba. Un lugar cuya única huella de aquel tormento se encuentra en un juego infantil deformado, que sobresale para evitar la omisión histórica. Aquí los contrastes son evidentes, pues en la composición del encuadre se aprecia un motivo y un fondo, el monumento y la ciudad, el pasado y el presente.

    Este viaje a la ciudad de Nagasaki se convierte en un recuento que oscila entre la memoria familiar y la memoria colectiva. Mientras los jóvenes atraviesan un puente, el resto de la gente pareciera ir a contracorriente; sin embargo, ellos avanzan con un paso firme hacia el encuentro con sus antecesores. Visitan lugares donde supuestamente se «mantiene viva» la memoria de las víctimas. No obstante, las estatuas devastadas, los monumentos y los edificios solo se muestran como un atractivo turístico. José Enrique Rodó ya había vaticinado la desmemoria de los turistas con su intención de hacer hablar a las esculturas florentinas en Diálogo de Bronce y Mármol (1916). Dichas esculturas eran atormentadas por el gentío que las acaparaba:

    David: ¿Cuál es tu mayor suplicio?

    Perseo: Oír el comentario de los viajeros.

    David: ¿Cuáles de los que te miran te comprenden?

    Perseo: Los que vienen trayendo en el alma una idea con qué compararme, y que generalmente permanecen mudos.

    Por su parte, Kurosawa hace hablar a sus estatuas en ruinas a través de planos fijos y la voz en off de Noboru, quien, con la expresión: «Parece que están llorando», transmite el sentido inicial que hace que estos vestigios sean testimonio inerte del pasado. A esta escena se suma la música extradiegética Stabat Mater, R. 621 de Antonio Vivaldi, que refuerza la atmósfera de desolación y pérdida.

    Los monumentos se ocupan de cumplir la misma función: recordar. En este caso, un paneo recorre una gran estela negra que fija el lugar donde cayó la bomba atómica, y se detiene en el reflejo de los jóvenes, considerando su posición como observadores fuera de campo. ¿Ellos ven o son vistos? Sin duda, la vida anterior de aquel sitio los confronta.

    Su recorrido continúa entre diversas esculturas donadas por otros países. Las formas varían tanto como los lugares de procedencia. Mujeres, niños y palomas blancas son las representaciones más comunes. Los planos medios y los planos detalle permiten exaltar el pacifismo que emerge de las figuras. Todo lo anterior es interrumpido por una afirmación de Shinjiro: «No hay ninguna de América». Una denuncia abierta que confronta e incomoda a quien esté a favor de las políticas armamentistas de dicho país.

    «Hoy en día, para la mayoría de las personas, la bomba cayó aquí hace mucho tiempo. A medida que pasan los años, todos olvidan hasta los sucesos más terribles». La fuerza de la oralidad de Noboru está en la voz en off, el recurso más utilizado en esta secuencia, pues funge como una conciencia humana antitética de las imágenes del presente. Esto alimenta el doble relato que configura el contraste de dos tiempos en un mismo espacio, el cual ha sedimentado sus propios acontecimientos

    A lo largo de esta secuencia de Rhapsody in August, Kurosawa reconcilia las dicotomías: vejez y juventud, pasado y presente, historia oficial e historia de vida, memoria y olvido, y pone en entredicho lo peligroso que puede resultar la omisión de un trauma. Con base en el lenguaje cinematográfico, abre el diálogo y parece reescribir el discurso de la memoria colectiva de Nagasaki como experiencia viva, mostrando el espíritu —en el sentido que le es otorgado por Walter Benjamin— de épocas pasadas, lejos de la simple anécdota histórica.  (Jéssica Aidé Pérez – CorrespondenciasCine.com)

  • L’île au Trésor (Guillaume Brac – 2018)

    L’île au Trésor (Guillaume Brac – 2018)

    L’île au Trésor transcurre dutante la temporada de verano en un centro recreativo cerca de París que está en pleno apogeo, por lo que no escasean las situaciones divertidas en la concurrida piscina. Un vistazo a la mentalidad de los visitantes y empleados del extenso parque: franceses blancos e inmigrantes que vienen aquí para relajarse porque carecen de los medios para unas vacaciones más exóticas.

    • IMDb Rating: 7,1
    • FilmAffinity: 6,7

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    El verano es una estación que significa vacaciones incluso en las zonas urbanas, donde se respira una atmósfera de relajación y se aspira a resguardarse del sol y del calor. Guillaume Brac ha dedicado dos películas a este periodo que favorece la relajación de la rutina, la reflexión y la expresión de los sentimientos: una ficción, Contes de Juillet, estrenada fuera de competición en Locarno el año pasado, y el armonioso documental L’Île au Trésor, que acaba de estrenarse en competición en la 53ª edición del Festival de Karlovy Vary, días después de su estreno en Francia de la mano de Les Films du Losange. Un díptico tan original que se ha grabado en el mismo lugar, el centro recreativo Cergy-Pontoise…

    “-No sé si habrá por aquí tesoros -dijo-; pero apuesto la peluca a que hay fiebre”. Guillaume Brac deja entrever la temática de su documental con esta cita de Robert Louis Stevenson y con el título de la cinta, calco de la célebre novela del autor escocés: será una aventura a través de la mirada de un niño. Niños y jóvenes cobrarán protagonismo a lo largo del documental, desde el grupo de adolescentes que intenta colarse en la piscina porque no tiene dinero para pagar el ticket, hasta el grupo de jóvenes que intenta seducir con más o menos éxito, pasando por la multitud instalada en la playa o los que se dan un chapuzón entre gritos de alegría y juegos. Y se divierten saltando del puente, aunque esté prohibido, mientras los socorristas no miran. Para unos, se trata de un momento transitorio, de una excursión apacible y feliz fuera de la rutina; para otros, la isla se ha convertido en un paraíso terrestre plagado de recuerdos, como le ocurre a Jérémy, el guapo monitor de hidropedal, que inicia a dos chicas veraneantes en facetas desconocidas de la isla, después del cierre; y que evoca con un guiño de nostalgia el arte de esquivar las rondas de guardias cuando era pequeño. La isla no es salvaje y los empleados, atentos y profesionales, controlan este territorio de libertad.

    L’Île au Trésor invita a sumergirse en la serenidad, como en una especie de baño amniótico del corazón en una mezcla social igualitaria: pequeños hombrecillos escalan una colina como si asaltasen una montaña, una familia afgana y un vigilante nocturno guineano cuentan su historia de exilio, una joven promete emociones fuertes desde lo alto de una columna, partidas de paddle en el crepúsculo y el interior de una pirámide construida en medio del estanque (“¡Es mágico!”). Un simple (pero no simplista) mosaico casi sociológico en un paraíso perdido popular que cierra sus puertas al final del verano, y donde la cámara fija y los planos largos del cineasta penetran sutilmente y llegan a lo más profundo del espectador, confirmando el talento que ya ha demostrado Guillaume Brac. (FabienLemercier – CinEuropa.org)

     

    En Cergy-Pontoise, dentro de una isla de la reserva natural Vexin, se levantó una suerte de balneario y parque acuático al que cada día de verano concurren miles de parisinos (está ubicado en las afueras de la capital francesa). Lo que Brac hace en este documental es seguir las historias de niños, adolescentes, jóvenes y adultos en ese ámbito lleno de travesuras, desafíos, seducciones, anécdotas o simples momentos de esparcimiento y relax.

    Si bien podríamos encasillar a L’Île au Trésor como un documental (incluso hay una zona que registra los pormenores de la administración y la seguridad del parque digna de los retratos institucionales de Frederick Wiseman), hay varios pasajes donde aparece lo ficcional con situaciones “armadas”, pero que jamás pierden su naturalidad.

    Las imágenes son bellísimas sin caer en la ostentación ni el regodeo, las historias de vida son en general muy simpáticas (aunque hay una de un inmigrante africano bastante tenebrosa) y, así, Brac construye un retrato social (multirracial) inspirado desde el título en las aventuras de Robert Louis Stevenson, recorrido por el espíritu de Eric Rohmer, y con esa gracia y fluidez que constituyen el sello personal del director. (Diego Batlle – OtrosCines.com)