Day: November 4, 2020

  • Possessor (Brandon Cronenberg – 2020)

    Possessor (Brandon Cronenberg – 2020)

    En Possessor, Tasya Vos es una agente de una organización secreta que utiliza implantes cerebrales para controlar el movimiento corporal de otras personas, obligándolas a cometer asesinatos que benefician a toda clase de peces gordos del mundo corporativo. Un día, durante una misión rutinaria, algo sale mal. La agente Vos se ve atrapada dentro de la mente de uno de los sujetos que trataba de controlar, cuyo apetito por la violencia se acaba convirtiendo en su peor aliado, superando incluso el suyo propio.

    Mejor Dirección y Mejor Película en el Festival de Cine Fantástico de Sitges 2020

    • IMDb Rating: 6,5
    • RottenTomatoes: 92%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Apellidarse Cronenberg puede ser un arma de doble filo para alguien que aspira a labrarse una sólida carrera como director. Eso es algo que sabe muy bien Brandon, sobre quien estuvieron puestas todas las miradas cuando, hace ya ocho largos años, estrenaba su primera película como cineasta, la provocativa y muy interesante Antiviral (2012), y pese a que el saldo artístico fue más que favorable, alcanzando triunfos en Sitges y Toronto como mejor ópera prima, las (siempre odiosas) comparaciones con el cine de su padre, el gran David Cronenberg, fueron inevitables. Aquella fábula futurista en la que la obsesión de la sociedad hacia las celebridades llevaba a clínicas especializadas a replicar enfermedades de los famosos para que sus fans puedan sentirse más cerca de ellos inoculándoselas en su propia sangre, acumulaba en su relato todas las obsesiones y temas recurrentes de la obra del director de Cosmopolis (2012). Las atmósferas enfermizas, las infecciones, el horror corporal y quirúrgico, con transformaciones y grotescas imágenes de degradación física, estuvieron muy presentes en la carta de presentación del joven Brandon Cronenberg, dejando entrever a un tipo ambicioso, muy dotado para la creación de ambientes y con poco miedo a herir susceptibilidades llevando su valiente propuesta al extremo. Como es habitual, la verdadera prueba de fuego para este nuevo realizador viene con el estreno de su segundo trabajo, aquel que debería demostrar que los aciertos del debut no fueron fruto de un golpe de suerte. Possessor ha salido triunfante de la última edición de Sitges, de la que ha arrancado las condecoraciones a mejor película y director, así que el reto ha quedado ampliamente superado de nuevo. Una vez más, la sombra de David Cronenberg vuelve a ser alargada y su espíritu sobrevuela sobre todo el metraje de la cinta, pero, en esta ocasión, su vástago y discípulo va un paso más allá en su cruzada por encontrar una voz propia dentro del panorama actual de cine fantástico. Possessor comparte con Antiviral género, la ciencia ficción en la vertiente de futurismo distópico con pretensiones de mostrar una sociedad enferma y alienada, habitado por criaturas que buscan abstraerse de sus vacías existencias, ya sea a través de sofisticados juegos de realidad virtual, el uso de drogas.

    También está el caso de la protagonista, habituada a sumergirse en lo más profundo de la mente de otras personas para empujarlas a cometer actos criminales y, posteriormente, empujarlas al suicidio como manera de completar, de manera limpia, su misión. Esta labor la realiza Tasya Vos para una organización secreta: poseyendo las voluntades(y a través de ellas, el movimiento de sus cuerpos) de sus víctimas, denominadas huéspedes, mientras se encuentra acostada en una cama con una máquina conectada a su cabeza –no quedan muy lejos las tecnologías virtuales vistas en otras fantasías como Matrix (Lilly Wachowski, Lana Wachowski) o Inception (Christopher Nolan), historia de espionaje en la que los protagonistas utilizaban el estado de sueño para penetrar en el subconsciente de sus objetivos–. La trama de Possessor se centra en uno de los trabajos de Tasya como asesina a sueldo en la sombra, introducida en la cabeza de Colin, el yerno de un poderoso hombre de negocios con el propósito de que este acabe con la vida de su novia y el padre de esta y así hacerse con una importante empresa. Trabajo que se complica cuando el huésped comienza a presentar resistencia a este particular tipo de “posesión”, tratando de recuperar el control de sus actos en una lucha psicológica sin cuartel contra Tasya. Esta premisa posibilita un fascinante juego de espejos entre ambos personajes protagonistas, el de la agente fría y algo hastiada de su trabajo, en pleno proceso de acercamiento a la familia que rompió, y el de su marioneta, un tipo gris que se siente humillado por su familia política, ocupando un puesto laboral muy bajo en la empresa de su cruel suegro. Andrea Riseborough, una de las actrices más singulares de la actualidad, tanto por su físico particular como por su versatilidad –aún está fresco en la memoria cinéfila su icónico papel en la extravagante Mandy (Panos Cosmatos, 2018)–, y Christopher Abbott, en los papeles de Tasya y Colin, realizan unos trabajos deslumbrantes, mostrándose plenamente compenetrados en unos roles muy difíciles, ya que comparten cuerpo siendo de géneros sexuales distintos. Brandon Cronenberg, que en su ópera prima entregó una puesta en escena minimalista y aséptica, en la que el blanco era el color dominante de la fotografía de Karim Hussain, se destapa aquí como un cineasta mucho más ambicioso en el plano visual.

    Con unos encuadres más elaborados y una paleta de colores más espectacular que toca el cielo cuando la pantalla se tiñe de rojo en las escenas de violencia (física y psicológica) más impactante, Possessor se revela como un artefacto más sofisticado y complejo que su precedente. David Cronenberg debería estar orgulloso del segundo largometraje de su hijo, ya que reconocería una visión muy similar a la suya sobre la violencia, la carne, la sangre y el sexo. Es imposible no recordar algunas de sus mejores obras enmarcadas en la ciencia ficción –Scanners, Videodrome y, sobre todo, eXistenZ, con la que Possessor comparte la presencia, siempre turbadora, de Jennifer Jason Leigh– mientras se asiste al generoso festín de mutilaciones y apuñalamientos regalado por Brandon. El gore se adueña de la pantalla, compartiendo protagonismo con alguna escena sexual retorcida, también marca de la casa, que casi podría retrotraernos al sadismo de Crash, en una espiral de asesinatos que va in crescendo al mismo tiempo que la película va abandonando su piel de thriller cibernético (y bastante paranoico) para decantarse por el género de terror más cerebral, en el que la degradación mental (representada, también, a través de aberrantes imágenes de una violencia explícita perturbadora) de sus enfrentados personajes explota en un tramo final impactante y muy efectista. Al igual que su padre, Brandon Cronenberg sabe manejar con brillantez el horror corporal, mostrando hacia sus personajes un distanciamiento cerebral que dificulta la identificación del espectador con ellos. Aquí no hay buenos ni malos. La línea que separa lo correcto de lo moralmente decadente queda tan difuminada que lo que prevalece es un espectáculo, entre genial y grotesco, que se regodea sin prejuicios, con la libertad propia de un producto concebido a espaldas del Mainstream de Hollywood, en el morbo y la sangre. Los inicios de David Cronenberg fueron igual de atrevidos –ahí está la inolvidable Shivers –y, ni en sus incursiones en un cine más comercial –The Fly – , traicionó su marcada personalidad, por lo que cabe confiar en que su heredero natural continúe dando grandes momentos de formidable cine en los próximos años. Y es que Possessor, al igual que antes lo fue Antiviral, se coloca como instantáneo título de culto, valiente y rompedor, que, repitiendo temas conocidos, consigue transitar por caminos novedosos y muy sugestivos (José Martín León – ElAntepenúltimoMohicano.com)

  • Darkman (Sam Raimi – 1990)

    Darkman (Sam Raimi – 1990)

    En Darkman, un científico que ha encontrado la fórmula para la fabricación de piel humana sintética es víctima de un atentado. Aunque todo el mundo lo da por muerto, consigue sobrevivir y rehace su rostro horriblemente desfigurado gracias a su descubrimiento. La nueva técnica, cuyos efectos sólo duran cien minutos, le permite adquirir las facciones de quien desee y vengarse así de los que destrozaron su vida.

    Mejor Director y Mejores Efectos Especiales (Festival de Sitges 1990)

    • IMDb Rating: 6,4
    • Rotten Tomatoes: 84%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Con un presupuesto de poco más de 15 millones de dólares, Sam Raimi entraba a lo grande en los estudios tras un par de clásicos de cine de terror. Y en el fondo, lo que estaba haciendo el director de las futuras versiones favoritas de ‘Spider-Man’, era rendir cuentas y saldar deudas con el cine de terror clásico de esa Universal Pictures que lo recibió con los brazos abiertos. Era la hora de presentar al nuevo monstruo clásico de la compañía. Era la hora de Darkman.

    Mucho antes de que solo existieran películas de superhéroes, los estudios, en ocasiones, apostaban por relatos de misterio que podían adaptar a personajes pulp (‘La sombra’, ‘The Phantom’) o reinventar ese espíritu dorado con nuevos personajes originales. Cinco guionistas (dos parejas de hermanos entre ellos) hicieron falta para crear el guión de la historia de Sam Raimi sobre un científico que ha encontrado la fórmula para la fabricación de piel humana sintética y es víctima de una banda criminal.

    Con una flamante calificación R bajo el brazo, Darkman salió de la nada para colarse en el primer puesto de la taquilla el 24 de agosto de 1990, conquistando de paso a buena parte de la crítica. Su éxito generaría cómics, figuras de acción, videojuegos, un piloto televisivo nuca emitido y un par de secuelas muy divertidas y directas al video sin ninguna de las estrellas, pero tan cafres que hay verlas para creerlas. Algunas perlas de esas secuelas son el Darktrenecito subterráneo que le lleva a cámara rápida por el subsuelo o la rata teledirigida que no sirve para NADA. En la tercera entrega, el bueno de Darkman utiliza sus dotes camaleónicas para enderezar matrimonios en problemas. Ya es un superhéroe con todas las letras.

    Protagonizada por los entonces desconocidos Liam Neeson, Frances McDormand y el desaparecido Larry Drake, la primera película de estudio de Raimi marcaría su trayectoria hacia el éxito mundial que estaría por venir, sin obviar algún importante traspiés creativo y alguna joya a redescubrir inmediatamente, como la brillante ‘Un plan sencillo’. En 1990, el cineasta de 30 años todavía era conocido por hacer películas de terror de serie b con amigos como Bruce Campbell.

    Tras el éxito brutal de Warner con ‘Batman’  el verano anterior, Universal apostó por Darkman, la historia de un honrado científico que queda horriblemente desfigurado cuando unos criminales destruyen su laboratorio. Con mayor fuerza (y ataques de ira explosiva) como resultado del trauma, Darkman usa la piel sintética que ha creado para disfrazarse y tratar de reconquistar el amor de Julie Hastings (McDormand) mientras busca venganza por su destrozada existencia. Aunque las cifras estén en extremos totalmente opuestos (la película de Tim Burton costó más del doble que la de Raimi y el personaje ya era parte de la cultura pop), la comparación se antojaba necesaria.

    Darkman fue un trabajo pasional para Raimi, que intentaba llevar a la gran pantalla al personaje de ‘La sombra’, algo que no pudo ser porque en ese momento Robert Zemeckis andaba detrás de un proyecto que acabaría en manos de Russell Mulcahy. A partir de ese sueño imposible, el director creó su propio superhéroe tomando aspectos de otros personajes, creando así a su Darkman.

    El añorado Bill Paxton estaban en la lista de candidatos principales para el papel principal, pero Liam Neeson le robó la oportunidad gracias a su presencia poderosa y al despliegue emocional que desprenden esos ojos atormentados que todavía hoy siguen funcionando como el primer día. Para el papel femenino McDormand y Kelly Lynch llegaron a la final, aunque la primera tenía una clara ventaja: compartía casa en Los Ángeles con Raimi y y Joel y Ethan Coen. Julia Roberts estuvo a punto de lograr el papel, pero su reciente ruptura con el propio Neeson hizo imposible que la cosa pudiera seguir adelante con ella a bordo.

    El protagonista de las dos ‘Evil Dead’ de Raimi, su buen amigo Bruce Campbell, se tomó con humor no poder encabezar el reparto de esta gran producción. Su trayectoria no parecía ser suficiente para Universal. Neeson, que en aquel momento había hecho algún que otro proyecto con relevancia internacional, fue el elegido. Eso sí, el último rostro entre la multitud de Darkman es el suyo, así que de alguna manera todos salieron ganando con la película. Sobre todo Campbell, que en una mala racha tras su divorcio trabajó en el diseño de sonido de la película.

    Larry Drake, que había pasado años en ‘La ley de Los Ángeles’ interpretando al noble Benny Stulwicz, pasaba a interpretar a un personaje malo y despiadado. Y Durant fue un éxito, un villano antológico que por momentos robaba la función.

    Los hermanos Coen no tienen ningún tipo de crédito en la película, pero fueron fundamentales desde el principio en la construcción de la estructura. La idea fue de Raimi, y Joel y Ethan lo convencieron de que siguiera adelante con esa historia.

    El rodaje de Darkman fue agotador, sobre todo para Neeson. Mucho tiempo en la silla de maquillaje, entre tres y cinco horas, mientras se estaba preparando para interpretar a un boxeador en la película británica ‘El gran hombre’. Raimi había sido criticado por sus personajes femeninos anteriores, y con el personaje de Julie quería demostrar que podía escribir un personaje femenino fuerte. Es quizás el eslabón más débil de la cadena, puesto que al final el personaje de McDormand no deja de ser otra damisela en apuros.

    Aún quedaban dos piezas importantes por encajar en este puzzle. El debut en el cine “de verdad” de Bill Pope, director de fotografía de muchas de tus películas favoritas, de ‘Matrix’ a ‘Alita: Ángel de combate’, pasando por buena parte del cine de Edgar Wright, era la primera. La otra era la banda sonora, que correría a cargo de Danny Elfman, que venía de encarrilar ‘Batman’, ‘Razas de noche’ y ‘Dick Tracy’. El compositor, fan de las posesiones infernales, estaba encantado de aportar sus ideas para engrandecer una película que solo podía ser un éxito.

    Sin tecnología de previsualización ni trabajo por ordenador para ayudar a determinar si un plano podría funcionar, el departamento artístico de la película, a cargo de Phil Dagort y Julie Kaye Fanton, se armó de valor y fabricó una viga de acero de tres pisos en el hangar de un avión. En días de poca supervisión de seguridad, todos el mundo caminaba sobre el acero como auténticos trabajadores. Colin Friels, que interpretó a uno de los villanos, se cayó en medio de una escena de acción y se rompió el fémur. Fue al hospital, tomó algunos analgésicos y regresó esa tarde para terminar la escena. Ese era el espíritu de la película.

    El penúltimo de los problemas llegó con el colapso del editor, David Stiven, que abandonó el trabajo al no ver claro lo que se traían entre manos. Mientras Raimi y compañía se traían entre manos un clásico del fantástico, Stiven veía en Darkman un drama romántico. Así que Bud S. Smith, editor de confianza de William Friedkin, se apuntó a la aventura.

    El círculo se cerró cuando, tras muchas peleas por el corte final, la duración de la película y su edición, el productor Rob Tapert revela que pocas horas antes de entregar el corte final Raimi, Bob Murawski y él mismo manipularon el montaje durante 48 horas de trabajo extenuante, recuperando cosas que creían importantes y añadiendo nueve minutos. Lo hicieron y no se lo dijeron a nadie.

    Cuando Universal se enteró, estaban indignados, pero no podían hacer nada: los negativos ya se habían impreso y las proyecciones de prensa estaban a punto de comenzar.

    Darkman se estrenó en agosto de 1990 tras una memorable campaña de marketing con el lema “¿Quién es Darkman?” Las críticas fueron en general positivas y recaudó algo más de 48 millones de dólares, exactamente el triple de lo que había costado. La carrera de Raimi cambiaría para siempre y muchos de nosotros seguimos disfrutando de una película que, como ‘Robocop’, era mucho más que una película de superhéroes: era una superpelícula de héroes. (Kiko Vega – espinof.com)