Día: 8 de mayo de 2020

  • Close Encounters of the Third Kind (Steven Spielberg – 1977)

    Close Encounters of the Third Kind (Steven Spielberg – 1977)

    En Close Encounters of the Third Kind, Roy Neary observa en el cielo unos misteriosos objetos voladores. Desde entonces vive tan obsesionado por comprender lo que ha visto que se distancia de su esposa. Encuentra apoyo en Jillian Guiler, una mujer que también ha sido testigo de los mismos hechos. Juntos intentan encontrar una respuesta al misterio que ha alterado sus vidas. Al mismo tiempo, un nutrido grupo de científicos internacionales, bajo la dirección de Claude Lacombe, empieza a investigar las apariciones de ovnis y otros extraños fenómenos.

    Mejor Fotografía y Edición de Sonido en los Premios Oscars 1977
    Mejor Película Extranjera en los Premios David di Donatello 1977

    • IMDb Rating: 7,6
    • RottenTomatoes: 95%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Palabras mayores. En ‘doble sesión’ hablamos de una de las obras maestras imperecederas de la ciencia ficción. Un título que le sirvió al nuevo niño mimado de Hollywood para justificar su fama de un rey Midas que convertía en oro todo lo que tocaba. En la mente de Steven Spielberg se escondía un proyecto titulado Close Encounters of the Third Kind por el que firmó un acuerdo con Columbia en 1973 para que se llevara a la pantalla grande. El enorme éxito comercial y crítico de su Jaws en 1975 aceleró el proceso y el estudio dio una inmediata luz verde al rodaje con un presupuesto de 20 millones de dólares. A eso se le llama confianza.

    La película se abre a lo grande con un espectacular hallazgo en el desierto de Sonora, donde un grupo de científicos encuentra unos aviones de la Segunda Guerra Mundial intactos, como si el tiempo se hubiese detenido para ellos. A continuación, un carguero aparece en el desierto de Gobi. Definitivamente, algo que escapa a nuestra razón está sucediendo y Spielberg ha llamado nuestra atención con un leve silbido. Cosa de genios.

    Como el público no se identificaría nunca con los científicos o los hombres del gobierno que tratan de ocultar estos fenómenos ovni, la historia se centra en un hombre tan común como Roy Neary (Richard Dreyfuss), trabajador de la compañía eléctrica y desastroso padre de familia. Su vida dará un giro de 180º cuando sea testigo de uno de estos avistamientos (estupenda la escena en la camioneta, con todos los mecanismos bloqueados e inundada por la luz cegadora del ovni). A partir de ese momento decisivo en su vida, Neary se obsesiona con lo que parece ser un futuro encuentro que se está planeando en secreto, entre la humanidad y los seres de otro planeta. La fascinación por los extraterrestres y la búsqueda de respuestas a las preguntas que bombardean su mente, hacen que el protagonista se distancie seriamente de la realidad y de su familia. Por suerte, encuentra una aliada en Jillian (Melinda Dillon), una madre soltera cuyo hijo ha sido abducido por una de estas naves.

    Para el personaje de Roy Neary, el director jugó sobre seguro, confiando en un actor que le había dado unos muy buenos resultados en el papel de Matt Hooper en Jaws: Richard Dreyfuss. Posiblemente sea la mejor actuación de toda su carrera, aunque el Oscar lo ganara este mismo año por una actuación en otra película completamente diferente, The Goodbye Girl. Un papelón que Dreyfuss borda transmitiendo miedo, paranoia, curiosidad y heroísmo. Sin duda, uno de los pilares fundamentales para que el filme conecte con el espectador del modo en que lo hizo.

    Close Encounters of the Third Kind supone un paso decisivo dentro del género, presentando por una vez a unos extraterrestres completamente alejados a lo que habíamos visto en el cine hasta entonces. Esta vez no vienen a invadirnos o a destruir La Tierra, sino a conocernos, intercambiar conocimientos y culturas. Sin duda, un acercamiento de lo más realista e innovador al fenómeno ovni. Las naves espaciales ya no son los típicos platillos volantes de las películas de los años 50, sino unas enormes y sofisticadas máquinas llenas de luces y sonidos con los que intentan comunicarse con nosotros. En este aspecto, los efectos visuales de Douglas Trumbull son magníficos, al igual que el diseño de las criaturas creadas por Carlo Rambaldi. Unos extraterrestres bajitos y cabezones que, curiosamente, fueron interpretados por niñas disfrazadas, aunque se tuvo que crear un muñeco articulado para el alienígena que saluda con la mano. Esta creación fue un adelanto de lo que Rombaldi y Spielberg desarrollarían cinco años después en E.T. La banda sonora corrió a cargo de un habitual del cine del director, John Williams, que con las cinco notas musicales más famosas de la historia del cine, consiguió una nominación al Oscar.

    Close Encounters of the Third Kind puede considerarse una fusión perfecta entre el Spielberg más reflexivo y el más comercial. No se trata de una fantasía de precioso envoltorio y vacía de ideas. Tiene entretenimiento mayúsculo y una cantidad enorme de efectos especiales, pero siempre al servicio de una historia interesante y salpicada de apuntes científicos, filosóficos, humanistas y religiosos. Ciertas críticas muy valiosas contra la capacidad del gobierno para ocultar a los ciudadanos una información tan delicada o el fanatismo que pueden alcanzar algunos individuos ante un fenómeno de estas características, le otorgan más enjundia a la trama. Sorprende el reputadísimo director francés François Truffaut interpretando el papel de Claude Lacombe, científico que dirige la misión de contactar con los visitantes. Se dijo que este fichaje fue un intento por parte de Spielberg de mejorar su imagen entre el público europeo, que le consideraba un simple realizador comercial.

    Y para los que adoramos al Spielberg mágico, el que supo cultivar el sentido del espectáculo y la maravilla como nadie durante los 70 y 80, nos reserva varias escenas para el recuerdo. Especialmente terrorífico es el momento en casa de Jillian donde todos los electrodomésticos y juguetes de la casa comienzan a funcionar solos como por arte de magia y una luz inmensa penetra por debajo de la puerta. Es cuando se produce la abducción del niño, arrebatado de los brazos de su madre por una fuerza alienígena. Toda la escena tiene un componente paranormal que recuerda mucho al de otro éxito de Spielberg (esta vez como productor y guionista), Poltergeist. La otra gran escena de la película es, sin duda, el encuentro final entre los humanos y los alienígenas en el interior de la montaña Devil´s Rock, que Roy había visualizado en numerosas ocasiones tras su primer contacto con los ovnis. Un momento calificado por algunos de demasiado almibarado, donde multitud de personas abducidas en diferentes épocas surgen de la nave nodriza ante los ojos atónitos de los científicos.

    Existen hasta tres montajes distintos del filme. En 1980 salió una versión con cinco minutos añadidos (137 en total), donde se veía el interior de la nave a la que subía Roy al final. En 1998 se volvió a eliminar este material y se hicieron otros pequeños ajustes, quedando su metraje en 135 minutos. Tres versiones de un clásico del cine moderno, admirado por muchos y discutido por otros tantos. Más de 300 millones de dólares de recaudación en todo el mundo hicieron de ella un gran éxito, llegando a estar nominada a 8 Óscar, de los cuales ganó el de mejor fotografía y otro especial a la mejor edición de sonido. Lo más curioso de aquella ceremonia fue la rivalidad en las nominaciones entre Close Encounters of the Third Kind y otra cima del cine fantástico como es Star Wars de George Lucas, que optaba nada más y nada menos que a 11 estatuillas. En esta ocasión, la balanza se inclinó a favor de la más lúdica y convencional obra de Lucas, que se llevó 7 Oscar.

    En definitiva, mientras los críticos más eruditos ensalzan a Schindler’s List o Saving Private Ryan, siempre quedarán los nostálgicos como yo, que defenderemos la primera etapa de la carrera de Spielberg (hasta Indiana Jones and the Temple of Doom). Eran años en que el director se lo pasaba como un niño y nos hacía disfrutar como tales a nosotros, su público incondicional. (José Antonio Martín. – ElAntepenúltimoMohicano.com)

  • High and Low (Akira Kurosawa – 1963)

    High and Low (Akira Kurosawa – 1963)

    En High and Low, Gondo, un directivo de una importante empresa de zapatos, recibe la noticia de que su hijo ha sido secuestrado. El rescate exigido es una gran cantidad de dinero, pero Gondo la necesita para cerrar una negociación que le dará el control de la empresa.

    • IMDb Rating: 8,5
    • RottenTomatoes: 99%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    “La diferencia engendra odio”. (Stendhal)

    Kingo Gondo (Toshirô Mifune) es un rico empresario de la industria del calzado, que comienza a ser extorsionado cuando el hijo de su chófer es víctima de un secuestro.

    Por lo general, cuando se citan las grandes obras maestras de Akira Kurosawa, High and Low, adaptación libre de una novela de Ed McBain, suele ser, quizá por desconocimiento, quizá por no tratarse de una de sus películas de samuráis, injustamente olvidada, pese a que es, al menos en opinión de quien esto suscribe, uno de sus mejores trabajos. Aquí, bajo la apariencia de un thriller policíaco, el autor de Throne of Blood realiza una feroz crítica a la sociedad de su tiempo, situando el germen del mal en las diferencias entre clases. Parafraseando a la cita de Stendhal que encabeza este comentario, son esas diferencias, basadas en la riqueza y la propiedad, las que engendran el más profundo odio.

    En sus ciento cuarenta y tres minutos de extenso metraje, High and Low va de menos o más. O mejor dicho, de más a mejor. Culminando en uno de los finales más sobrecogedores (el cara a cara entre Gondo y el secuestrador) de la filmografía de Kurosawa. Durante la primera hora del filme, no salimos del salón de la lujosa vivienda de Gondo, ubicada en lo alto de una colina. La secuencia inicial, en la que el protagonista (de nuevo un soberbio Toshirô Mifune) mantiene una reunión de negocios con otros tres importantes accionistas de su empresa, deja claro que Gondo es un hombre de principios inquebrantables (se niega a disminuir la calidad de sus zapatos pese a que con ello renuncie a obtener mayores beneficios). Esos principios, serán puestos a prueba muy poco después, cuando, por error, el hijo de su chófer sea secuestrado en lugar de su propio hijo, que era el objetivo, y Gondo tenga que debatirse en torno al dilema moral que supone pagar un millonario rescate por un hijo que no es el suyo, lo que conllevaría su ruina, o dejar al infante a merced de un captor que afirma estar dispuesto a asesinarlo si no recibe el dinero. Kurosawa resuelve esa primera hora que transcurre en un único espacio reducido a base de generar una progresiva tensión dramática, empleando planos de larga duración, sutiles movimientos de cámara y un gran trabajo en la composición de la puesta en escena.

    La segunda mitad de High and Low, aún mejor que la primera y en la que desde el principio se revela identidad del secuestrador, se centra de un modo exhaustivo y minucioso en el proceso de investigación que lleva a cabo la policía para dar con el paradero del delincuente. Esta es, sin duda alguna, la parte más influyente de toda la película; imitada hasta la saciedad por decenas de thrillers posteriores, aunque prácticamente todos se queden en pañales en comparación con el rigor narrativo y la maestría del director japonés. El uso del color (el rosa en este caso) sobre el blanco y negro para enfatizar un detalle clave en un momento determinado, es un recurso narrativo que años más tarde plagiarían de manera efectista tanto Francis Ford Coppola en Rumble Fish, como Steven Spielberg en Schindler’s List.

    A la enorme presencia de Mifune, se le debe sumar la de Tatsuya Nakadai como el detective Tokura y la de Tsutomu Yamazaki como el secuestrador envidioso y henchido de odio. (Ricardo Pérez Quiñones – EsculpiendoElTiempo.com)

  • Never Rarely Sometimes Always (Eliza Hittman – 2020)

    Never Rarely Sometimes Always (Eliza Hittman – 2020)

    En Never Rarely Sometimes Always, Autumn, una apática y callada adolescente, trabaja como cajera en un supermercado rural de Pennsylvania. Viéndose obligada a sobrellevar un embarazo accidental y sin alternativas viables para poder realizar un aborto en su propio estado, ella y su prima Skylar reúnen algo de dinero y se embarcan en un autobús rumbo a Nueva York. Con la dirección de una clínica apuntada en un papel y sin un lugar en el que pasar la noche, las dos chicas se adentran en una ciudad que desconocen.

    Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín 2020
    Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance 2020

    • IMDb Rating: 7,2
    • RottenTomatoes: 99%

    Película (la copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

     

    La temática puede no ser nueva ni sorprendente, pero la forma en la que Eliza Hittman la narra acaso sí lo sea. Estamos ante una película sobre una chica adolescente que queda embarazada y decide abortar. Pero ese resumen no sirve para describir cómo la directora de Beach Rats cuenta esa historia y lo que hace con ella. En un sentido, acaso más literal, es una película casi acerca del minuto a minuto del proceso que va desde enterarse a llegar al momento de hacerlo. Pero la película parte de esa dramática situación –que si bien es legal en Estados Unidos tiene igualmente sus trabas y complicaciones– para explorar la vida de una adolescente (en realidad, de dos) que tiene que enfrentarse a un mundo masculino agresivo y violento que la sacude a cada paso.

    Autumn vive en un pequeño pueblo de Pennsylvania en una familia trabajadora –y con muchos hermanos– y al principio del film se la ve cantando una canción en un concurso de talentos escolar y tener una tensa escena con dos chicos distintos, uno que la interrumpe en medio de su actuación y otro que se burla de ella en un restaurante. Además, claro, del padre, que la maltrata entre irónica y maliciosamente. Al llegar a la casa entendemos un poco mejor a qué se debe la mala cara de la chica: tiene una panza prominente y todo hace sospechar que está embarazada. Va a hacerse un estudio a una clínica local («el mismo que se compra en el supermercado», dice al darse cuenta ahí cómo trabajan estas señoras pro-vida) y descubre que sí, que está embarazada y ya de varias semanas.

    Never Rarely Sometimes Always (es así, sin comas, como las opciones de un multiple choice) le coloca dos impedimentos a las intenciones de la chica de abortar. En Pennsylvania solo se puede hacer con el consentimiento de un adulto (y ella no quiere que sus padres se enteren) y del otro problemita se enterarán viendo el film. Lo cierto es que para poder hacerlo por su cuenta la única opción es viajar a Nueva York y la película, básicamente, se centrará en el viaje que Autumn hace junto a su prima Skylar, en omnibus, a la gran ciudad a enfrentar esa legal pero igualmente tensa y dolorosa situación.

    En su estilo naturalista, de bajo perfil, centrado en seguir a sus personajes de cerca y prestar más atención a sus gestos y actitudes y no tanto a lo que dicen (la película tiene pocos diálogos), Hittman logra que nos acerquemos a la experiencia de los personajes, de una manera que guarda algunas similitudes con la película argentina Invisible, de Pablo Giorgelli, que partía de una situación similar con el agregado de la ilegalidad que por ahora existe en nuestro país con ese tema. También Autumn es una chica seca, de gesto adusto, que pone cara de tener muy claro todo y ser muy cool pero no tarda mucho uno en darse cuenta que es una máscara, una actitud para afrontar las violencias cotidianas y algún trauma del pasado.

    Y de eso, en un punto, va Never Rarely Sometimes Always. Las primas –Skylar, solidaria, la acompaña, apoya y sostiene, en una relación notablemente contada en pocos pero muy efectivos trazos– deben pasar más tiempo del esperado en Nueva York, casi sin dinero, yendo y viniendo por la ciudad con una incómoda maleta, siendo ignoradas la mayor parte del tiempo (la sequedad con la que todos responden a sus preguntas es tan neoyorquina que duele) y en otros casos directamente agredidas o miradas lascivamente. Habrá un chico un tanto más grande que se cruce en su camino y la relación con él mostrará también otros ejes de esa violencia de género ejercida casi casualmente pero no por eso menos terrible.

    Quizás lo más amable que experimenta Autumn es la atención que recibe en la clínica neoyorquina. Es claro que si alguien es comprensivo en este universo son las médicas y psicólogas que reciben a este tipo de jóvenes sin dinero ni apoyo familiar. En la escena más fuerte de Never Rarely Sometimes Always, y la que origina su título, la cámara permanece en el rostro pétreo de la chica mientras está siendo interrogada por la asistente que la atiende acerca de su historia familiar y sexual. Esa dureza del gesto –que Autumn mantenía desde el comienzo del film– finalmente se quiebra al tener que enfrentarse a recordar situaciones vividas a lo largo de su breve historia. Que una chica de esa edad tenga tanto pánico, frustración y dolor acumulados en tan poco tiempo de vida es desgarrador.

    Hittman es directa y no intenta subir la cuota emocional del asunto más allá de lo que lo amerita la propia situación. De hecho, las chicas toman todo el tiempo decisiones equivocadas, absurdas, no siempre son del todo simpáticas y es a veces frustrante ver cómo han tenido que forzar una máscara de fortaleza que no les permite ni siquiera pedir ayuda cuando lo necesitan. Saben que el mundo, en general, no responde como ellas quisieran. O, que si lo hace, les va a pedir algo a cambio que seguramente tendrá algún costado desagradable. El embarazo y el aborto no son aquí los temas principales sino las consecuencias de una serie de violencias ejercidas sobre el cuerpo y la mente de millones y millones de mujeres en todo el mundo, más allá de las leyes imperantes y las diferencias culturales de cada país. Y de eso habla esta extraordinaria película. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)